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¿Qué tipo de socialismo se piensa en Colombia?

En boca de jóvenes y mayores, en las redes sociales y otros medios la gente se expresa a favor del socialismo, pero, al analizar sus conceptos, salta a la vista el tipo de confusión que les domina al expresar, con poca claridad, lo que añoran, sobre todo ahora que se tiene un presidente de izquierda.

En términos teóricos e históricos, los socialismos existentes en los siglos XIX y XX fueron el descalificado socialismo utópico por la crítica de Marx y Engels, el socialismo de los anarquistas y el llamado socialismo científico de los fundadores del marxismo.

Este último fue el de más impacto, pues creó una escuela a nivel mundial e influyó de manera notable sobre las ciencias sociales. Pero su influencia en la vida real se produjo cuando las ideas de los fundadores se aplicaron en la transformación revolucionaria de la sociedad, en los casos icónicos de la Unión Soviética, de China y de Cuba, por mencionar las más relevantes.

Ha sido tan decisiva esta concepción marxista que todavía la defienden los integrantes de la izquierda radical totalitaria, a pesar de que se derrumbó la Unión Soviética y sus satélites, y de que los chinos demolieron el ineficaz modelo económico socialista para reintroducir la economía privada y el mercado.

En las redes sociales hay personas que expresan la confusión de que los países del norte de Europa son socialistas, sin especificar bien cómo son esos países y sin entregar argumentos sólidos para sustentar su apreciación. 

El hecho es que los países del norte de Europa no son socialistas, en el sentido de Marx, porque se apoyan en la economía de mercado, en el capitalismo, en la economía privada y en un Estado regulador que ha permitido crear uno de los mejores Estados de Bienestar de Europa.

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Tampoco son naciones con una dictadura de partido único, como la propuesta por Marx y Lenin, ni han destrozado las libertades y el pluralismo, como lo hicieron los gobiernos totalitarios de talante marxista en todo el planeta, sino que se mueven en el marco de la democracia, del reparto de poderes y sus instituciones, con lo cual han logrado establecer sociedades muy libertarias y respetuosas de los derechos humanos y de las normas legales que regulan la vida social.

Ninguno de los países socialistas que aún existen casi en estado puro (Corea del Norte y Cuba) puede exhibir el nivel de vida, la calidad de vida y las libertades de aquéllos países, porque están saturados de opresión y de muchísimas necesidades por resolver.

Otras personas, en las redes sociales y documentos escritos, conciben a China como un país socialista. Para plantear esta definición se basan en el hecho de que existe en ese país un partido único que controla el poder y se autoproclama comunista. 

Esto es como creerle a Uribe que los funcionarios de su gobierno, sancionados por la justicia o sub judice, son impolutos porque el jefe dijo que eran impolutos. Las palabras, en muchos casos, solo sirven para ocultar la realidad de las cosas. El mismo Marx enseñó que los individuos o los grupos no son lo que dicen ser, sino lo que demuestran en la práctica.

Los gobernantes chinos le pueden llamar a su partido comunista, y algo de razón han de tener, pues ese nombre proviene de los tiempos de la revolución y del gobierno de Mao. Pero ese partido maneja una idea del comunismo bastante extraña, ya que en sus filas militan empresarios y otro tipo de personas que pueden ser comunistas de boquilla, pero no de hecho.

Si Mao o Marx todavía vivieran se hubiesen infartado al observar que, en un partido creado para destruir al capitalismo, militan personas que se mueven en la economía de mercado haciendo negocios como cualquier capitalista. Claramente, este es un caso en el cual se recubre la realidad con expresiones inadecuadas que la velan, para engañar o para mantener unidos a quienes creen en las tradiciones comunistas.

Lo que comprueba si China es o no un país socialista, en el sentido de Marx, no es lo que declaran los líderes y el nombre del partido único, sino el carácter de su economía y de la sociedad. Desde finales de los años setenta del siglo XX, esa gran nación se convirtió en otra cosa, muy diferente a lo pregonado por sus jefes.

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Estos le llaman a su proceso economía de mercado socialista. Esa combinación no es más que una frase bonita, otra vez, para cubrir la realidad y para eludir la mala conciencia con una expresión dirigida a los oídos comunistas de su propio patio o al exterior, pero un tanto encubridora de lo que ocurre en la realidad.

