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El Gran Malecón, una obra emblemática de Barranquilla

Recuerdo que hace más de cinco años, cuando se iniciaban los trabajos del Gran Malecón, muchos intelectuales que soñábamos con la recuperación del río Magdalena para la ciudadanía éramos bastante escépticos con respecto a la cristalización de esa obra.

Todo se veía muy bien en los papeles y en la propaganda oficial, pero, en un país de tantas construcciones fallidas, lo mejor era ser precavidos ante un trabajo que demandaba mucho esfuerzo y dinero. Pero, poco a poco, lo que se veía como una simple ilusión se convirtió en realidad, para beneficio de toda la urbe. 

Hoy el Gran Malecón representa una obra emblemática de Barranquilla, lo cual es corroborado por la gran cantidad de visitantes nacionales y extranjeros que lo recorren durante todo el año, para disfrutar al lado del río en horas adecuadas.

Después de cinco años de existencia, este espacio recreativo ya está posicionado en el imaginario colectivo de los barranquilleros, del Caribe y de toda la nación. Era el escenario que necesitaba la ciudad para integrarse a la arteria fluvial clave en su desarrollo portuario a partir del siglo XIX.

El Gran Malecón

Miguel Goenaga, un cronista citadino, escribió alguna vez que, si Barranquilla debía adorar a un ídolo, ese debería ser el Magdalena; Theodore Nichols, otro importante historiador extranjero, sostuvo que el surgimiento de la ciudad para el comercio exterior se debió a su ubicación estratégica en la ribera occidental del majestuoso río.

Desde tiempos remotos los historiadores han sabido reconocer la trascendencia del Magdalena en la formación de los conglomerados indígenas en la ribera oeste del río más importante del país. Y los orígenes del Sitio de Libres que dio lugar al desarrollo del agrupamiento colonial del que provino la Barranquilla actual también están ligados a la influencia del gran Magdalena.

La ciudad se convirtió, a finales del siglo XIX, en el principal puerto para el comercio exterior colombiano, relegando a un segundo lugar a Cartagena y a Santa Marta. Como lo anota Nichols, su ventaja comparativa con respecto a las competidoras hermanas se debió a la ubicación privilegiada al lado del Magdalena.

Es decir, el gran río procreó los conglomerados más antiguos en la ribera occidental, favoreció el surgimiento del Sitio de Libres y, posteriormente, relanzó a la urbe, atada al comercio exterior, hasta convertirla en una de las ciudades más importantes de Colombia. 

El Gran Malecón

El Gran Malecón, al rescatar al río para la gente y viceversa, se convirtió también en un importante homenaje a la historia acuática de la ciudad, a su pasado como puerto pujante que había sido posicionado en la historia gracias a la influencia del imponente Magdalena.

Por estas razones históricas no cabe sino celebrar al Gran Malecón como el monumento recreativo más emblemático de Barranquilla, dejando en segundo plano las ideologías y los partidos. Un monumento para homenajear, en el lenguaje de Goenaga, al más destacado ídolo con que cuenta la ciudad, su magnífico río.

Dejando a un lado las inquinas partidistas y las anteojeras ideológicas, el Gran Malecón es una obra monumental que enorgullece a la ciudad, pues se trata de un parque lineal extenso muy bien equipado para la satisfacción de los raizales y los foráneos, al lado del gran Magdalena.

Cabe pensar que, independientemente de los gobiernos, este monumento recreativo debería ser incluido dentro de lo que se llama políticas de Estado, por el beneficio que presta a la población. Cualquiera que sea el gobierno de la ciudad, la tarea primordial debe de consistir en proteger y desarrollar este elegante parque, cuya finalidad es la satisfacción de la ciudadanía.

El Gran Malecón

El Gran Malecón es el monumento recreativo que necesitaba el río Magdalena, y es, hoy por hoy, uno de los sitios más visitados de Barranquilla y de Colombia. Es tentador pensar que esa afluencia de público es el mejor homenaje que la ciudadanía le rinde a un río al cual le debemos tanto. Indudablemente.