Los dos párrafos repetidos de “En agosto nos vemos”
“El editor, Cristóbal Pera, ¿lo dejó pasar porque García Márquez lo planteó así y había que respetarle su decisión?”, es la pregunta.
Por Adalberto Bolaño Sandoval
En el mundo editorial (humano, a más no decir) ocurre de todo. Traspapeleo, cambios en los titulares, palabras o letras de más o de menos. Es frecuente en la televisión ver “lo hiso” por “lo hizo”. “Ubo” por “hubo”; “havía” por “había”, “interperie” por “intemperie”, o utilizar el verbo colocar por poner (se colocan rojos de la pena), y aún más. En los medios escritos, a veces una noticia sale cortada o en otra página, de acuerdo con lo anunciado en la primera página. Y, en fin…
En las revistas, son menos los errores, todo, dependiendo, tanto de los correctores o editores, como sucede muchas veces con lo descrito en el primer párrafo. “Esos `benditos` correctores”, diría una editora o director de redacción de un periódico, cuando suceden estos eventos. Y es en la prensa donde más fácil se “olvidan” esas situaciones, pues el ajetreo diario aparentemente conlleva “saltarse” esos “gazapos”, que, indudablemente, deben ser indeclinables para quien lee tranquila o detalladamente.
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Quizá el campo de los libros es menos obsequioso con estos gafes. Se supone que allí hay mayor cuidado. Pero existen también problemas, pues, comenzando desde las editoriales y editorialcillas, el escenario puede empezar a empeorar. Como sucedió con la primera edición de “Marihuana par Göering” de Ramón Illán Bacca, editado por Ediciones Lallemand Abramuck, y “Señora Tentación”, del mismo autor. El primer texto fue un asalto a la estética, una edición para llorar, y, para, remate, fue secuestrada, pues el editor tuvo problemas jurídicos. Ramón Bacca siempre estuvo acompañado de esa suerte que con congeniaba con su risueño modo de vida.
El segundo, es el resultado editorial del descuido y la pusilanimidad. O centros de publicación que no saben nada de distribución, y los libros mueren en la boca de las máquinas impresoras, como el poemario de Miguel Iriarte Semana Santa de tu boca, cuyas dos primeras ediciones no contaron con el favor de la comercialización, a pesar de sus inmensas calidades líricas.
Esperemos que no suceda igual con la tercera, que ya está siendo distribuida.
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Digamos poco sobre libros de profesores universitarios que no tuvieron ni siquiera corrección de estilo y una edición poco menos que menesterosa, cuya pusilanimidad se encontraba desde la portada, el papel, el tipo de letras, en fin: un honor al fracaso. De hecho, recibir un libro como esos se constituían en un deshonor para el posible (o imposible) lector
Algunos escritores de este lar barranquillero también han sido magullados por esos excesos de descuido: les editan libros que no son bien (ni siquiera mal) distribuidos. Y no solo eso, sino con ediciones prácticamente fraudulentas, sin respeto a los derechos de autor y sin el favor de que por lo menos los tipos de papel que utilizan contribuyan a recoger siquiera algo inútil, lo cual hace que los lectores no bendigan esas novelas, cuentos, poemas o ensayos, sino que los escondan vergonzosamente.
¿Pero qué pasa cuando hay detrás toda una industria, todo un círculo de producción que llega hasta sus más altas cotas de calidad editorial? Aparentemente esas empresas no tendrían esos problemas. No obstante, no dejan de existir muchos que caen en esos mismos errores. Uno de ellos: en algunas editoriales usan varios correctores de estilo, y, sin embargo, no dejan de aparecer gazapos. De un libro a otro saltan los mismos errores.
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Esa es una reflexión que siempre me he hecho, pero que no atinaba a encontrar un momento para escribir sobre ello. Y me llegó ese día, pues luego de que la fiebre del lanzamiento de “En agosto nos vemos”, de los comentarios, entrevistas y de toda la fiebre de la publicidad que culminó, me puse a leer la novela, luego de terminar algunas otras de Juan Gabriel Vásquez, un escritor digno de analizar.
Detrás, contaba mi experiencia como corrector de pruebas años ha, en El Heraldo, con mis amigos y colegas de oficio Kelsy Crissón, María Tatis, Mañe Guerra, Israel Buzón y Rafael (qepd). Dentro de ese oficio, tuve una primera experiencia con García Márquez en 1986, cuando corregí un capítulo de “La aventura de Miguel Littin en Chile”, y que sería publicado como primicia, junto a El Espectador o El Tiempo. ¿Había errores? No recuerdo. En mis lecturas de la obra del Nobel yo nunca había encontrado algún error.
