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¡Soy alérgico! ¿Puedo vacunarme?

Por estos días, las personas alérgicas están muy preocupadas ante la posibilidad de no poder vacunarse debido a las reacciones que ha producido la vacuna de Pfizer y Moderna en Estados Unidos y en el Reino Unido, lo que ha generado cierto temor en este grupo poblacional.

La pregunta que surge entonces es: ¿pueden vacunarse los pacientes alérgicos? la respuesta es: sí, veamos:

La vacuna contra el coronavirus ha sido una de las vacunas más escrutadas y con mayor vigilancia de todas las creadas hasta la fecha. Sin embargo, a pesar de lo rápido de su diseño, elaboración y aplicación, los efectos colaterales graves han sido pocos. No obstante, ante la ocurrencia de algunos hechos sucedidos en estos países en donde, hasta la fecha, han resultado 26 personas con reacciones alérgicas, algunas de ellas con anafilaxis posterior a la aplicación de la vacuna, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos, dispuso que, para la aplicación de la vacuna en pacientes alérgicos es necesario dividirlos en dos grupos:

 1) Aquellos con antecedentes de alergias leves o moderadas.

 2) Aquellos que han tenido reacciones alérgicas graves tipo anafilaxia.

Se entiende por anafilaxia, la reacción alérgica potencialmente mortal caracterizada por erupciones, caída de la presión arterial, dificultad respiratoria y taquicardia que ocurre posterior a la ingesta de alimentos o medicamentos, como también, después de la aplicación de una vacuna.

En el primer grupo, es decir, aquellas personas que tienen alergias leves o moderadas como por ejemplo: al polvo casero, al huevo, látex, veneno de insectos, antibióticos, a los AINES como aspirina e ibuprofeno, a algunos alimentos como los mariscos y la leche, entre otros, no tendrían problema en aplicarse la vacuna, es decir, estas personas pueden vacunarse, pero bajo cierta condición y es que, después de la aplicación, deben permanecer en observación durante un periodo de al menos 30 minutos para asegurar de que no presenten una alergia severa.

En el segundo grupo, es decir, aquellas personas que en el pasado han tenido reacciones alérgicas severas tipo anafilaxia a medicamentos, alimentos o picadura de insectos, la recomendación es aplicar la vacuna, pero con un monitoreo más estricto y prolongado, por lo menos de una hora.

Según la CDC, la única contraindicación absoluta que se debe tener en cuenta para que los alérgicos no puedan ponerse la vacuna, es que tengan historia de anafilaxia a algunos de los componentes o excipientes de la vacuna, los cuales dentro su variedad, el principal sospechoso es el polietilenglicol (PEG) quien, hasta ahora, no se había usado en una vacuna. Sin embargo, esta vez debutó como estabilizador, como más adelante lo explicaré.

El PEG también conocido como macrogol, es un poliéter ampliamente utilizado en productos de uso diario, como la crema dental,  los champús y en algunos medicamentos. De igual manera, se le ha dado otros usos como disolvente, suavizante y aislante. A nivel médico, es usado regularmente como laxante, sobre todo en la limpieza del colon previo a estudios colonoscópicos.

¿Cómo funciona el PEG en la vacuna?

Ambas vacunas, la de Pfizer como Moderna contienen ácido ribonucleico mensajero (RNAm) envuelto en nanopartículas lipídicas (NPL) que ayudan a transportar ese RNAm al interior de las células humanas. Estas NPL viajan unidas químicamente a moléculas de PEG que cubren el exterior de dichas nanopartículas aumentando su estabilidad y vida útil.

Imaginemos una burbuja del tamaño de una mil millonésima parte de un metro, la cual contiene el RNA mensajero; dicha «burbuja», está recubierta con polietilenglicol para estabilizar al portador, es decir, a las nanopartículas de grasa, ayudándolas a llegar y a entrar en las células. De modo que, lo que realmente hace el polietilenglicol es coadyuvar el proceso, evitando que la burbuja se rompa antes de alcanzar su objetivo.

