Cillian Murphy es para mucha gente uno de los mejores actores de su generación
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“Oppenheimer”: entre la ética a la política

¿Hasta dónde la cinta da la dimensión humana del personaje y del director?, es la pregunta de los amantes del cine.

Por Adalberto Bolaño Sandoval (*)

Esta es quizá una de las películas más humanas, éticas, morales y políticas de Christopher Nolan. Ubiquemos ahora que estábamos acostumbrados a los efectos y saltos temporales y narrativos de sus cintas (“Incepcion”, o El origen o la muy decepcionante “Tenet”), al espectáculo guerrerista de “Dunkerke”, la puesta en escena de los Batman más creíbles hasta la fecha: “El caballero oscuro”, especialmente por la participación de Heath Ledger, en el papel del Guasón, Batman renace” y “Batman: El caballero de la noche asciende”, en su orden de importancia cinematográfica.

Nolan ha sido señalado de manejar un exiguo humanismo en sus films, en favor de la grandiosidad y lo cinematográfico, de las puestas en abismo; no obstante, ha dado muestras de un cine analítico y estudioso de algunos problemas de los seres humanos como “Insomnio”, con Al Pacino y Robin Williams, quienes le dan esa dimensión más cercana a la realidad nuestra en esta película, con una muy elaborada atmósfera. Así mismo, la considerada su mejor película, “Memento”, con ese personaje interpretado por Guy Pearce, quien eleva la trama y a su personaje ante la pérdida de la memoria una dimensión trágica a niveles de excelencia. Agreguemos los muchos elementos relevantes que dejan “El prestigio” o “El gran truco”, con ese eterno conflicto entre esos dos magos que se envidian. Y, por último, “Interestellar”, cuya elaboración y propuesta fantástica y de cine ficción, permiten transmitir esperanzas al hombre, pero que, en muchos trechos, por su especie de final fantástico, pudo enredar a algunos espectadores.

Pero cuando se trata de “Oppenheimer”, se cruzan muchos de todas estas temáticas mencionadas. La vida académica y científica de J. Robert Oppenheimer es retratada y revisada desde varios ángulos: desde sus inicios académicos, hasta sus estudios posgraduales en Europa, sus clases en su país, hasta el interés persecutorio de Lewis Strauss, como director de la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos. También cobra importancia  el objetivo de desarrollar la bomba atómica, luego de ser informados que Alemania se encontraba en pos del mismo objetivo. O la mirada sobre los aportes multidisciplinarios de los científicos. O los amores de Oppenheimer. O sus declaraciones en el Senado. O su papel como integrante y apoyo del partido comunista.

Cillian Murphy es J. Robert Oppenheimer

La cinta, fundamentada en la biografía “Prometeo americano: El triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer”, cuyos autores fueron Kai Bird y Martin J. Sherwin, había sido publicada en 2005 y declarada premio Pulitzer 2006. En el sentido lato, no es una biopic; es, más que todo, un pedazo de la historia de los Estados Unidos y revela los años más importantes de Oppenheimer.

¿Hasta dónde la cinta da la dimensión humana de Oppenheimer y del director? “Oppenheimer” es, ante todo, una película coral, y, por ello, poderosa, lo cual ameritaba contarla a través, especialmente en su parte final, mediante un tratamiento detectivesco, en el que los sentimientos y sentido político-ideológico se muestran de manera abierta y evidente.  Por ello, ante las veleidades y contradicciones del personaje principal, producto de su personalidad muchas veces contrapuesta, por su brillante inteligencia, al exponer su pensamiento político-ideológico, ético y moral, el film se puede dividir en tres: partes: una primera, que apunta a develar los intereses políticos izquierdistas del científico norteamericano en Estados Unidos, y al mismo tiempo, ubicarlo en sus ocupaciones científicas y estudios desde Estados Unidos hasta Europa, donde va a profundizar otros saberes que en su país no se daban. Allí conoce lo más granado de los representantes de este continente, entre ellos, químicos y físicos experimentales y teóricos, cuando se va a especializar a Alemania, y en la que descubre su poca capacidad con la física experimental y su subsiguiente mejor aceptación con la física teórica. Regresará a Estados Unidos a desarrollar estos conocimientos así como los estudios sobre la mecánica cuántica. 

En la segunda parte, la narración afronta su relación amorosa con Jean Tatlock (Florence Pugh)  y la incursión con ella al partido comunista, y, paralelamente, con la que será su esposa (Emily Blunt) la creación de la bomba atómica, en Los Álamos, California, en el proyecto Manhattan, desde sus primeros ensayos con la prueba denominada Trinidad, hasta su completo desarrollo, merced a la invitación del general Leslie Groves (Matt Damon), para dirigir dicho proyecto. Este se dio con el apoyo de numerosos científicos físicos, químicos, informáticos, mediante un trabajo compartimentalizado, pero en los que las obvias envidias, intereses y las traiciones eran también el pan de cada día.

Emily Blunt interpreta a Katherine "Kitty" Oppenheimer

La tercera parte, con su alta estructura policial (en realidad, desde el comienzo), nos narra la confrontación y persecución que, desde 1947, realiza Lewis Strauss, recién nombrado en la Comisión de Energía Atómica, contra Oppenheimer. Gracias a la propuesta de Strauss, Oppenheimer había sido nombrado presidente del General Advisory Committee (Comité Asesor General, GAC) en 1946 y al año siguiente director en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. Quizá el centro ideológico y político de la película es este, al ilustrar cómo Strauss, quien quería desarrollar una política de armas termonucleares en secreto, como doctrina disuasoria y la vez frentera, a la que Oppenheimer se opuso, en aras de un mayor control defensivo a nivel internacional y por una defensa continental.

