La Superluna se despidió hasta noviembre de 2034

Nadie vio a nuestra Luna tan cerca desde 1948 ni lo volverá a hacer hasta noviembre de 2034, a excepción de aquellos doce afortunados que pudieron pisar su suelo en el verano de 1969 y protagonizaron una de las imágenes de la historia de la humanidad, ante el embobamiento y la incredulidad en tierra firme. 

A ella le debemos el curso de las mareas, se le han atribuido influencias -de forma más o menos científica- en el comportamiento humano, en la agricultura o en el sueño, se la ha relacionado con el poder femenino, con leyendas como la del "hombre-lobo" o con las emociones, puede ser según su colocación símbolo de la cultura islámica o de la reconquista cristiana. 

Considerada como la plata del firmamento en oposición al oro, que es el Sol, guardiana de la oscuridad de la noche frente a la luminosidad del día, en poesías como la lorquiana era señal de mal augurio, acoge en su seno a los despistados, sobre todo la de Valencia, en el pop nacional concebía un hijo con una mujer gitana y en las verbenas de toda España enamoraba al más patrio de los animales. 

Ahora, el satélite terrestre, observado desde el comienzo de los tiempos por los pobladores de la Tierra con una mezcla de misticismo y admiración, se mostró con todo su esplendor. 

En concreto, se vio un 14 por ciento más grande, un 30 por ciento más luminosa y estuvo a aproximadamente 360.000 kilómetros de la Tierra, cuando puede llegar a estar hasta a 410.000. 

La conocida "Superluna" es un fenómeno "relativamente frecuente", aseguran desde la Universidad de Zaragoza (UZ). De hecho, ya hubo una el pasado 16 de octubre y se podrá presenciar otra el próximo 16 de diciembre. Pero ninguna tan luminosa como esta. 

Este fenómeno se debe a que las órbitas de los astros no son circulares sino elípticas y se da la circunstancia de que el denominado perigeo -máximo acercamiento entre Luna y Tierra- coincide con el alineamiento entre el satélite, el planeta y el Sol. 

La hora de máximo apogeo de esta "Superluna" era en torno a las 14 horas, así que al caer la noche multitud de curiosos desafiaron al frío y aprovechado para admirar el satélite, del que destacaba no tanto su dimensión, pues la diferencia en la percepción no es muy grande con respecto a su estado normal, pero sí su brillo, contra el que ninguna farola ni luz de tierra firme ha podido competir. 

Solo quedaba que el cielo respetara y el cierzo, tan molesto a veces en el Valle del Ebro, está vez ha obrado en beneficio de todos y se ha llevado las nubes que un día antes poblaban el firmamento para que la Luna tuviera todo el protagonismo. 

EFE

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