El saber histórico como arma de la crítica
En general, se entiende a la historia como la forma de conocimiento que permite producir saber sobre lo que ocurrió. Esos conocimientos resultan del diálogo entre un investigador preparado y las fuentes que revisa para encontrar las huellas de lo sucedido.
La historia como conocimiento es una forma de memoria, de recuerdo, de memoria razonada, según lo planteó Jacques Le Goff. La ciencia histórica elabora el recuerdo de lo sucedido para beneficio de la humanidad, para su ilustración, tanto en lo negativo como en lo positivo.
El saber sobre las organizaciones sociales del pasado no solo explica sus características, sino que es útil como instrumento crítico contra la explotación, el maltrato o la discriminación por motivos económicos, raciales o de otro tipo.
La historia nos induce a entender cómo y por qué ocurrieron las cosas, el carácter de la violencia entre los seres humanos, el sentido de sus luchas por la riqueza, por el dominio territorial, la confrontación por ideas religiosas o de cualquier otra índole.
La memoria razonada es una manera, quizás la mejor que existe, para explicar el devenir de la sociedad, sus conflictos, miserias, fortalezas y el por qué de los cambios, de las resistencias, de las grandes rupturas históricas y de las regularidades que ayudan a estabilizar un estado de cosas.
El análisis de los acontecimientos, las coyunturas, las estructuras, las instituciones y de las demás características de la sociedad en el tiempo es una de las tareas principales de la ciencia histórica. La historia establece el recuerdo razonado sobre esos eventos y lo pone al servicio de la humanidad.
El conocimiento histórico es útil como ilustración de lo que ocurrió y este saber sistemático es utilizable de modo individual o para nutrir los procesos formativos en la educación formal, en todos los niveles.
Así mismo, interviene en la estructuración del sentido de pertenencia a una comunidad imaginada, en el desarrollo de la memoria histórica comunitaria y en la afinación del espíritu crítico de quienes entran en contacto con ella.
El saber histórico mejora la calidad de la crítica social, sobre todo aquella que se orienta a combatir la dominación, la explotación, la discriminación por cualquier motivo, el fanatismo, las diversas formas de dogmatismo, pues permite conocer a fondo las peculiaridades de esos flagelos en el tiempo y su proyección en la actualidad, cuando este es el caso.
La crítica histórica, nutrida por los conocimientos elaborados por los historiadores, también abarca los tipos de Estado, las formas de gobierno, lo cual permite hacer comparaciones inteligentes de esos fenómenos en diversas épocas y territorios y balancear sus debilidades, fortalezas o limitaciones.
La experiencia histórica, sistematizada por el esfuerzo de los historiadores, también facilita poner en relación los sistemas económicos, los lados oscuros de estos, el dinamismo o las falencias que los caracterizan, para extraer conclusiones sólidas acerca de lo que más conviene o lo que se debe evitar en la actualidad.
El saber histórico como arma crítica permite entender las carencias y las absurdidades de los regímenes totalitarios, como el nazismo o el estalinismo. O, también, comprender a fondo el carácter limitante, cerrado, de las dictaduras, militares, religiosas o de partido único, que amordazan la libertad y someten a la población a la ignominia, a nombre de los paraísos terrenales o celestiales.
Hasta las teorías erróneas se comprueban como erróneas a la luz de la experiencia histórica razonada por los historiadores. El dogmatismo neoliberal y el dogmatismo marxista, los polos extremos en cuanto al papel del mercado y del Estado dentro de la sociedad, han sido hoy puestos en entredicho por la crítica histórica fundamentada.
La historia, como forma de pensamiento, no es solo un medio para conocer lo que ocurrió en todas sus facetas, sino un instrumento muy valioso para entender lo que sirve, lo que no sirve y las regularidades ociosas y hasta perversas que aún laceran a la humanidad.
La crítica histórica, alimentada por el saber histórico, es una de las mejores herramientas para comprender a la sociedad y hasta para cambiarla. No cabe duda de eso.