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Estudiantes de la Universidad, con actuaciones equivocadas

Como estudiante que fuimos en bachillerato del Colegio de Barranquilla para Varones-Codeba-y de la Universidad del Atlántico, algunos semestres, instituciones distinguidas por la filosofía y el pensamiento de libertad en cada actuación individual o colectiva, pero igualmente responsable de cada acto, entendemos y respaldamos-sin duda- los movimientos huelguísticos y cese de actividades cuando de defender una causa se trata. Especialmente si lo que se pretende es lograr cambios administrativos, educativos o sociales en  bien de la comunidad estudiantil o de la sociedad misma.

Lo que no entendemos ni podemos cohonestar es que la masa estudiantil se abrogue “supuestos derechos” bajo pretextos personales y que solo buscan desestabilización  institucional en claustros donde se acude al aprendizaje para un mejor desarrollo social de una región o país.

Por eso no estamos de acuerdo con las actuaciones de algunos grupos de estudiantes de la Universidad que bajo la creencia de ser líderes ejercen influencia  y convencimiento para que la gran población estudiantil decida, no el hecho de irse a un paro preventivo, sino que pretenda extenderlo indefinidamente cuando el objetivo principal, por ejemplo, la renuncia de un rector inmoral ha quedado definido- hasta colocar en riesgo la pérdida del semestre académico que tanto afecta la economía familiar como emocionalmente a miles de educandos. Como tampoco estamos de acuerdo en hechos violentos que atentan contra la propia alma mater, quemando y destruyendo bienes estructurales internos y documentación que forman parte del proceso histórico de la universidad.

En nuestros tiempos huelguísticos o tiempos “tormentosos de protestas codebistas” recibíamos respaldo de otros planteles como el Bachillerato de la Libre, Carlos Meisel, El Colegio Caro y hasta de la misma Universidad del Atlántico. Nuestros objetivos estaban definidos en procura de un mejor bienestar educativo fuera por el cambio de algún profesor o rector al que considerábamos no apto en el desempeño de sus funciones o por las acostumbradas alzas tarifarias en los buses y servicios públicos.  Y salíamos a protestar, y recorríamos calles y avenidas con pancartas y arengas en las que nuestra voz cantante era: “Libros sí, fusiles no” o algo parecido. Y, como igual sucede ahora, éramos provocados muchas veces por las mismas fuerzas policivas, algunas camufladas precisamente para incitarnos y crear el caos. Los enfrentamiento se daban en las calles, muchos estudiantes resultaban heridos o capturados.

En las protestas por las alzas de tarifas, buses de transporte urbano eran blanco de piedras, no sin antes hacer bajar a los pasajeros. Pero nunca intentamos siquiera destruir nuestros claustros; los salones fueron siempre respetados igual que rectoría y demás dependencias. Y mucho menos intentamos arriesgar la vida de algún policía al que pudiéramos descubrir camuflado de civil. A lo mucho, era retenido por algún tiempo mientras se sometía al respectivo interrogatorio del por qué  se introducía camuflado. Luego era dejado en libertad.

Nunca se supo de algún intento de inmolar en candela a algún agente de policía o celador de la institución como sucedió recientemente en la sede norte de la Universidad del Atlántico. Mucho menos fabricamos papas bombas o petardos explosivos para atacar a la fuerza pública. Las piedras eran las armas frente al bolillo de los policías protegidos además por los impenetrables escudos, y los culatazos de soldados que eran convocados para disolver las protestas.

Nuestros salones eran claustros sagrados del saber y la ciencia donde se acudía a recibir educación. Y no teníamos sótanos ni cuevas para esconder armas o para fabricar bombas y petardos. Hoy nos sorprendemos de saber que en las estructuras edificadas enormemente bajo el modernismo arquitectónico se reservan espacios para esconder y fabricar petardos y bombas incendiarias. Y sitios para fabricar y vender drogas a los estudiantes. Los propios consejos directivos, superior y académico carecen de algún tipo de control. Es decir, una institución como la Universidad se ha convertido en una cueva de delincuencia.

Los codebistas de tiempos pasados hemos querido recuperar el sitial de honor del Codeba considerado entonces como el primer colegio público no solo de Barranquilla sino de todo el Caribe Colombiano. Constituidos en Asocodeba hemos adelantado dese hace más de diez años una férrea lucha en defensa de la institución en la que el objetivo principal además de recuperar el sitial de prestigio, lo es, la recuperación del edificio de la calle 51 con carrera 41 para que la población estudiantil regrese a su sede natural.

De acuerdo con compromisos de la administración distrital la edificación debe ser recuperada con obras de restauración (patrimonio arquitectónico) y construcción de nuevos salones y otras dependencias. De acuerdo con esos compromisos adquiridos por el Distrito, con recursos propios y de la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI) del ministerio de educación, los trabajos deben iniciarse en los próximos días. Sin embargo hemos conocido que desde hace algunas semanas, supuestos “estudiantes de la Universidad del Atlántico” han profanado las instalaciones del edificio del Codeba (calle 51) sometiendo a quienes ejercen funciones de celadores,  con fines pocos claros sin que las autoridades hayan hecho presencia para desalojar a estos grupos seudo estudiantiles.

Por todo esto se hace un nuevo llamado a las autoridades distritales (gobierno y secretaría de educación) y a las autoridades policiales para que se desaloje de intrusos a quienes pretenden ejercer poder en el edificio. Al tiempo que requerimos se dé cumplimiento al inicio de obras de restauración y construcción por parte de contratistas con los ordenamientos establecidos y la aprobación de parte de la Curaduría respectiva para las licencias requeridas.