Lo anterior llevó a Oppenheimer a un giro ideológico más reflexivo, ético y con mayores razones morales para defender la contención armamentista y a la población. Parte de esta concepción ética sucede cuando ante el presidente Truman, Oppenheimer mostró su arrepentimiento por el lanzamiento de las bombas en Hiroshima y Nagasaki, y declaró tener “las manos manchadas de sangre”, ante lo cual el mandatario expresó que no atendería nunca más a ese “científico llorón”. Se agrega también que otro de los desencuentros entre Strauss y Oppenheimer fue cuando el Comité Asesor General (GAC) de científicos atómicos criticó al primero por la venta de isótopos y la fabricación de la bomba de hidrógeno.

La cinta, en esta tercera parte, se enfrasca especialmente en las denuncias y el montaje que Strauss realizó contra Oppenheimer en las diferentes comisiones investigativas que “torció” estratégica, política e ideológicamente, a raíz de estos conflictos sobre el mejor uso de la energía nuclear, entre otras, su propuesta de desarrollar la bomba de hidrógeno, y por la burla que en algún momento lanzó Oppenheimer en el Congreso contra Strauss. En medio, se encontraba la importancia estratégica de las armas nucleares como amenaza política y  poder extremo y amenazante.

Strauss había sido un importante financiero, bancario y gestor de gobierno, pero al llegar al poder (casi nunca se despegó de este), persiguió inmisericordemente a Oppenheimer, en una época donde la Guerra Fría y el macartismo consiguieron acosar a muchos izquierdistas y luchadores por las libertades ciudadanas, entre ellos al científico. Paralelo a esto, el FBI le había abierto investigación por sus actividades de apoyo comunista entre los años 30 y 40. Pero, además, logró Strauss, merced a sus artimañas y a través de funcionarios corruptos y con el apoyo del científico Edward Teller (Benny Safdie), la negación de la credencial de seguridad de Oppenheimer, por lo cual no podía participar en la política de seguridad nacional, y, con ello, destruir su carrera política y desestimar su imagen pública.

Pero lo que importa es el giro que da Nolan a la película. Al aspirar Strauss al cargo de secretario de Comercio de Estados Unidos y su confirmación por el Senado, es cuando el periodista David Hill (Rami Malek) le da una vuelta de terca y lo denuncia en las audiencias ante ese mismo organismo por su manipulación de información contra Oppenheimer, ante lo cual no es designado y limpiado el nombre del científico. La película insinúa además que, Strauss, pudo ser quien pudo enviar a asesinar a John F. Kennedy, como uno de los pocos congresistas demócratas que se opuso al armamentismo nuclear propuesto por Strauss.

Cinematográficamente, la cinta es contada desde muchos ángulos, lo cual le da ese aire polifónico nombrado antes, ante la necesidad de contar tantas historias y elementos complejos, propias de una historia también complicada y rica. Contarla cronológicamente no hubiera tenido iguales resultados. Especialmente ejemplares son dos o tres escenas, bajo un montaje muy inteligente, en que se muestra cómo, cuando las interrogaciones que los auditores y consejeros que designa Strauss para perseguir a Oppenheimer, se aumentan las voces y preguntas, sube la música y se suma una bulla ampulosa, dando como resultado  una metáfora del ruido que hizo al estallar la bomba de prueba en Los Álamos.  

Ello da cuenta de cómo Nolan y la montajista, Jennifer Lame, conciben el retumbe de los ataques de los empleados manipuladores contra Oppenheimer como otra bomba nuclear, contra el científico y los espectadores también. Es ahí, entonces, cuando la película se vuelve una crítica más acendrada contra Strauss, y, en realidad, contra toda la política intimidatoria (maccartista y casi toda) de Estados Unidos. Pero también, es en esos momentos cuando Oppenheimer se muestra más contradictorio y humano. La política barre con los ingenuos.

También es de recordar las escenas de cuando estalla la bomba en la prueba Trinity, llevada a cabo en Los Álamos, en la que la llama de la explosión llega primero a Oppenheimer y los asistentes  que el ruido que genera, mostrando, de alguna manera, que ese estallido atómico llegó primero como una victoria, pero que el ruido posterior se convirtió en una herida que llegó a herirlo a él y a los japoneses, mucho antes que a los políticos y funcionarios que lo juzgaron después.

Otro aspecto es el uso de los colores: los de las escenas en el presente, escenificados por el blanco y el negro; y los del pasado, a color, con lo cual cambia Nolan el paradigma establecido, relacionado con los el blanco y negro, como mirada al pasado. Busca tal vez mostrarnos que el presente político, el de la investigación y juzgamiento de Strauss, se revela no solo como su mente: llena de blancos y negros, mientras que a su alrededor se encuentra lleno de muchos matices, tal como como las actuaciones de los seres humanos y de las instituciones. Y es allí donde la fragilidad humana de Oppenheimer se hunde ante una moral política atropellante, una política rastrera en la que la ética del científico es arrastrada, defenestrada y vilipendiada. Solo que la historia, años más tarde, lo absolvería, aunque no completamente, con iguales matices de grises. El pasado, lleno de color, fue, muchas veces, frustrante.

Es relevante mencionar las actuaciones de Cillian Murphy, como Oppenheimer, siempre demostrando sus cualidades actorales, así como Robert Downey Jr. (Strauss) y el resto de actores tan importantes. Así mismo, se debe elogiar un guion virtuoso y consistente por parte del mismo director Nolan. Una película excepcional, tal vez maestra.

*Docente universitario. Investigador de literatura del Caribe colombiano.

 

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