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Reflexionando desde “las memorias emblemáticas”

Steve Stern aporta a la conceptualización histórica un concepto relevante, lo que el profesor estadounidense denomina las “Memorias Emblemáticas”. La memoria ha estado asociado a la Historia desde sus orígenes como disciplina y aún es parte de su esencia.  Como dice Eric Hobsbawm, “al historiador le corresponde recordar lo que otros quieren olvidar”. Lo relevante de la propuesta de Stern radica en el hecho de comprender cómo se construye la memoria, al fragor de las luchas políticas, que se encuentra condicionada por el momento histórico, lo que determina la posibilidad de que la memoria sea renovada por las generaciones. Por lo anterior, el mismo autor plantea  la necesidad de reflexionar sobre la índole de la memoria y la política de la memoria.

Las memorias son, por tanto, expresión de su tiempo, no son fijas, predeterminadas o definitivas, muy por el contrario, están en proceso permanente de reflexión, se ven influidas por las constantes del tiempo, representan con claridad intereses y significados, son la expresión más clara de la posibilidad de darle sentido y significado a una serie de eventos que dejan de ser acontecimientos desconectados. Son fruto además, al estilo de lo que se refería Erich Kahler, de una “mente comprensiva, que los comprenda y que al entenderlo, los crea y le asigne un significado, ya sea como forma o como propósito”.

Lo característico de la memoria, por cierto, no tendría que ver, en la esencia de la disciplina histórica, con el simple recuerdo del pasado, más bien, como lo plantea con tanta claridad el profesor Carlos Peña, “tiene relación con los significados que hoy día somos capaces de atribuirle a esos hechos. Por eso, no es excesivo decir que la memoria no rescata del olvido los hechos desnudos, desprovistos de todo sentido, sino que hace comparecer ante nosotros un mundo, un horizonte de significaciones que los acompañan y que les confieren el sentido que los anima. La memoria, en una palabra, se crea y se recrea una y otra vez.”

Un ejemplo nos pueden ayudar al respecto. La forma en que el hombre de los albores de la primera modernidad, de lo que la historiografía tradicional ha llamado por tanto tiempo Renacimiento, construyó una imagen de la memoria de los diez siglos anteriores que estuvo muy al servicio del significado de lo que el “uomo moderno” quiso darle a su presente. Así nace el concepto de Edad Media con todos los calificativos negativos que se siguieron alimentando en los siglos XVII y XVIII. Se recordó el pasado no sólo para evocarlo, se le dio un sentido y un significado que sirvió a los intereses de su época que, por contraste, se veía muy valorada.

Una memoria emblemática distinta construyeron los hombres del siglo XIX, en especial a partir de la divulgación de las ideas que conforman el Romanticismo. Para intelectuales como Herder, Hamann, Schiller, la Edad Media no es la época oscura, ignorante, ruda, tosca y sanguinaria, muy por el contrario, se reconocen los valores medievales, se reescritura la época en torno a una sensación contemporánea de abatimiento ante una razón que parece opresiva y dictadora y que ha anulado aquello que alimenta el alma y el espíritu. El Romanticismo busca en la memoria medieval elementos que puedan darle un nuevo sentido y significado que permita rebelarse contra aquello que el racionalismo había instalado.

Debemos tener claro que, al estilo del tiempo histórico, la memoria es una creación de la época, de los intelectuales, muy posiblemente de los filósofos y de los historiadores y que se proyectan al resto de la población en la medida que hagan sentido. Lo anterior es muy relevante, ya que no podemos creer que la memoria sea una invención de significados, que podrían ser, recordando Orwell 1984, tremendamente manipuladores de la realidad, que terminaría por falsearlo todo. Lo que nos plantea Stern es que los significados que constituyen el relato de la memoria se forjan en el entramado social, se fundamentan en narrativas, símbolos y valores que dan pertenencia a la comunidad y echa mano a las virtudes que sus integrantes valoran, protegen y cultivan con un compromiso intergeneracional.

