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Por diciembres sin pólvora

Diciembre es el mes de la alegría, la música y los encuentros familiares, pero también, lamentablemente, es el mes en que retumban en las calles los sonidos de la pólvora.

Año tras año, los titulares vuelven con los mismos protagonistas: niños quemados, adultos hospitalizados y familias marcadas para siempre por la imprudencia. La pólvora, ese símbolo absurdo de celebración, sigue marcando nuestras fiestas.

La pregunta es inevitable: ¿hasta cuándo vamos a tolerar esta práctica que, lejos de ser tradición, se ha convertido en una amenaza?

En 2023, según el Instituto Nacional de Salud, 1.357 personas resultaron quemadas con pólvora en Colombia y en la última década se han registrado más de 12.000 mil lesionados. Este 2024 va camino a ser otro año más en el que los reportes de quemados nos golpeen como un eco de irresponsabilidad colectiva.

El problema no radica solo en quien compra, sino en su fabricación y distribución. La pólvora está en todas partes, accesible como si se tratara de dulces. Pero no lo es: es un explosivo, una amenaza que, en las manos equivocadas, puede dejar heridas irreversibles. Como ya sabemos, el mayor daño lo sufren los menores de edad, quienes son inconscientes del peligro al que se enfrentan.

Países europeos ya han prohibido la pólvora y en Latinoamérica, Chile sancionó como delito el uso, venta y fabricación de fuegos artificiales.

Imagen de referencia

Barranquilla, hace más de 15 años, prohibió, via decreto distrital, la fabricación y comercialización de pólvora en su territorio, año a año hace un gran esfuerzo con operativos policiales y de control, pero ya sabemos cómo la inundan desde la vecindad. Así es muy difícil.

Por eso no se trata de medidas aisladas, sino de soluciones integrales que abarquen todo el territorio nacional. La invitación es para algún congresista que nos lea y tome la bandera de redactar un Proyecto de Ley que prohíba de una vez por todas la fabricación y distribución de pólvora a ciudadanos en todo el país. Sabemos que la industria de la pólvora tiene intereses económicos detrás, pero ¿qué valor ponemos sobre la vida y la salud de nuestros niños?

El reto está claro, y lo recordamos cada diciembre mientras retumban los estallidos en las calles. Seguro que podemos encontrar formas más seguras, inclusivas y responsables de celebrar. En muchas ciudades del mundo, las luces LED, el mapping y los espectáculos de drones han reemplazado la pólvora como símbolo de fiesta. ¿Por qué no apostar por algo similar?

Que vengan navidades y fiestas de fin de año en donde la conciencia colectiva abrace la idea de que la alegría no necesita explosiones para  iluminar el cielo.