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Tanta falta de humanidad

Ha sido una semana terrible para la humanidad y más compleja aún para miles de descendientes de palestinos que vivimos repartidos en toda nuestra querida Latinoamérica. Somos el testimonio viviente de nuestros abuelos y de nuestros padres que, en circunstancias siempre difíciles, cruzaron más de la mitad del mundo para buscar el sosiego.

Vieron en la migración la posibilidad de un futuro en que la guerra, la persecución, la discriminación, pudieran ser reemplazadas por la paz, la esperanza y la realización personal y familiar. Para muchos, en especial para los que migraron a principios de la pasada centuria, implicó el desarraigo familiar definitivo, dadas las condiciones de los transportes y las comunicaciones de principio del siglo XX, que llevaron a muchos a perder todo contacto con sus ancestros.

Momentos después de ataque con misiles en la Franja de Gaza

La decisión tuvo que ser muy difícil, más aún en un pueblo que siempre ha amado su tierra y que valora y promueve la relevancia de la familia para la educación, la integración, los afectos y el cuidado. Mi madre siempre me cuenta lo que la transmitía su abuelita Filomena, una libanesa casada a temprana edad con un palestino de Beit Jala y siendo muy jóvenes fueron embarcados a América en busca de una vida más digna y de nuevas oportunidades, pero muy especialmente arrancando  del enrolamiento militar abusivo que las autoridades otomanas hacían de los jóvenes palestinos, muchos de ellos, “carne de cañón” para las avanzadas militares en la Primera Guerra Mundial. Había otras familias, contaba la abuelita Filomena, que podían pagar a la autoridad turca e impedir el enlistamiento militar, otras, menos afortunadas que la nuestra incluso, el esconder a sus hijos era la única opción a una muerte segura en el frente de combate, ya que eran enviados con precarias vestimentas, mal armados y mal alimentados.

Los palestinos somos descendientes de un pueblo que de manera milenaria se estableció en dicha zona del Medio Oriente.  Ha pasado por muchos procesos de conquista, de la imposición de una civilización y otra desde la época babilónica y hasta los albores de un imperialismo Occidental acicateado por el robo y el botín que sus potencias decimonónicas hicieron por grandes regiones del globo terráqueo. Babilonios, asirios, hititas, persas, macedonios, romanos, otomanos y británicos, por hacer general y somera la enumeración, dominaron política y territorialmente la tierra palestina, pero nunca fueron capaces de hacer olvidar a los palestinos su cultura y tradiciones, más allá de los intentos sistemáticos por imponerles una aculturación forzada.  

El fin de la Primera Guerra Mundial parecía el momento propicio para que el proceso socio-cultural, se materializara en el proyecto político de un Estado Palestino. Las ofertas inglesas fueron sólo vanas palabras que negaron por la fuerza de las armas lo que su historia demandaba.

Misiles lanzados a la Franja de Gaza

Demandas ajenas, fundadas en discursos religiosos, que sólo encubrían intereses geopolíticos, enturbiaron más el escenario y desde afuera, en un contexto internacional de una Gran Bretaña debilitada, con un nuevo organismo internacional, que se elevaba para mantener la paz en el mundo, se generaban las condiciones para instalar, en las relaciones internacionales de hace 75 años, el mayor abuso humanitario del que tengamos memoria. El territorio de Palestina se dividía, se creaba el Estado de Israel y un Estado Palestino al que ni siquiera se le consideraba el principio básico de la continuidad territorial. Familias desarraigadas y el drama de los refugiados instalado desde ése mismo momento y que, a través de los años, sólo se ha acrecentado.

El Consejo de Seguridad de la ONU impuso, por el interés de los poderosos, la lógica del veto por unanimidad entre los 5 integrantes permanentes de dicho organismo. El discurso se fundamentaba en la necesidad de alinear la actitud de las potencias mundiales a favor de la paz. Vanas palabras que la historia se ha encargado de desnudar, lo que defendieron nunca ha sido el interés por favorecer relaciones armoniosas y pacíficas, sino que proteger sus mezquinos intereses al punto de menospreciar la paz, la dignidad de las personas y los derechos humanos. En 32 ocasiones Estados Unidos ha vetado resoluciones de la ONU que acusan a Israel, casi desde el principio del conflicto, por sistemáticas violaciones a los derechos humanos.

El sistema internacional no es más que un acto de cinismo, que hace gárgaras con el discurso humanitario y que es capaz de mirar burdamente hacia el lado cuando sus aliados infringen una y otra vez los acuerdos humanitarios que prometen dignidad.

No es para nada rara la actitud que Estados Unidos asume hoy, es la misma que ha adoptada desde hace 75 años, no sólo veta las resoluciones de protección humanitaria, arma y apoya a un ejército que ha instaurado el ataque a los civiles como su principal estrategia bélica.

Los medios de comunicación han hecho otro tanto al respecto de este drama y, lo peor, las autoridades políticas de talla mundial se hacen ecos de noticias falsas que buscan rodear de moralidad las acciones que sólo los denigran. Biden ha hablado de niños israelíes muertos en condiciones deleznables, que resultan luego ser desmentidas por medios que mantienen cierto nivel de independencia. Nadie levanta la voz por los niños y jóvenes palestinos que han sido expropiados de sus derechos, sometidos a condiciones similares a las de una cárcel, con racionamiento de condiciones básicas, con imposibilidad de ayuda humanitarias, incluso atacando barcos que buscaban llevar ayuda a Palestina en aguas internacionales por comandos israelíes que descendían de helicópteros de asalto. Estas son prácticas de “la única democracia liberal” del Medio Oriente, que no hace más que manchar los atributos que dicha forma de gobierno busca defender.

