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El fenómeno Petro y las elecciones territoriales

En las pasadas elecciones presidenciales el país se decantó entre dos opciones, la primera liderada por Gustavo Petro sugería la posibilidad de entregarle el “turno al bate” a la antítesis de la política tradicional; y otra vertiente, que encarnó Rodolfo Hernández, una especie de desesperado tiro al aire, que prometía romper casi con todo, para ofrecernos un nuevo comienzo.

Alternativas que contaban con el respaldo de la inmensa mayoría de nuestro país, que gritaba a la Colombia política, “ya basta”, “estamos cansados de la corrupción”, “no todo vale”.  Esa votación presidencial fue la refrendación de que la politiquería con sus prácticas antidemocráticas, comenzaba a perder, en serio, terreno en la patria. Petro en el solio presidencial terminó personificando la aspiración de una sociedad deseosa de cambio.  

Al leer el Plan Nacional de Desarrollo del gobierno se advierte que es un proyecto ambicioso que contempla un Plan Plurianual de Inversión de $1.154.8 billones de pesos, que está en sintonía con la voluntad transformadora que la gente eligió. Dentro de sus apuestas relaciona: $28.8 billones para el ordenamiento del territorio y la justicia ambiental;   $743,7 billones para la seguridad humana y Justicia Social; $46.1 billones para el derecho humano a la alimentación; $114.4 billones para la trasformación productiva para la vida, internacionalización y acción climática; y $138.4 billones para convergencia regional.

Al finalizar su periodo de gobierno juzgaremos si la gestión fue buena o mala, pero lo que sí no podremos negar, insisto, es en la evidente voluntad de renovación que aparejó su escogencia.

Considero que ese ideal reconstituyente de aquellas elecciones, hoy  se mantiene, y que en estos comicios del 29 de octubre, le puede ir mucho mejor a quienes hayan logrado alinearse con el mandato popular que busca desatorar nuestro progreso.

Los partidos de siempre están aportando muy poco al propósito renovador, perdieron su afincamiento ideológico y la mayoría de ellos transitan como simples mercaderes. Una lástima, pues la democracia los necesita sólidos y defendiendo los intereses de los ciudadanos, no constituidos en fabricas expedidoras de avales.

Persistir en las formas tradicionales de hacer la política es una verdadera tozudez, pues por un lado, cada día los corruptos son menos transparentes, y por el otro, tenemos a una población más informada que está cansada de no creer y que reclama el derecho a tener esperanza.

Todo ese pueblo que voto por Petro y Hernández en las pasadas elecciones, se mantiene en la búsqueda constante de líderes que en forma valiente puedan defender los postulados que suscita la política sana, a ese combo, pertenezco yo.