Durante mucho tiempo se pensó que el PEG era biológicamente inerte, es más, la FDA aún lo considera como una sustancia con esa característica, pero cada vez hay más evidencias que apuntan a que no es así. De hecho, hasta un 68% de las personas tienen anticuerpos contra el polietilenglicol, probablemente como resultado del uso continuo de cosméticos y medicamentos. Sin embargo, en un 10% de estas personas la cantidad puede ser lo suficientemente significativa como para predisponerlas a reacciones alérgicas graves tipo anafilaxis.

Ante este panorama, lo ideal, antes de la aplicación de la vacuna a las personas sospechosas de una potencial alergia al PEG, sería realizarles una prueba en sangre llamada anticuerpos anti-PEG la cual determinaría, según los títulos de anticuerpos presentes, si una persona está predispuesta a presentar una reacción anafiláctica a dicha sustancia. Desconozco si esta prueba se encuentra disponible en nuestro país.

El no disponer de esta prueba justificaría que algunas personas con sospecha de reacción alérgica al PEG, consideren no vacunarse toda vez que, en estos casos, es obvio que los riesgos superan a los beneficios. Sin embargo, en los otros grupos que describí anteriormente, en cuyo contexto se excluye al PEG, no hay dudas de que puedan ser inmunizados, eso sí, conservando estricta observancia médica.

Para tranquilidad de los alérgicos, es importante acotar que, las reacciones anafilácticas son raras y ocurren con cualquier vacuna en aproximadamente una por cada millón de dosis, lo cual es importante en términos de seguridad si tenemos en cuenta que, hasta el momento se han aplicado cerca de 25 millones de biológicos de diferentes laboratorios a nivel mundial. De hecho, de los cerca de cinco millones de vacunados con el producto de Pfizer- BioNTech a seis de enero de 2021 en Estados Unidos y, el millón en el Reino Unido, solo se han presentado 26 reacciones alérgicas lo cual es considerado como un porcentaje bajo en un producto que apenas se estrena.

De otra parte, la mielitis presentada tras la aplicación de la vacuna de AstraZeneca, según determinaron los expertos, no estuvo relacionada con la vacunación.

La vacuna de Moderna parece tener un mejor perfil de seguridad. Sin embargo, también cuenta con reacciones alérgicas, pero en menor proporción que la de Pfizer, aunque se han reportado casos de parálisis del nervio facial que, según los entendidos, parecen no estar relacionados con la vacuna. Se cree, en el caso de Moderna, que los efectos secundarios no son causados ​​por el polietilenglicol, sino por las nanopartículas lipídicas que salvaguardan el RNAm y que posteriormente son desintegradas por el cuerpo. Esto se debe a que dicha vacuna tiene mayor cantidad de RNAm que la de Pfizer y menor cantidad de PEG, razones por la que es más costosa y menos alergénica.

El temor y el escepticismo para NO vacunarse que se ha generado, tanto en los alérgicos como en la población general, no debería inclinar la balanza en contra si analizamos la otra cara de la moneda como lo son: las muertes que ha producido y sigue produciendo la enfermedad, las temibles UCIS y sus intubaciones, las secuelas, los confinamientos y las restricciones a la libertad. De modo que, la mejor opción para salir de esta pesadilla y volver a como éramos antes, es indiscutiblemente la aplicación masiva de la vacuna, incluyendo a los alérgicos, pero exceptuando a aquellos que son susceptibles al sospechoso polietilenglicol.

Personalmente, considero que vale la pena exponerse a los riesgos del novedoso antídoto que morir aislado en una UCI devorado por el virus. Sin embargo, estoy de acuerdo que sopesar dichos riesgos y beneficios es una cuestión individual, si tenemos en cuenta que aún desconocemos los posibles efectos a largo plazo de las vacunas en cuestión.

¿Qué tan alto será el riesgo? Será el tiempo el que nos aporte más claridad al respecto.

Ilustración