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Justificaciones de la invasión rusa a Ucrania

Todo tipo de ideas o argumentos se han esgrimido para justificar la invasión de los ejércitos de Putin a territorio ucraniano. Algunos de ellos hacen parte de ideologías estructuradas, en tanto que otros parecen ruedas sueltas cuyo propósito es legitimar la invasión.

La primera justificación a tener en cuenta es la que posee un tinte cómico, la cual, sin embargo, fue creída por los aliados y admiradores de Putin como si fuera una verdad revelada. Según el invasor, entrar a Ucrania tenía por objetivo desnazificar a esa nación.

Putin justificó la agresión con la falsedad de que el gobierno ucraniano era neonazi, es decir, manejaba una concepción totalitaria similar a la de Hitler. Pero la evidencia indica que esto es una infamia, pues muchos de los integrantes de esa dirigencia (empezando por el presidente) son judíos practicantes.

Es un contrasentido que personas de esa religión, sufrientes de la ignominia que desembocó en el holocausto, militen en la ideología de sus peores verdugos. La única explicación adecuada de este desatino es que Putin y sus aparatos de desinformación mintieron para esgrimir una coartada humanista ante el pueblo ruso y los ojos del mundo, posando ellos de salvadores que van a liberar a Ucrania del peligro nazi.

Al observar con atención todo lo que ha ocurrido, quien aparece más cerca de la ideología nazi es Vladimir Putin. Este personaje implementó un régimen autoritario muy severo en su país, que no respeta los derechos humanos, que asesina y encarcela opositores de modo parecido a como Hitler reprimía a todo el que osaba enfrentarlo, y que domina a Rusia y sus alrededores con mano de hierro, aferrado al poder desde hace mucho tiempo, con motivaciones imperiales parecidas a las del monstruo alemán.

Uno entiende que Putin y sus aparatos de inteligencia justifiquen la invasión con esta mentira, pero es muy triste cómo sus partidarios de dentro y de fuera de Rusia repiten esa falsedad como si fuera una verdad absoluta. Es casi cómica la forma como los militantes de la izquierda global repiten la falsedad del carácter neonazi del gobierno de Ucrania sin enfrentar el problema con las herramientas de la historia y de la ciencia, sino dejándose llevar por la alienación ideológica y el dogmatismo.

Lo cierto es que las pruebas indican que quien más parece partidario de la ideología nazi es Vladimir Putin. Los nazis, como Putin, detestaban la democracia y los derechos humanos y se inclinaban por un poder de hierro que pretendían imponer al mundo. Nunca respetaron la soberanía de ningún país en la búsqueda de concretar la idea del dominio alemán en Europa y el planeta.

Es claro que otro móvil de los guerreristas rusos consiste en recuperar los antiguos blasones de su nación, desvanecidos cuando cayó el imperio ruso y pulverizados por la desaparición de la Unión Soviética. Putin y sus amigos se inspiran en una especie de nacionalismo que busca restaurar la imagen de gran potencia que perdió su país a causa de los golpes de la historia.

(Aquí, entre paréntesis, no es extraordinaria la simpatía que individuos como Trump, Berlusconi y la caverna europea ultraderechista sienten por Putin: el dictador ruso está unido ideológicamente a ellos por el nacionalismo, el uso sistemático de la mentira y el autoritarismo, tres fundamentos del antiguo fascismo que hoy le entregan contenido al neofascismo mundial).

Con respecto a las motivaciones nacionalistas de los rusos ocurre a nivel internacional otro hecho triste y hasta cómico. Algunos sectores se imaginan que, apoyando la invasión, no solo respaldan a un amigo o aliado, sino que se piensan, bajo los efectos de la alienación ideológica, impulsando una especie de restauración de la fenecida Unión Soviética.

Esta es otra distorsión ideológica provocada por la ausencia de una perspectiva histórica asentada en la ciencia. Después de la caída de la Unión Soviética, Rusia y muchos otros de sus satélites vieron disolverse las instituciones socialistas y entraron en una especie de capitalismo salvaje que desembocó en el establecimiento de gobiernos fuertes, parecidos al de Putin.

De tal manera que lo defendido por los ideólogos izquierdistas partidarios de Putin no es un probable regreso al socialismo en cabeza de ese dictador, sino las secuelas del capitalismo salvaje y de la excesiva concentración de la riqueza en una oligarquía que se ha convertido en uno de los principales apoyos de Putin.

Esa oligarquía se beneficia de los planes expansionistas del jefe del Estado, pues de ahí obtiene pingües beneficios económicos. Desde el punto de vista del dinero y de la política, la invasión rusa se parece a las guerras imperialistas y a las invasiones occidentales que van en pos de las ganancias y de las esferas de influencia.

Sin mucho margen de error es posible asegurar que la invasión a Ucrania se puede entender como una invasión imperialista que busca garantizar ciertos intereses económicos y restablecer el hegemonismo ruso en la región, el cual está inspirado en un nacionalismo crudo y en ideas imperiales que tienen una larga historia.

Ese hegemonismo choca contra el gobierno y el pueblo ucranianos y contra Europa y los Estados Unidos. Aquí sí nos topamos con el asunto central de esta guerra. La invasión a Ucrania busca restablecer una esfera de influencia resquebrajada por los deseos del pueblo y del gobierno de este país, y por la influencia de la Unión Europea y de la OTAN, con el liderazgo de los Estados Unidos.

Pero esta justificación de enfrentar a Occidente esgrimida por los rusos, que es la médula del conflicto, no le niega a su accionar el carácter de una invasión, de una guerra imperialista parecida a las guerras promovidas por los europeos y los estadounidenses en otros escenarios.

Más allá de los juegos de la desinformación, que asesinan en primer lugar a la verdad, de lo que se trata aquí es de comprender lo que se oculta detrás de las apariencias, sin dejarse obnubilar por el dogmatismo que nutre a la alienación ideológica.

Esa guerra, de consecuencias impredecibles, es el resultado de la confrontación de los intereses hegemónicos de Rusia y de sus enemigos geopolíticos occidentales. Pero es también el fruto del deseo de soberanía de un pueblo que padeció el autoritarismo soviético y que lucha ahora por no estar de nuevo bajo la bota de un dictador que emula las peores mañas de José Stalin.

Es falso que el pueblo y el gobierno ucranianos luchan por organizar una sociedad a lo Hitler. Quien más copia las prácticas imperialistas, autoritarias y opresivas de los nazis es el dueño del Kremlin. Sin ninguna duda.

Militares rusos hacen guardia junto al edificio del hospital local destruido en el centro de Volnovakha, en Ucrania