Son, sin duda, virtudes aspiracionales que pueden relacionarse con inspiraciones asociadas a la igualdad, aquella que nos confiere la ley y que por ende posemos los mismos derechos que nos pueden defender de los arrebatos del Estado; pero también el deseo de que todos podamos acceder por igual a los medios necesarios para desenvolvernos en nuestra vida, lo que nos pone, no en la vereda del frente del Estado, nos de la mano con él, lo queremos a nuestro lado para que proteja y genere condiciones que permitan a todos y cada uno de sus integrantes desarrollar al máximo sus capacidades. La prioridad de una u otra virtud, puede develar, la historia misma lo relata, trincheras ideológicas y políticamente enfrentadas.

Así, nos plantea el profesor Stern, cuando la memoria se construye, mediante la política y sus luchas, lo que realmente estaríamos haciendo sería recuperar los valores y virtudes que alguna vez se transgredieron y a partir de los cuales creemos que es fundamental construir nuestra comunidad.

A partir de este marco conceptual, proveído por las profundas reflexiones proporcionadas por el Steve Stern me he cuestionado qué memorias emblemáticas levantaremos, desde ahora en adelanta, de los últimos tres años de la Historia de Chile. Para una mejor delimitación, me refiero al período que va desde el estallido social del 18 de octubre de 2019 hasta el plebiscito del 4 de septiembre de 2022 que rechazó la propuesta de una nueva constitución para Chile, y que además estuvo cruzado por la peor pandemia que nuestra generación haya vivido.

Algunos dirán que estamos muy encima, que podríamos estar haciendo más ficción que realidad o que estaríamos en  un ejercicio historiográfico contra fáctico poco responsable, en el sentido que las proyecciones de estos acontecimientos aún no se han desenvuelto en toda su complejidad.

Pero me quiero permitir compartir con ustedes un ejercicio que he realizado con mis alumnos de un curso electivo de Ciencias Políticas en la institución en que trabajo. Son 17 alumnos y alumnas de entre dieciséis y diecisiete años, que, en su diversidad ideológica, mapean su sociedad desde distintas trincheras. Realizamos un trabajo previo en que tomamos la metodología propuesta por la ex presidenta Michelle Bachelet en su segundo período presidencial, para realizar una discusión la más ciudadana posible que permitiera entregar insumos sobre los valores, principios, derechos y deberes que deberíamos propiciar en una propuesta constitucional.

Del listado de principios, valores, derechos y deberes los alumnos eligieron y priorizaron, defendieran y fundamentaron, renegaron y contra argumentaron. Luego se organizaron en grupos y respondieron a la siguiente pregunta: “De acuerdo a lo discutido en clases y la opinión personal de los integrantes del grupo, y teniendo en cuenta el resultado del Plebiscito del 4 de septiembre pasado que rechazó la nueva constitución ¿Creen que la redacción de una nueva carta Constitucional es necesaria y podría favorecer una proceso de reconciliación nacional?  Estaba invitando a mis alumnas y alumnos a construir una memoria del proceso, desde su especial trinchera política y en sintonía con los valores, principios, derechos y deberes que habían consensuado".

Las respuestas se movieron desde el grupo que expresó que sí era necesaria una nueva constitución, que nos permitiera superar las divisiones que mantenemos del pasado y que nos permita en conjunto construir una propuesta que nos integre y que respete nuestras diferencias; para otros no era necesaria una nueva carta constitucional, ya que lo que más necesario que construir un nuevo pacto político debíamos avanzar en un nuevo pacto social en donde estaba el meollo de las luchas y reivindicaciones que definieron las bases del estallido social y que no necesariamente son resueltas por una nueva carta constitucional; para otro grupo no era necesaria discutir una nueva carta constitucional ya que la actual, con sus procesos de reforma incluidos, había demostrado ser superior a la propuesta que la Convención Constituyente nos había propuesta para ser votada el 4 de septiembre pasado y que podía ser actualizada a través de reformas que corrigieran y perfeccionaran el sistema político sin el aíre refundacional del proceso fracasado.

He realizado un resumen de las propuestas de los grupos, en ellas buscan integrar, al análisis constitucional, la experiencia histórica de Chile de los últimos tres años, desde su especial mirada ideológica, fundamentada en los principios, valores derechos y deberes que priorizan en la construcción de nuestra sociedad. No sé si alguna de ellas se elevará al nivel de una memoria emblemática que construiremos en esta o en las futuras generaciones, pero me emocionó que hayan sido capaces de reflexionar, defender sus puntos de vista y ser consecuentes con sus miradas.