La Cueva alberga el mural 'La Mulata', que será la imagen de la edición 2022 del Carnaval de las Artes.
La Cueva alberga el mural 'La Mulata', que será la imagen de la edición 2022 del Carnaval de las Artes.
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‘La Mulata’ de Obregón es la ‘cara’ del Carnaval Internacional de las Artes

La obra que está en las instalaciones de la Cueva es la imagen oficial del evento.

La edición 2022 del Carnaval Internacional de las Artes tendrá como su imagen oficial a una de las obras más bellas y enigmáticas del legendario pintor Alejandro Obregón. Se trata del fresco ‘La Mulata’, también conocida como ‘La Mujer de mis sueños’.

La fiesta de la reflexión, que este año será presencial en casi su totalidad, es organizada por la Fundación La Cueva y se podrá disfrutar en tres escenarios: La Cueva, la Cinemateca del Caribe y La Calle de La Cueva desde el martes 22 al viernes 25 de marzo.

Según cuenta el periodista y director del Carnaval de las Artes, Heriberto Fiorillo, en su libro ‘La Cueva: Crónica del grupo de Barranquilla’, el odontólogo y dueño del bar Eduardo Vilá le preguntó a Alejandro Obregón, qué por qué no pintaba un mural en La Cueva.

Al otro día, un albañil llegó al bar y preparó la pared. En pocas horas Obregón pintó el mural.

La parte izquierda del fresco, de acuerdo con la investigación de Fiorillo, representa un busto de mujer que participaba del hieratismo de los maniquíes y, en sus jugosos labios, una especie de sonrisa espectral que centellea como una fugacidad de relámpago.

En el lado derecho, el verde, la referencia a la naturaleza, la vegetación, la botánica, la alusión a las flores cultivadas en el jardín de la febril imaginación de uno de los más vitalistas del Grupo de Barranquilla.                                                                                                                               

Desde entonces esa exótica ‘Monna Lisa’ del trópico, fraguó su propia revolución silenciosa desde allá arriba, obsesionando a todos y cada uno de los clientes de La Cueva con sus senos al natural y su mirada fija.

De acuerdo con Heriberto Fiorillo, Alfonso Fuenmayor, uno de los acérrimos cofrades de La Cueva, señaló que lo primero que hacían aquellos cazadores, intelectuales, obreros y la clientela completa al ingresar a La Cueva “era echar un vistazo al fresco de Obregón. Y era, también, lo último que se hacía”.

Quizás esa bella mulata allí en medio de hombres que bebían solos no era más que la representación de la nostalgia, del anhelo por la compañía femenina en medio de un bar en donde está colgado un cartel que reza: “Señora: Si no quiere perder a su marido, no lo deje ir a La Cueva”.

Como La Cueva es una enorme madriguera en donde no paran de entretejerse las historias, cuentan los que vivieron y se gozaron el cuento que el Toto Movilla (otro integrante del grupo), en venganza por una chanza pesada que le jugó Obregón, tomó su carabina y le propinó dos tiros al fresco.

Obregón se negó a restaurar el cuadro y los tiros siguen allí a la vista de todos, como si hubiesen sido concebidos como parte de la misma obra.

 

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