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¿Qué pasó con María Isabel Llach y su mamá?

Son tiempos complejos: Encierro, enfermedad, muerte y ahora se suman fenómenos naturales que dejan también destrucción y asolación. No obstante, el sol sigue apareciendo cada día con el mismo vigor, como diciéndonos, ¡Hey, ánimo,  levántate, todo pasa!. Quizá por eso, en las mañanas estoy despierto más temprano. Buscando que cada amanecer me impregne de su renuevo sublime que da paz y genera esperanza.

Es cierto, por duro que sean los sucesos, todo pasa. Pero para que pasen realmente, se hace necesario cerrar los círculos. Si en el pensamiento aparece un “¿Por qué?” en letras de neón y más grande que el mismo recuerdo, es evidente, que no ha terminado de pasar.

A María Isabel Llach y su madre Josefina de Barros las encontraron muertas en su residencia, ubicada en un barrio del norte de la ciudad de Barranquilla. No había en sus cuerpos, ni en su casa, rastros de violencia. El único hijo de María Isabel, en condición de discapacidad, fue quien alertó a vecinos del sector.

El autor de esta columna con María Isabel, la señora a su izquierda

Con María Isabel compartí en escenarios sociales, académicos y causas políticas. Laboró por años en la Procuraduría Provincial de Barranquilla, donde su entrega y dedicación fue incuestionable. La recordaré como una madre sacrificada, como una persona leal, solidaria, frentera y honesta.

Las circunstancias en que murieron las dos mujeres, son inciertas y cada día surge una nueva especulación. El “¿Por qué?” para familiares y amigos,  luce refulgente. Todos esperamos… necesitamos  una respuesta.

En Colombia la justicia es selectiva, cuando están “motivados”, hacen investigaciones en tiempos records; queda todo el mundo atónito por la eficiencia del aparato judicial. Pero así mismo, hay casos que a pesar de la notoriedad, terminan durmiendo el sueño de los justos de forma inexplicable. El sistema logra terminar muy pocos procesos. Los inventarios de expedientes son cada vez mayores. En 2019 de 43 mil casos, fueron archivados por conducta atípica, es decir, por imposibilidad de establecer el sujeto activo o pasivo el 50% de los procesos, nos referimos a 21.600 casos; lo cual se traduce en Impunidad. Al revisar estas cifras, entiende uno el llamado angustioso de familiares de victimas, que  cuando son entrevistados en cualquier noticiero, lo único que atinan a pedir o suplicar en medio del llanto, es que el caso de su pariente no quede en la impunidad.

Desde esta tribuna hacemos un llamado a las autoridades, para que lo ocurrido con María Isabel Llach y su mamá no se convierta en un número más en la estadística de casos sin resolver; que se investigue con trasparencia, inmediatez y rigurosidad para determinar qué fue lo que les pasó, pues solo la verdad, por dolorosa que sea, permitirá cerrar el capítulo del recuerdo lacerante, en quienes le profesamos afecto.