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¿Quién no ama su patria, no ama a su madre?

Ronda por las redes esta afirmación, categórica, de un cantante muy popular, que compara el amor que se siente por la patria con el amor que se siente por la madre, en un símil complejo, que iguala el cariño, afecto y sacrificio por la construcción social llamada patria con el del ser que nos ha dado la vida.

Celebrando el día de la madre, paella en mesa, entre chats de clientes, familiares y amigos, pensé sobre la cantidad de madres que, por culpa de la patria, su aparente competencia sentimental, lloran la ausencia y carencia de sus hijos.

Unas porque están desaparecidos, otras porque fueron asesinados; unas porque iban de civil, otras porque vestían uniforme.

Todas sufren a sus hijos, porque todas los aman por igual. No hay diferencia en ese llanto, no hay colores en ese dolor. Y concluí, sin miedo a equivocarme que ¡No es justo!

¿Cómo pueden ser tan irresponsables de equiparar el amor a la patria con el amor a una madre?

Una buena madre da la vida por sus hijos, no los hijos la dan por su madre, como sucede con la patria.

Una buena madre, por sus hijos, busca dinero donde toque, así sea vendiendo su dignidad o luchando hasta sangrar; no como la patria, cuyo sacrificio es inexistente y su dignidad es un constructo manchado por pésimos administradores que desconocen el tamaño de su importancia y la vigencia de su poder, que consigue el dinero de los bolsillos de sus hijos y que, en muchos casos, arrebata su poco producido diario injustamente, sin sacrificio alguno.

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Una buena madre trabaja a deshoras, da del tiempo que no tiene y sacrifica sus propios placeres por el más mínimo deseo de su retoño; no como la patria, llena de burocracia holgazana, pretensiosos funcionarios que no conocen a su pueblo, a sus hijos, que no arriman la nariz a los bordillos ni a los barrios populares, que dirigen desde un pedestal donde olvidaron lo del ser “servidor” para pasar a apropiarse de lo “público”.

Una buena madre clama a la divinidad para que proteja a su hijo, que sea bienaventurado su futuro, vislumbrando cuál será el porvenir, uno que ojalá sea en paz; no como la patria, donde abusando de su nombre, deciden cortoplacistamente; donde quienes a nombre de la patria regulan, legislan pensando en tapar un hueco fiscal que ellos mismos crearon y cínicamente endilgan a sus propios hijos, señalándoles con culpa; una patria que lo que hace es sobrecargar y aprovecharse del pueblo para encubrir a sus protegidos, a sus amantes, a sus socios de antaño, jugando bajo el principio según el cual entre más usurpe, mejor.

Es tan irresponsable que alguien decida amar a la patria como a su propia madre por el simple hecho de que entre estos dos entes no existe identidad alguna.

Una madre, y el amor que se siente por ellas, es inconmensurable, sus brazos son refugio contra toda tristeza, sus palabras bálsamo sanador; porque todos los días de tu vida, cuando estás en el campo de batalla, habrá alguien que siempre levantará una plegaria a tu nombre, cosa que jamás la patria hará por ti; porque el amor de una madre es el único capaz de aceptarte, así no te entienda y le cueste, tal cual como eres; porque el amor de una madre es incomparable con cualquier otro.

Jamás entristezcas a tu madre en nombre de la patria, no es justo, pero nada pasará el día que, en nombre de tu madre, defraudes al contrario.

La patria es importante pero jamás como una sola madre. Porque una madre la llevamos tatuada en la piel, en nuestro ombligo, donde durante toda nuestra existencia nos recuerdan que venimos de ellas, que le debemos la vida a ellas.

Porque una buena madre, es presencia sagrada, materialización de la divinidad. A todas aquellas mamás que esperan siempre que sus hijos duerman en paz, sanos y llenos de felicidad; a todas aquellas que se levantan preguntándose cómo están, qué hacen y que harán hoy, que se encomiendan para que les vaya bien en ese día y todos los días, y que buscan lo mejor que puedan darles, a todas aquellas mamás que sufrieron la pérdida de sus hijos, dolor insoslayable, mi más caluroso abrazo.

A todas aquéllas que aún esperan explicaciones sobre dónde están sus hijos, oro por Uds. A todas las mamás, feliz día.

Por eso, a mí parecer, la frase está mal, errada y es un símil incomparable, una hipérbole desmedida y desalmada, que desde su génesis implica un sacrificio imposible y un amor que le piden repetir, irrepetible. ¿Si no amas a tu madre y piensas en lo que ella sufre si te pasa algo, cómo puedes amar algo más?.

Porque quien no ama a su madre, no puede amar nada, ni a la patria, ni a los amigos, ni a su padre, ni a su trabajo, ni a nada. Porque todo lo que soy y espero ser, se lo debo a mi madre y no a la patria, así ella me haya enseñado a amarla también.

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