Juan Carlos Echeverry, exministro de Hacienda.
Juan Carlos Echeverry, exministro de Hacienda.
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Ganas al futuro

"El odio ofusca el pensamiento", señala el autor de la nota.

Por  Juan Carlos Echeverry

Pareciera como si cada uno de nosotros hubiera encontrado una buena razón para odiar a alguien. Estamos llenos de justificaciones para despotricar sobre lo que no nos gusta. Los izquierdistas se llenaron de razones para odiar a Álvaro Uribe. Los uribistas, a su turno, se llenaron de razones para odiar a Juan Manuel Santos. Los Santistas se llenaron de razones para sumarse al odio a Uribe de los izquierdistas. Ahora, una mayoría parece llena de razones para odiar a Iván Duque.

El odio ofusca el pensamiento. Una vez anida en el corazón, es difícil desarraigarlo, y tiñe lo que se siente y se piensa. Se convierte en la razón y justificación de todo lo que a uno le disgusta. 

Para los odiadores la solución de un sinnúmero de problemas es sencilla. Si solo desapareciera la causa del odio, creen, desaparecería la causa de los problemas. 

No es así. Claro está. Pero el odio tiene un poder terapéutico, que banaliza los verdaderos problemas, y los unifica en un sólo elemento. 

Es una ilusión peligrosa, pues nos quita el ojo en los problemas. Estos no desaparecen porque desaparezca Petro, Uribe, Santos, Pastrana, Gaviria o Duque. Haga usted un experimento mental: quítelos a todos ellos de sus pensamientos. Verá que los problemas siguen ahí. 

Haga otro experimento: piense qué indigna a los seguidores de sus oponentes; y aprenderá empatía sobre los problemas ajenos.

Los problemas solamente se solucionan si se los entiende a fondo, dificultad No. 1. Si se diseña una profunda estrategia de solución, dificultad No. 2. Si se tiene un equipo de campeonato para enfrentarlos, dificultad No. 3. Si se obtiene el mandato para comandar las palancas de las soluciones, dificultad No. 4. Si se despliega en el terreno de Colombia la potencia de las soluciones, dificultad No. 5. Y, por último, si la gente que está cargada de odio, apuro y desesperanza, decide tener un poco de paciencia para que la sanación opere, las soluciones se arraiguen, y la confianza crezca. 

Ese sería un nuevo día. El de dejar de pensar en contra y empezar a pensar a favor. No en contra de alguien, de este u otro. Sino a favor de uno mismo, como parte de esa paciencia, esa confianza, y esa escogencia de las soluciones en vez del odio. 

Tenemos que cambiar por dentro y a fondo. Afrontar las dificultades en lugar de pensar que a punta de odio se van a resolver. Pensar con aplomo y ecuanimidad quién puede sortear con éxito esas seis dificultades, y enrutarnos en la esperanza y el esfuerzo conjunto, en una espiral de ascenso, desde los problemas hacia las soluciones. 

Estamos rodeados de gente, fundamentalmente decente, con quienes dejamos de hablar porque odian al que favorecemos, y favorecen al que odiamos.

La ironía es que solo trabajando con esas personas podemos solucionar tanta vaina que hay que arreglar.

Tenemos en frente la mala economía, la falta de oportunidades y de trabajo. La educación imposible de pagar, con mala pedagogía y poco pertinente. La ausencia de justicia por todos lados. La inseguridad. Cómo si fuera poco, los recursos que ponemos para tratar de solucionar eso , en muchos casos los dilapidan o los roban. 

Estos son los verdaderos problemas, que las gafas ensuciadas de odio no nos dejan ver con claridad. Limpiemos las gafas. Dejemos de mirar nombres de políticos y de repetir antipatías. 

Cojámosle simpatía al vecino y ganas al futuro, pongámosle verraquera a las soluciones, dejemos de hablar mal de alguien y empecemos a hablar bien de eso que cada uno conoce y que es su aporte a que saquemos esto al otro lado. 

Odiemos solo al odioso odio. No sirve de nada y lo pervierte todo. Nos amarga el corazón y nos ofusca la mente. Si usted descubre un pensamiento de odio, descártelo, y éche pa’lante.

@JCechecerryCol

 

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