Adolfo Pacheco con Carlos Vives
Adolfo Pacheco con Carlos Vives
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@carlosvives

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Adolfo Pacheco, el más grande sociólogo del Vallenato

El parrandero que faltaba en las celestiales veladas de acordeón y gaitas.

Por Ignacio Consuegra Bolívar

Con el fallecimiento del maestro Adolfo Pacheco Anillo, pierde el país a uno de los más prolíficos compositores, y quizás el último juglar del folclor nacional. 

Y sin lugar a dudas, el más alto exponente del Vallenato Sabanero. Auténtico pero ilustrado, se tituló como abogado en la Universidad de Cartagena e hizo de su natal San Jacinto un referente musical de la región Caribe.

Lamentable pérdida para el folclor y la academia, que para estos días le otorgaría un doctorado Honoris Causa a través de la Universidad Simón Bolívar, la institución que consideraba su segunda morada. 

Se nos fue un hombre bueno, curtido de la sabiduría de nuestros campesinos, el mismo que nos enseñó a valorar la importancia de lo nuestro. 

El que nos invitó a contemplar la naturaleza y el encanto de los mochuelos de un tal ‘Joche’ en los Montes de María; el que evitó conflictos provinciales regalando hamacas desde el cerro de  ‘Maco’ a Enrique y a Rosalbina; el mismo que le apostó al 'Cordobés’ con la fe ciega de un gallero empedernido, y que exhortó a su padre (‘El viejo Miguel’) a que volviera a su pueblo, sencillamente porque “la ciudad es ingrata con el provinciano” y porque “todavía le quedan amigos allá en el pueblo” donde el forastero pregunta por su persona. Y porque con la picardía de su alegre temperamento, se llevó a ‘Mercedes’ a pasear en coche por las románticas calles de Cartagena y terminar haciendo un nido de amor en el legendario Hotel Caribe.

Paz en la tumba del más grande sociólogo del Vallenato. El trasegar de su vida nos servirá como ejemplo de filantropía, honestidad y gallardía. A estas horas, muy seguramente, ya estará Leandro conversando con Escalona, con Durán y Juancho Polo, para recibirlo con honores como el parrandero que faltaba en las celestiales veladas de acordeón y gaitas. 

Y acordeones armonizados por ‘Colacho’, Fernandez y Landeros, y dónde Papa Dios como testigo funge como jefe de aplausos, encargándose además de animar con los consabidos ¡Apa! Coincidencia o casualidad: ¡APA! Son las iniciales de Adolfo Pacheco Anillo; un hombre que deja su nombre grabado en la dura piedra del Patrimonio Colombiano.


 

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