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Una historia compartida

El 8 de marzo pasado se conmemoró un nuevo día internacional de la mujer e implicó, merecidamente por lo demás, una serie de actos de tópicos diversos con el fin de visibilizar aún más el aporte y el rol que la mujer cumple, en sus variadas facetas, en la sociedad actual.

Sin duda que las diversas manifestaciones expresadas lo llevan a uno a hurgar en sus recuerdos en momentos o acontecimientos que adquieren, en este contexto, más sentido y significado. La memoria reciente me llevó por un extenso curso que realizamos hace unos 4 años sobre “Literatura de Mujeres”, en la primera clase fuimos interpelados sobre la base de dos preguntas: ¿Son muy pocas las mujeres que han escrito? Y, en segundo lugar, ¿Sobre qué escriben las mujeres?

Para tratar de responder la primera pregunta el nivel de divagación colectivo fue amplio y profundo. La respuesta más simple, a la luz de lo que la historia hasta ahora ha recopilado es que las mujeres habían escrito menos que los hombres. Una breve investigación nos demostró el error de nuestra primera aproximación a la respuesta y nos encontramos desde el mundo clásico con aportes literarios femeninos que han sido muchas veces menospreciados y que en la mayoría de los casos los que han hecho las compilaciones y las publicaciones han sido los hombres.

Hay momentos, sin duda, en que alguna voz femenina surge con fuerza y es imposible menospreciar su aporte, desde Safo, las mujeres cristianas, la intelectuales orientales y qué decir en plena Edad Media cuando hombres, incluido los Papas, cruzaban media Europa para recibir los argumentos de Hildegard von Bingen.

No viene al caso realizar una detalla enumeración de mujeres que han escrito, es sólo una referencia que puede tentar al lector a profundizar en ello.

La segunda pregunta nos parecía de más fácil solución, siempre se ha expresado que mientras el hombre escribe de lo público, las mujeres escriben sobre lo privado: el amor, la familia, la crianza de los hijos, el manejo del hogar, en fin. Pero si investigan un poco más se darán cuenta que las mujeres, al igual que los hombres, han escrito de todo, de sexo, de religión, de política, de filosofía, en fin. 

En muchas de dichas etapas la mujer ha tenido que redoblar esfuerzos para sobreponerse a situaciones que no la ponen en una condición favorable. No sólo los prejuicios sociales, las discriminaciones, sino que también con muchas de las concepciones de hombres, de las más variadas disciplinas, que han escrito para menospreciar sus aportes.

Recuerdo escritos de Aristóteles, Platón, San Agustín y qué decir de grandes personalidades del primer humanismo desde los siglos XIII y XIV en adelante. Christine de Pizan, es una de las tantas mujeres que se rebela ante un contexto machista, e incluso debe enfrentar literariamente a una de las mentes más trascendentes de aquella época: Giovanni Boccaccio. Pizán, después de una vida de comodidades, debe enfrentar el infortunio de la noche a la mañana: muere su padre y el rey de Francia, a quién privilegiadamente servía: al poco tiempo muere su esposo, queda a cargo de sus hijos y de su madre.

Reconoce con hidalguía que lo único que sabe hacer es escribir y decide hacerlo profesionalmente, de hecho, para muchos investigadores es la primera mujer que logra vivir de lo que escribe. Se enfrenta también a los fueros universitarios de la época y escribe su principal obra: “La Ciudad de las Damas” en la que construye un nuevo reino, un reino femenino y tiene la fuerza para enfrentar y levantarse en contra de una tradición masculina y, para la gran historiadora Victoria Cirlot, crea por primera vez una conciencia de género.

Tiene la valentía para construir una imagen de la feminidad en diálogo con una cultura machista predominante, siendo capaz de instalar una diferencia, ya que quien habla y quién escribe es una mujer. Para Cirlot, lo que hace Christine de Pizan, en los albores del siglo XV, es una clara anticipación del feminismo moderno, construye una obra en que cultiva la poesía, la historia, la política y los temas moralizantes.

La argumentación que despliega sorprende por su modernidad: la violación, la igualdad de los sexos, el acceso de la mujer al conocimiento, a la vida universitaria, en fin, están magníficamente desplegados y son tremendamente contestatarios para una cultura masculina que impone y domina. El libro se eleva a una obra capital dentro de la literatura de mujeres y para el desarrollo del pensamiento Occidental, muy lejos de los estereotipos de la literatura exclusiva de temas privados de las mujeres.

