'San Nicolás' llegó este miércoles a las casas de Bélgica, Alemania y Países Bajos
Con dulces y regalos San Nicolás llegó a las casas de Países Bajos.
Hoy en países como Bélgica, Alemania, Luxemburgo, Países Bajos, Austria, Suiza y Polonia, los niños recibieron sus regalos por parte de San Nicolás.
Señores vestidos de rojo y con barba blanca van llevando los regalos a los más pequeños de la casa, quienes con ilusión se levantan en la víspera de 5 al 6 de diciembre.
Esta tradición parte de la figura de San Nicolás, obispo de Myra, Turquía, que vivió en el siglo IV y está enterrado en Bari, Italia, una ciudad que perteneció a la corona española, al Reino de las Dos Sicilias.
San Nicolás era un gran amante de los niños, conocido como un hombre muy generoso, un señor bueno que en vez de vivir de la fortuna familiar la repartió entre los necesitados.
Lo describen como un señor bonachón y amable, pero ¡cuidado! porque sólo le lleva regalos a los niños que han “sido buenos y valientes”, a los que tiene apuntados en su libro de todo el año.
Este santo que murió un 6 de diciembre, cuentan que trae en barco desde España todos los regalos.
Las leyendas que rodean la generosidad de San Nicolás aparecen en textos que van desde manuscritos medievales hasta poemas modernos, incluyendo cómo intercedió en favor de prisioneros condenados injustamente y salvó milagrosamente a marineros de las tormentas.
La devoción a este santo parece haberse desvanecido después de la Reforma Protestante del siglo XVI, excepto en los Países Bajos, donde su leyenda permaneció como ‘Sinterklaas’, que es la fiesta de San Nicolás.
En Ucrania
Con motivo del Día de San Nicolás que se celebra hoy en medio de los intensos combates y ataques de drones rusos, los ucranianos tratan de encontrar regalos para miles de niños, algunos de cuyos padres ya no están y cuyos hogares han quedado devastados por la guerra.
Mientras el penetrante sonido de una alarma antiaérea atraviesa la ciudad de Leópolis (oeste), cubierta de nieve, grupos de niños descienden a un refugio antibombardeos. Acostumbrados a las sirenas, no tienen miedo. Al contrario, están ansiosos por ver a San Nicolás y por el reparto de regalos que seguirá al encuentro.
En cambio, son los adultos los que tienen que encontrar un equilibrio entre garantizar la seguridad de los niños y hacer que las fiestas vayan según lo previsto. Por el momento, al menos en Leópolis -a un millar de kilómetros del frente- todavía pueden celebrarse.
Mientras, en la región oriental de Járkiv, los niños no pueden apenas planteárselo, ya que sus familias se enfrentan a la necesidad de reconstruir sus hogares dañados o destruidos bajo los continuos bombardeos rusos.
"Los niños merecen sentir el espíritu de las fiestas", cree Inna Achkasova, del proyecto "Los renos de San Nicolás". Su equipo ha estado cooperando con voluntarios locales en las áreas devastadas que fueron retomadas de la ocupación rusa en la exitosa contraofensiva de Járkiv de hace un año.
Achkasova recibe cartas de niños de la zona y las publica en internet en busca de un "mago" que cumpla sus deseos y les compre el regalo que quieren.
Afirma que este año no han escaseado los "magos" a pesar del efecto de la guerra sobre la economía y, tras más de 1.300 cartas recibidas hasta la fecha, ningún deseo ha quedado sin cumplir.
La realidad diaria a la que se enfrentan los niños tiene un gran impacto sobre lo que piden en sus cartas, explica Achkasova.
"Al principio nos molestaba un poco que muchos niños pidieran smartphones y portátiles, pensando que deberían ser más modestos. Más tarde entendimos que los necesitaban con urgencia para poder estudiar a distancia", dice.
Algunos niños piden leña para la estufa debido a la escasez que hay en sus pueblos, mientras que una niña pidió tejas para tapar un agujero en el techo de su casa.
Cuando el mayor deseo es imposible
"Sé que no podéis cumplir mi mayor deseo. Quiero que resulte que mi padre está vivo y que pueda volver", escribió Polina, cuyo padre cayó cerca de Bajmut en mayo de 2023.
Miles de niños han perdido a sus padres, ya que al menos docenas de miles de soldados y civiles han muerto desde el inicio de la invasión rusa.
"Queremos cubrir a estos niños de cuidados y calidez, darles al menos un poco de alegría en tiempos difíciles", dice Irina Koval, fundadora de la iniciativa "Yo soy Mykolai" (San Nicolás en ucraniano).
Casada con un soldado y con tres hijos, sabe por experiencia lo difícil que es para esas familias explicar a los niños dónde están sus padres y, llegado el caso, superar la pérdida.
Muchos de estos niños también piden más apoyo para el Ejército.
Sin embargo, Koval cree que deben obtener regalos normales, por lo que está actuando para garantizar que se les puedan entregar juguetes y dulces, lo que reciben los niños en cualquier país del mundo.
*Con información de EFE