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¿Una persona se puede "poner" o "colocar" roja?
¿Una persona se puede "poner" o "colocar" roja?
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“Me coloqué demasiado rojo”

¿Cuál es la manera correcta de decirlo?

Por Adalberto Bolaño Sandoval

Es normal que uno encuentre titulares como este: “¿Por qué me pongo rojo cuando me da vergüenza y cómo puedo evitarlo?”, en vez de: “¿Por qué me coloco rojo cuando me da vergüenza y cómo puedo evitarlo?”. Y después se halla una explicación como esta: “El problema surge cuando ocurre con frecuencia y la persona se obsesiona. Según la experta, hay ciertas personas que pueden desarrollar eritrofobia, es decir, miedo a ponerse rojo”. Eso es lo normal. El problema es cuando te “colocas” rojo.

¿De dónde salió esa expresión, ese cambio de “poner” por “colocar”?, y aún más: ¿de dónde “demasiado” por “mucho”? Porque es frecuente escuchar: “He visto demasiada televisión” o “demasiado” celular, cuando realmente quiso decir: “He visto mucha televisión”, o “he visto mucho celular”.  Tras ello, existe una tendencia de cambio lingüístico denominada “variacionismo” o “variabilidad” intergeneracional, que se presenta en los grupos sociales más jóvenes, especialmente entre las capas intermedias.

Y es que, esos dos términos, “demasiado” y “colocarse”, de unos cinco años para acá, han cundido en la sociedad, de manera que en casi todos los estratos son mal utilizados. Porque, en un momento determinado, se puede ver demasiada televisión cuando realmente te has pasado de maracas viendo el aparatico televisivo. Y el caso contrario: afirmas que viste “mucha” Tv, cuando realmente viste “demasiada”. 

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Y entonces, tras esa expresión, se observa esa falla. Recordemos las diferencia: se indica poner cuando se deja una cosa en un sitio determinado, en tanto que colocar sucede cuando se ubica o se acomoda alguna cosa en un lugar escogido. Para la RAE, la diferencia radica en que “«colocar» y «poner» son intercambiables solo con el sentido de 'situar en un lugar'. En Colombia y Venezuela se está extendiendo «colocar» en contextos donde el resto de los hispanohablantes usa «poner»”. Pero de ahí a que alguien se “coloque rojo” o se “coloque frío” conlleva a que la persona se traslada a una situación que tiene que ver concretamente a pasar a una situación donde su cuerpo atraviesa por situaciones climatológicas, es decir, con el ambiente, con su entorno, y no con el cuerpo. En ese sentido, según ese término, el cuerpo está atravesando por situaciones incongruentes, internas, que nada tienen que ver con lo externo. Mi cuerpo se puede enfriar, “ponerse rojo”, “frío”, pero no se “coloca”, no se “ubica” rojo. No encuentra una posición en un lugar que no existe, sino que es una situación externa, climática.

Aún más: cuando hablas de que mi cuerpo está “demasiado rojo”, estás invocando que se encuentra “demasiado” “quemado”, si has estado por mucho tiempo en la playa.  Quizá quisiste decir mucho: “muy quemado”. De allí que los diccionarios indiquen las diferencias de dos maneras: "Demasiado" expresa "exceso de algo". Por ejemplo: "No puedo dormir, hace demasiado calor", en tanto que "mucho" significa que la cantidad es grande. Ambos indican una gran cantidad, pero "demasiado" es más que "mucho". En otras palabras, en un determinado momento, la cantidad que expresamos contiene un matiz negativo. Pero lo exagerado es “colocarse demasiado rojo” o “demasiado frío”, cuando, en un preciso momento, nos “ponemos muy rojos” o “muy fríos”.

Un estudio de María Fátima Carrera indica al respecto que ello es resultado de los malos manejos del lenguaje, de “los inconvenientes, la confusión, la ambigüedad en el significado, las creencias erróneas, la falta de conocimiento, la negligencia personal, la alternancia, la mezcla de usos, las construcciones con formas verbales entreveradas, la ultracorrección por sustitución de sentido y la desemantización o desplazamiento del valor significativo de los verbos poner y colocar”.

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Se sabe que la lengua progresa, en concordancia con el uso de los hablantes, con sus equivocaciones, con sus mejorías, con sus necesidades. Son frecuentes los malos usos gramáticos, de redacción, de puntuación, de concordancia, de coherencia, de cohesión. Quien esto escribe está muy alejado de esos estudios de comunicación, de fraseología, de filología, de mecanismos idiomáticos, aunque se supone que se deba manejar muy bien saber escribir. Pero se me ocurre que estos dos errores de escritura y de la oralidad como “demasiado” en vez de muy o mucho, y “colocar” por poner, tan frecuentes, no escapan a una mirada desde los diferentes aspectos que enumera María Fátima. 

Estamos acostumbrados a la confusión lingüística: a decir haiga por haya, aya o hallá por allá, ahí por hay, o al revés. Y todo ello va a parar a Facebook, Instragram y toda clase de redes sociales donde “haiga” comunicación. Así que, evitemos que “haiga demasiado” calor en nuestras mentes, y, parafraseando a María Fátima,  menos confusión, menos ambigüedad, para que las creencias no se confundan en medio de un lenguaje equivocado, en procura de mejorar  el conocimiento, superando la negligencia y las alternancias del lenguaje, las malas mezcla de sus usos, de malas construcciones, sin llegar a una ultracorrección por sustituciones de sentido, pero sí llegar a conjugar  lo más adecuadamente posible los verbos poner y colocar.
 

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