Lo que hizo Deng Xiaoping y su fracción a finales de los años setenta del siglo XX no fue reformar el socialismo para que se viera mejor. De hecho, sus cambios tumbaron el obsoleto modelo socialista de Marx que ahoga la economía y la hacía ineficiente, sobre todo en la producción de bienes de consumo y servicios.

El partido comunista, al mando de este líder, aplicó profundas reformas para abrirle paso al capitalismo, a la economía de mercado y a las grandes, mediadas y pequeñas empresas. Tan esencial y positivo fue esta transformación que China logró sacar de la miseria y la pobreza a más de 600 millones de personas y dejó de ser el país atrasado que era para convertirse en la segunda potencia económica del planeta.

Según cifras oficiales, más del 80% del empleo nacional es generado por la economía privada, no por el Estado, y la nación creó una creciente clase media con una calidad de vida y un nivel de vida que nunca tuvo bajo el obsoleto socialismo de Marx. Precisamente, tumbaron ese modelo socialista porque los podía llevar al desastre, como ocurrió con la Unión Soviética.

De tal manera que si los socialistas criollos tienen en su mente al modelo chino como un ejemplo de país socialista se equivocan, porque esa gran nación ya no es socialista, sino capitalista. Es un capitalismo muy dinámico, con una dirección política que se autoproclama comunista y que parece sentir vergüenza de haber restaurado la economía privada para sacar a su pueblo de la miseria y la pobreza y para salvar su propio poder partidario.

Algunos socialistas criollos también parecen soñar con la Unión Soviética como un modelo de utopía y de sociedad feliz. Pero, tal vez por ignorancia, no tienen en mente que ese país se derrumbó a principios de los años noventa del siglo XX, junto con su esfera de influencia. Ese derrumbe no se produjo porque representara un sistema de vida sabrosa, sino porque el paquidérmico modelo socialista de Marx solo generaba escasez, ineficiencia y maltrato a las mayorías, a pesar de que había nacido al mundo para salvar a la humanidad y para posibilitar inmensos ríos de riqueza.

Los jefes del Jemer Rojo ordenaron la ejecución de intelectuales y otros "enemigos" de la que llamó Kampuchea.

¿Qué tipo de socialismo se piensa en Colombia para cambiar la sociedad? En la izquierda radical totalitaria, que abarca a las guerrillas y al izquierdismo tradicional, todavía se piensa en el modelo socialista de Marx para salir de la desigualdad económica extrema que nos consume y de los problemas relacionados con el narcotráfico, el paramilitarismo y la corrupción.

Pero esas personas, alejadas de la realidad histórica, no se han dado cuenta que ese socialismo fracasó irreversiblemente en todos los lugares en que lo implantaron. Y fracasó porque mató la libertad, el pluralismo y la economía, tres baluartes de las sociedades contemporáneas sin las cuales no puede existir ningún buen vividero, una vida sabrosa y sin tanta represión. 

El socialismo totalitario de Marx tenía como norte la muerte del mercado, de la economía privada y de la democracia, como la pensaron los grandes teóricos que le habían antecedido. Esta fue la causa teórica principal de los regímenes dictatoriales de partido único que cercenaron las libertades más elementales y convirtieron a sus países en nichos de represión, donde se llegó a situaciones tan extremas como los gulags, bajo José Stalin, y los genocidios patrocinados por los Jemeres Rojos de Camboya, invocando su tipo de sociedad y hombre nuevos.

Estos sistemas, represivos y genocidas, fueron la consecuencia de la aplicación de las teorías del cambio social de Marx, y ya no representan más la utopía soñada de la humanidad, ni posibles sitios para vivir sabroso. La represión y la injusticia, aparte de las dificultades económicas, aproximaron a esos experimentos socialistas más a las sociedades clericales del medioevo (por la eliminación del pensamiento crítico, definido como herejía) que a las sociedades modernas de economía de mercado y democracia.

