Share:

Tengo la esperanza, la vana esperanza que…

Sociólogos de diferentes corrientes y épocas han intentado encajar, encuadrar o adecuar generaciones de seres humanos en un cajón conceptual que les permite compartir características sociales, culturales y humanas que los identifican y diferencian de otras generaciones: los millenials, los centenials, la generación de la posguerra o baby boomers, la de la guayaba, entre otros.

El ser humano se ve afectado en todas sus decisiones de vida por los fenómenos sociales, las artes, los escritores de literatura, la filosofía social o individual del momento, los pensadores influyentes de la época.

Pero sin ser la primera vez que la humanidad sufre una pandemia sí es esta la primera vez que lo sufre como pangea interconectada por los medios, las redes sociales y la tecnología, donde un soledeño, un tomasino o barranquillero puede conocer de primera mano por la televisión o el internet lo que ocurre en Londres en el Distrito de Candem con el Covid-19, donde los miedos de uno son los miedos de todos.

Esta pandemia ha reformulado al individuo, pero no a la masa.

El gobierno, los políticos, las ideologías siguen intactas, no se han actualizado a esta nueva realidad, pero irónicamente el individuo sí.

Y la razón es sencilla: El político todopoderoso, el juez de la alta magistratura, el alcalde intocable y el presidente de turno no sufren la pobreza que se aspira en cada calle del barrio Rebolo, de La Chinita o de Barlovento; del barrio Paraíso, de Boston o el Silencio; de los colados del barrio Prado, Villa Country y Altos de Riomar.

A estos superhumanos, la pandemia realmente les ha obligado a trabajar más, pero no los ha tocado en su esencia.

Por eso, como ser humano siempre he propugnado por el individuo, y no por el individualismo, que es el que realmente cambia al mundo, en esa capacidad del ser humano de convencer a la masa y no la masa al ser humano.

Tengo la esperanza, vana esperanza de que, irónicamente, el hombre encuentre su felicidad en sí mismo y en el presente, que sepa ahorrar para el futuro y que, en esta vida, la naturaleza debe convivir con nosotros y no nosotros dominarla a ella.

Tengo la esperanza, vana esperanza de que los pandemials, todos nosotros como individuos desde el año 2020, saquemos lo mejor de cada uno y lo pongamos en marcha, que creemos individualmente la máquina a vapor de la solidaridad, que el Covid-19 nos haga elegir mejores personas más que mejores políticos.

Porque si algo espero de los pandemials, y de mí mismo, es que el Covid-19 me haga mejor, mejor profesor, mejor abogado, mejor padre, mejor esposo, mejor deportista, mejor persona.

Porque todos somos uno, y como uno, veremos afectados todos nuestros miedos.

Ya no es quedarnos sin empleo, ya no es que nos abandone el gobierno, ya no es que nos invada Maduro y sus socialistas recargados; ahora el miedo viene del propio planeta tierra que busca eliminar sino cambiamos, a como dé lugar, ese virus llamado humanidad.

Que sólo piensa en ella como masa y nunca como individuo, que entiende poco del otro porque sólo aprende de lo que le sucede en sus propias experiencias, que no tiene conciencia de la contaminación, hasta que sus hijos no pueden respirar bien por el smog.

Tengo una esperanza, una vana esperanza, de que nosotros, los pandemials, superemos a la generación post guerra, a los centenials, a los millenials y la generación y, x y z, y que como humanidad aprendamos a convivir sabiendo que lo que pasa en Rebolo afecta en Alto Prado y que lo que concierne a uno nos concierne a todos. Tengo la esperanza, la vana esperanza.