Las expectativas creadas alrededor de “En agosto nos vemos” fueron muchas. Los conceptos y opiniones, también. Pensaré, como el periodista Jaime de la Hoz, que son varios cuentos unidos con unos personajes centrales. Pensaré que es una obra agradable, bien escrita, y, etc. Pero mi sorpresa llegó cuando leí en la página 80: “Ana Magdalena se había adaptado a él, se hizo como él, y él la conoció tan a fondo que terminaron por ser uno solo”. ¿Cómo así? ¿Eso ya no lo habías leído antes?, me dije. El momento proviene del tercer encuentro fortuito con hombres de Ana Magdalena y comienza a evaluar si su esposo sospecha de lo que hace en las noches el día que pone flores a su madre en el cementerio de la isla donde está enterrada.
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¿Dónde leí antes eso?, me volví a preguntar. Comencé a hojear hacia atrás: página, 25, no. ¿Página 32? Tampoco. ¿Dónde lo vi? Seguí auscultando. Dale que dale. ¿Página 40? Caliente, caliente. Y en efecto, lo encontré en la página 44, así como sigue: “Ana Magdalena se había adaptado a él, se hizo como él, y se conocieron tanto a fondo que terminaron por parecer uno solo”. La escena viene a cuento luego de que los esposos Doménico Amarís y Ana Magdalena Bach son observados por el narrador desde que se conocieron y ya se encuentran en una rutina amorosa deliciosa, pero con cierto cansancio.
¿Eso es todo? Pero si se parecen poco, dirá el satisfecho lector garciamarquiano. No creo que haya algún problema en ello, dirá otro. Pero si solo es en la primera parte donde se asemejan, dirá otro. ¿Tú le ves algún problema a eso?, planteará algún último lector. No haré un estudio sintáctico o de otro tipo, pero baste decir que las frases inicialmente son iguales: en las páginas 44 y 80: “Ana Magdalena se había adaptado a él, se hizo como él”, y la diferencia es en la segunda parte. Para el caso de la página 80 es como sigue: “y él la conoció tan a fondo que terminaron por ser uno solo”. Mientras que en la página 44 leemos: “y se conocieron tanto a fondo que terminaron por parecer uno solo”.
En el primer caso (que es realmente el segundo en la paginación, la 80) el narrador se inclina o muestra de manera indirecta (porque es contado en tercera persona) el pensamiento de Ana Magdalena. Existe allí una reflexión, un balance del deterioro del matrimonio y que, posiblemente, volteando ella la situación de infidelidad, le atribuye a él posibles relaciones extramatrimoniales. En tanto, en la página 44, se observa un caso de mayor unión, de balances gratos, de expresiones profundas de amor, cuando todavía Ana Magdalena no se ha adentrado en cuestionarse a sí misma por sus relaciones extras anuales.
Pero no entremos en esos detalles de contenidos, pues se trata de plantear: ¿el escritor lo escribió así? El editor, Cristóbal Pera, ¿lo dejó pasar porque García Márquez lo planteó así y había que respetarle su decisión? ¿Fue error de Pera? ¿No fue ningún desliz? ¿García Márquez, en sus completos cabales lo hubiera evitado? ¿O, es mi libro el que tiene esa repetición? O: ¿hace alguna diferencia esa duplicación? Es sabido que García Márquez no gustaba de los correctores, pero que debía utilizarlos, pues él mismo reconocía algunos dislates en su escritura.
En todo caso, como anoté antes, García Márquez era un lector acucioso de su propia obra y no creo que hubiera querido repetir ideas o frases. Una editorial como Random House tiene el mérito de cuidarse de esos errores: ¿entonces, fue equivocación? ¿Así era como debía publicarse? ¿Estará así en los archivos de la Universidad de Texas, en el Harry Sansom Center?
Seguirán repitiéndose esos errores donde haya seres humanos. Baste revisar libros, artículos y toda clase de textos. No obstante, quedan muchas preguntas por responder. Ah, y no es un equívoco que no haya mencionado desde el principio a García Márquez, quien, posiblemente, se esté riendo o revolviéndose.