La franja de Gaza es la mayor cárcel del mundo al aire libre, cercado por un muro más inmoral que cualquiera de los que hemos criticado a lo largo de la historia, en un territorio de diez por cuarenta kilómetros, donde viven dos millones y medio de personas, en que más del 50% de ellos tienen menos de 19 años.

Momentos después de ataque con misiles en la Franja de Gaza

Esto ha pasado durante décadas y de manera diaria, sistemática y hasta progresiva, sin que ningún medio de comunicación levante una censura moral que interpele a Israel y sus aliados a dar cuenta de sus acciones. Si alguno de los que lee esta columna se diera el tiempo de buscar en los escondrijos de los medios de comunicación de los últimos tres meses, podrá darse cuenta de las centenas de palestinos muertos, muchos de ellos niños y jóvenes, expresados al nivel de una mera estadística, a manos de un Estado que despliega sus ejércitos de la muerte, mientras las potencias sordas y mudas se hacen cómplices de las acciones más indignas.

Entre todo este escenario a veces surgen pequeñas luces de esperanza. El canal  de televisión privada de Chile, Chilevisión, vivió una experiencia que debe llevarnos a pensar, pero que difícilmente se visibiliza, masifica y menos se globaliza. Trabajadores del departamento de prensa y del matinal se desmarcaron abiertamente de la línea editorial de sus dueños, la multinacional Paramount.  El canal oficial de dicha cadena de la entretención e información difundió un comunicado especial que decía: “Paramount Global condena los ataques terroristas de Hamas. Estamos con los israelíes y toda la comunidad judía. Estamos con todas las vidas inocentes afectadas, estamos con los niños que merecen ser niños, estamos unidos contra todos los actos de terror y odio”.

Me pliego sin duda al tenor del discurso, pero no acepto la brutal discriminación que lleva implícita y que los trabajadores del mismo canal fueron capaces de develar. La contundente declaración de los trabajadores de Chilevisión deja en evidencia la realidad de un drama que se ha instalado desde todas las formas de poder por década y responden; “Concordamos en condenar el asesinato de civiles inocentes por parte de Hamas y el secuestro de personas, pero eso no nos impide también condenar explícitamente los excesos cometidos por Israel en la franja de Gaza… defendemos nuestra independencia editorial respecto de las posturas que explicita Paramount y reafirmamos nuestro compromiso para abordar el conflicto en curso sin sesgos que impidan una correcta cobertura del drama de esta guerra”.

En una lógica parecida merece que destaquemos las palabras del intelectual judío Yuval Noah Harari, quien ante las comparaciones que se hacían de este conflicto con otros que ha enfrentado Israel a lo largo de su historia, como la Guerra del Yom Kippur de hace cincuenta años, instala una realidad que, sin justificar el ataque terrorista de Hamas, es capaz de levantar el velo y hacer un mea culpa de su pueblo, para luego explicitar: “En un nivel, los israelíes están pagando el precio de años de arrogancia, durante los cuales nuestros gobiernos y muchos ciudadanos ordinarios israelíes se sintieron más fuertes que los palestinos, que pensaron que podíamos simplemente ignorarlos. Hay mucho para criticar sobre la forma en que Israel abandonó todo intento de hacer las paces con los palestinos y en que ha mantenido a millones de palestinos bajo ocupación durante décadas… Lo que explica la disfunción de Israel, más que cualquier supuesta inmoralidad previa, es el populismo (de Benjamín Netanyahu) … un genio de las relaciones públicas, pero un ministro incompetente, … (que) siempre ha puesto su interés personal por encima de la nación, y construyó su carrera política dividiendo al país para ponerlo en contra de sí mismo”

La destrucción en la Franja de Gaza

En un esfuerzo de realidad los hechos nos indican que el gobierno  israelí, que arrastra una grave crisis interna que para muchos debilitaba la “única democracia liberal del Medio Oriente” y dividía al país, se vio atacado por un asalto terrorista del grupo paramilitar de Hamas y ha desplegado todas sus fuerzas estatales y el arsenal bélico del que lo ha dotado históricamente su cómplice, Estados Unidos, para perseguir a 60 a 100 mil milicianos de Hamas  en la Franja de Gaza, en donde viven más de 2 millones de civiles palestinos, promoviendo una catástrofe humanitaria por los ataques y la presión para que muchos  de ellos sigan alimentando la historia de millones de refugiados que nunca más recuperan sus casas, bienes ni territorio. Mientras tanto, el sistema de relaciones internacionales demuestra, una vez más, su inoperancia y, a través de sus discursos, su inmoral parcialidad. Es en este contexto en que me resuenan con más fuerza que nunca las palabras que el padre de la patria de Chile, Bernardo O´Higgins estampó en el acta de la independencia del 12 de febrero de 1818, “Era preciso que algún día llegase el término de esta violenta sumisión: pero, entre tanto, era imposible anticiparla: la resistencia del débil contra el fuerte imprime un carácter sacrílego a sus pretensiones y no hace más que desacreditar la justicia en que se fundan”

Hoy más que nunca se hace necesario que el sistema internacional deje de lado sus intereses y partidismos y ponga fin a un drama humanitario que impacta en la vida de millones de civiles israelíes y palestinos inocentes que no puede dejar indiferente a nadie. Como escribió el intelectual persa Sa’dí Giulistán en “El Jardín de las Rosas” a mediados del siglo XIII, “Los hijos de Adán son miembros de un organismo, que de un elemento mismo se hicieron en la creación. Y si uno ellos de un mal padece, los otros no estarán serenos. Si no te duele el dolor ajeno, que te llamen persona no mereces.”