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Bukele, un mal negocio

Me ha sorprendido cómo el populismo de derecha encanta en cierto sector de la sociedad. En El Salvador, Nayib Bukele tiene un 94% de popularidad, es un dictador cool y vende su eficiencia atrapando criminales como un terminator. Si bien todos, incluyendo al autor de esta columna, quisiéramos las cifras en seguridad que promueve el Presidente Bukele, ¿Cuál es el precio de ese estilo de resultados?

Para contextualizar, no debemos olvidar que Bukele comenzó en el FMLN, Movimiento Farabundo Martí para la Liberación Nacional, movimiento totalmente de izquierda donde alcanzó la alcaldía de San Salvador. De ahí, por diferencias con el movimiento FMLN fundó su propio partido y sus resultados en cuanto a la disminución de la delincuencia le dio el impulso para alcanzar las presidenciales en 2019. En adelante, la prensa lo ha puesto en la primera plana y no han sido pocos los medios de comunicación que lo exaltan hasta el punto de proponer su figura en los demás países del hemisferio americano como la de un salvador, el mesías, como eso que nos falta aquí en este país, mano dura e implacable la de Nayib Bukele, dicen.

Sin embargo, un Nayib Bukele extendiéndose en el hemisferio nos traería más estragos aún, muchos más de los que ya tenemos.

El impacto en la estabilidad política y económica de un país, no es bueno si está un Nayib Bukele: La demagogia a menudo se basa en la manipulación de las emociones y los prejuicios de las personas, lo que puede llevar a políticas y decisiones irracionales que afecten negativamente la estabilidad económica de un país. Los líderes demagogos también pueden adoptar un enfoque polarizador que divide a la sociedad y obstaculiza la cooperación y el progreso y genera enemigos, no dinero, nunca progreso.

El riesgo de autoritarismo es latente. La retórica populista y las acciones autoritarias a menudo van de la mano. Es importante recordar que la democracia es esencial para el crecimiento económico y el desarrollo a largo plazo y apoyar esa democracia, el pluralismo, el respeto del debido proceso de los detenidos, la carga de la prueba, la defensa con garantías de los imputados, evitar las persecuciones, eso efectivamente sí da confianza y por tanto atrae inversión de la buena. El fortalecimiento de la democracia depende de la existencia de líderes políticos comprometidos con el Estado de Derecho, la independencia judicial y el respeto a los derechos humanos y las libertades civiles.

El impacto en la inversión extranjera y la imagen internacional que generan este tipo de líderes es gravísimo. Los líderes demagogos envían señales negativas a la comunidad internacional y ahuyentan la inversión extranjera. Además, las políticas populistas que parecen demasiado extremas o arbitrarias pueden dañar la reputación del país en el escenario internacional, lo que podría tener efectos negativos a largo plazo en la economía y el comercio.

Y por último, el impacto en la estabilidad social es determinante. Las políticas demagógicas a menudo están diseñadas para ganar apoyo político y electoral a corto plazo, en lugar de abordar los problemas estructurales y sociales subyacentes. Esto puede llevar a la perpetuación de problemas como la desigualdad y la pobreza, lo que podría tener efectos negativos a largo plazo en la estabilidad social y económica del país.

Me preocupa Nayib Bukele y la sociedad en El Salvador, pero me preocupa más, que en un país como el nuestro, se esté promocionando este tipo de figuras como plausibles, como mejores soluciones, como alternativas a lo actual. Democracia, respeto de garantías, debido proceso, elecciones libres, independencia judicial, libertad de prensa, eso es lo que deberíamos estar fortaleciendo, promocionando e inculcando, no posibles demagogos que se tomarían esta y cualquier democracia y economía, a conveniencia.

Trabajemos por un mejor país, aceptemos lo que ya tenemos, cambiemos lo que está mal y mejoremos; pero no, no con figuras como Nayib Bukele ni nada que se le parezca. Lo pagaremos muy caro.

Nayib Bukele