En mis años de formación de pregrado en la universidad recuerdo que la discusión de estos temas era, lamentablemente marginal. Los textos que leíamos, seleccionados por profesoras y profesores, tenían sin duda un sesgo de género. Conté con una profesora brillante a quien hasta el día de hoy admiro y a muchas de mis compañeras de las que siempre he valorado cada una de sus capacidades, pero para ser sincero, ni ellas ni nosotros generamos, para finales de la década de 1980, una discusión al respecto, algo que sin duda merecía discutirse.

En mi escudriñar bibliográfico, muy especialmente en las librerías de segunda mano, me empecé a encontrar con algunas referencias al tema, no de manera muy directa al principio, sino más bien como una forma novedosa de escribir de las mujeres, pero bajo la tutela de una cultura machista. Recuerdo un texto francés, no retengo la autoría en estos momentos, pero que para dar realce al aporte del género en el devenir histórico de la sociedad occidental, escribía sobre las “mujeres que estaban detrás de los grandes hombres”.

Hacía un esfuerzo por demostrar que las mujeres eran el verdadero poder en las sombras y que más de una derrotero histórico estuvo influida directa o indirectamente por la acción de una mujer. Si queremos situarnos allí, sin duda que podríamos encontrar una serie de referencias, algunas muy bien documentadas y otras más bien casuísticas, que apuntaran a dicha forma de escribir.

Hace muy pocos días cayó en mis manos el último libro de Julia Navarro, “Una Historia Compartida: con ellos, sin ellos, por ellos, frente a ellos”. En su prólogo, la autora se refiere a la consabida situación de que la Historia, y ella lo refiere incluso en términos temporales, ha sido escrita por los hombres hasta en el siglo XX, lo que explicaría, sigo con su argumento, la escasa parición de las mujeres como sujetos históricos relevantes.

Y agrega: “Pero estábamos ahí y sin nosotras sólo es una Historia a medias. No solo eso, algunas de las mejores páginas de la literatura universal han sido escritas por mujeres; otras tienen nombre de mujer, porque se escaparon de las páginas de libros escritos por hombres, pero son de mujeres al fin y al cabo, arquetipas unas, reales otras.” A continuación Julia Navarro se da el lujo de enumerar un enorme listado de reinas, cortesanas, inventoras, actrices, santas, escritoras y políticas, reflexionando con sentido de pertenencia a través de la siguiente expresión: “Hemos estado en todas partes aunque un manto de silencio se empeñara en cubrirnos e ignorarnos”.

La escritora española no se nubla con la idea de la oposición y el conflicto con los hombres, muy por el contrario, realiza una interesante reflexión: “Eso sí, no podemos contar las historias de estas mujeres sin tenerlos también en cuenta a ellos, porque desde el principio de los tiempos las vidas de hombres y mujeres han estado entrelazadas y no se explican las unas sin los otros, es decir, con ellos, sin ellos, por ellos, frente a ellos o con la ignorancia de ellos”

Así que no es sólo la historia de ellas, las que nos invita a conocer Julia Navarro, es la Historia de todos, pero contada no a través de una especial supremacía, sino desde los lugares comunes en que, desde nuestra experiencia cotidiana, sabemos que nos movemos hombres y mujeres.

Julia Navarro, sin duda que nos conmina, no sólo a reescribir la Historia, un ejercicio por lo demás siempre necesario, también nos interpela en nuestras historias personales, y que en la conmemoración del día de la mujer realicemos una pequeña reflexión y demos las gracias a todas las mujeres que han sido tan importantes en cada una de nuestras vidas: mi madre, mi esposa,  mi hija, mis abuelas, mi hermana, mis tías, mis primas, mis sobrinas, mis amigas, mis colegas, mis alumnas, a todas ellas el merecido reconocimiento en un día tan especial y sin duda que han aportado de manera muy relevante a lo largo de mi ya extensa vida.

El reconocimiento de siempre, sin ustedes, como dice muy bien Julia Navarro, yo no tendría una verdadera historia, gracias por compartir su historia conmigo.