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Necoclí: Una parada antes del “sueño americano”

Más de 10 mil migrantes de África, Asia, Haití y Cuba, entre otros lugares, se aglomeran en Necoclí, Antioquia, en el Urabá Antioqueño, pueblo vecino de Panamá.

En la ciudad no hay transporte suficiente para ellos, lo que ha hecho que muchos migrantes no puedan seguir su curso a su destino final: Estados Unidos y Canadá, que en esencia se traduce en un viaje hacia un futuro mejor.

En la selva panameña, en pleno Tapón del Darién, hay guías que se dedican a enseñar el camino por donde deben andar, para no perderse en el intento y por supuesto, morir. La falta de embarcaciones para tanta gente y el mal tiempo, ha represado un número de visitantes histórico en el pueblo, que han generado toda una economía temporal, legal e ilegal.

Necoclí no tiene la capacidad de recibir esta cantidad de personas; con su ya natural precariedad por el abandono estatal colombiano, su sistema sanitario y sus servicios públicos tales como acueducto y alcantarillado, se encuentran colapsados.

Pocas veces no somos nosotros como país los que provocamos la migración irregular, pero eso no nos puede volver indolentes, ya que todas estas personas son víctimas dentro de sus propios territorios, víctimas de una pobreza extrema, de malos administradores, de corrupciones y del terrible azar, que los hizo nacer en naciones fallidas de facto.

Ya ha sido declarada la calamidad pública por parte de las autoridades locales, debido al hacinamiento de personas, un pueblo de 48.000 habitantes, recibiendo más de 10.000 visitantes; Necoclí no es ni será su destino final, sólo es un paso obligatorio para su trayecto o sueño americano. Hoy el pueblo antioqueño corre el riesgo de que en plena pandemia y la variante Delta en furor, se convierta en un laboratorio viral. Como país no tenemos la capacidad de asumir, además del drama venezolano, las complejidades de otras latitudes como la de Haití, porque no tenemos ni el dinero, ni el sistema, ni la capacidad para otra crisis más; el drama internacional que presenciamos exige la presencia, la autoridad y el dinero de países vecinos y organizaciones multilaterales locales y globales. 

Aceptémoslo o no, la gran mayoría de estas personas se encaminan a entrar de manera irregular a Estados Unidos y no podemos ignorar la situación, con todo lo que eso implica.

Al ser migrantes principalmente por razones económicas, podrían ser devueltos a sus países de origen, sin que dicho acto implique ilegalidad alguna. Los que puedan probar algún riesgo a su vida o integridad si son devueltos a sus territorios, deberán ser protegidos de manera especial en cualquier lugar que decidan residir.

Sin embargo, este drama humano no tendrá solución sencilla: La opción fácil, taparnos los ojos y continuar proveyendo las embarcaciones para su escape o huida, lo que hacemos hoy. La imposible, que Colombia crea que, insular y solitariamente, puede ofrecer soluciones integrales a esta situación, opción que menos mal no nos hemos planteado. La única salida, la cooperación internacional y la llegada masiva de ayuda foránea en dinero, medicinas, vacunas y soluciones que sirvan para identificar, controlar y organizar a estos migrantes de manera digna y evitar que continúen su travesía, ya que terminarán o muertos o en manos de coyotes, narcos o explotadores. El drama humano y social en América Latina, con esta crisis económica, social y humana provocada por el COVID19, es sin duda una pandemia ignorada.