De tal manera que cuando la izquierda radical totalitaria criolla piensa en el socialismo parece tener en mente al socialismo de Marx, un modelo que hoy solo existe en estado “puro” en dos países (Cuba y Corea del Norte) que se debaten en una contracción crónica, derivada de la represión del partido único y de un modelo económico socialista que hace agua por todas partes, debido a la ineficiencia productiva y distributiva que provoca escasez y muchos problemas a las mayorías. 

¿Cómo se explica esta pretensión ahistórica de la izquierda radical totalitaria criolla? Esa izquierda hace rato que abandonó el camino de la ciencia y del pensamiento crítico y se inclinó por la ruta del dogmatismo. Por esa razón, está de espaldas a la realidad histórica, la cual muestra y permite comprobar el fracaso del socialismo de Marx en todos los países en que se aplicó.

No ve, por ese dogmatismo que conduce al conservadurismo de izquierda, que ya la utopía del siglo XIX y de principios del siglo XX, la utopía de Marx, no es el camino más seguro hacia un mundo feliz, como él creía, sino la ruta más precisa para caer en el desastre, hacia la muerte de la civilización a causa del totalitarismo. Esto no son simples palabras porque ya ocurrió y seguirá ocurriendo, si la izquierda totalitaria insiste en flagelar a la humanidad con ese sistema obsoleto y fracasado.

La experiencia histórica indica que hoy es imposible vivir sin mercado y sin economía privada. Tumbar esas instituciones, como lo hicieron los discípulos de Marx, no resuelve los problemas sociales, sino que los acrecienta. Esto tampoco son simples palabras, porque ahí está la experiencia histórica del derrumbe catastrófico de la Unión Soviética, como consecuencia de la vida desastrosa que provocó la implantación del sistema de Marx.

La vida actual sin mercado y capitalismo se hace más angosta, más irrisoria, pues se elimina el dinamismo económico privado, los avances científico-tecnológicos de punta, la producción y distribución más eficientes, la generación de riqueza y la posibilidad de construir clases medias masivas, como está sucediendo en China y Vietnam.

Pensar en el totalitarismo como salida es pensar hacia atrás, creyendo que se mira hacia adelante; significa anclarse en un pasado que no se conoce bien porque no se lo quiere conocer, debido al dogmatismo, a la pérdida del sentido crítico científico, y al deseo de soñar con una utopía macabra que ya dejó de ser utopía por el peso de la práctica.

Es un poco vergonzoso que la izquierda radical totalitaria criolla quiera cambiar este mundo para mal, hacia el atraso, el estancamiento económico y la represión, cuando existen experiencias internacionales que confrontan al capitalismo salvaje y al minarquismo reaccionario (de Hayek, etcétera), las cuales pueden servir de espejos menos escabrosos para mirarse, como China, Vietnam y varios países del norte de Europa.  

Y lo que provoca más vergüenza es que esa apuesta por un pasado muy lamentable no se hace a nombre de la ciencia o del pensamiento crítico humanista, sino a nombre de la ignorancia, el dogmatismo y la falta de perspectiva histórica.

Tener a Cuba o a Corea del Norte como modelos o pretender aplicar otra vez la teoría del cambio social de Marx es abogar por un autoritarismo reaccionario que no conduce a nada sostenible. Es echar para atrás las ruedas de la historia, sacrificando el humanismo, el pluralismo y la libertad, como ya lo enseña la experiencia histórica.

El presente no se cambia positivamente repitiendo errores, sino asimilando aquello que funciona menos mal o bien y que contribuye a alimentar la libertad y el bienestar humano. Repetir los modelos totalitarios o el autoritarismo clerical del medioevo no es un avance, sino un penoso regreso a lo peor que nos legó la historia. 

Es lamentable que la izquierda radical totalitaria criolla solo piense en lo que el viento se llevó, sin pararle bolas a aquello distinto que se abre paso en la realidad actual, como lo que sucede en China, Vietnam y en los países del norte de Europa, que no es sinónimo de capitalismo salvaje, sino de algo diferente que se abre paso desde hace tiempo y que podría ser una mejor ruta para salir del trancón del ahora por efecto del capitalismo salvaje. 

Definitivamente, el dogmatismo, la ignorancia y la sinrazón parecen ser males eternos. La prueba: la vieja izquierda totalitaria colombiana que todavía sueña con lo peor de lo peor, indiscutiblemente.