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Más cárceles con propósito

El hacinamiento actual en las cárceles en Colombia no nos permite avanzar en la correcta implementación de programas de rehabilitación y reinserción social. Si queremos que las personas que hoy están recluidas, se adapten a la sociedad al recobrar su libertad, debemos contar con la infraestructura necesaria para llevar a cabo estos procesos.

De eso trata nuestra cuarta y última pata de esta mesa de seguridad: resocialización a través del orden y la disciplina, con proyectos educativos dentro de centros penitenciarios que cuenten con el espacio suficiente para albergar y trabajar con esta población.

Actualmente, las cárceles del país tienen la capacidad de atender a 81.381 personas y, hasta la fecha, hay en ellas 99.256 internos, causando una sobrepoblación de 17.875, según cifras recientes del INPEC. Por eso, hay que tomar medidas urgentes para reducir el impacto negativo del hacinamiento.

Necesitamos contar con más y mejores centros de reclusión. Para esto, propongo que en Atlántico se dé una alianza público privada que permita invertir en la construcción de una penitenciaría fuera del perímetro urbano, con la capacidad e infraestructura suficiente para garantizar, no solo el acceso a condiciones humanas y servicios básicos, sino también a la educación y el trabajo.

Algunos criticaron la megacárcel que se creó en El Salvador, pero es urgente contar con una edificación de esa magnitud para dejar atrás las pequeñas celdas que albergan hasta 10 personas y que solo fomentan la violencia entre los reclusos. Requerimos espacios humanos para una verdadera resocialización que contribuya al desarrollo de nuestra sociedad.

Para lograrla, también debe haber una fuerte inversión en la salud mental de las personas privadas de la libertad. Lo ideal es que, a través de estos proyectos, salgan, mentalmente, lo más sanas posibles y con competencias laborales que les permitan crear sus propios negocios o conseguir un empleo una vez se reintegren a la sociedad.

Para ello, es necesario que los internos inviertan su tiempo en aprender actividades productivas que los beneficie, tanto a ellos como a sus comunidades. Por ejemplo, carpintería, panadería o jardinería, e incluso conocer sobre programación y el uso de herramientas ofimáticas como Excel, Word, PowerPoint, entre otras más.

En Colombia tenemos un caso de éxito con este tipo de cárceles. Se trata de La Colonia Agrícola, de mínima seguridad, ubicada en el municipio de Acacías, Meta  y que cuenta con 13 proyectos productivos como ganadería, sastrería, ebanistería, siembra de cacao y cítricos, por nombrar solo algunas. Allí, los reclusos trabajan al aire libre y sus productos son comercializados en la zona.

En el Atlántico urge contar con espacios así, en los que la comunidad se beneficie de la mano de obra, mientras brinda una segunda oportunidad a aquellos que ya pagaron por los delitos que cometieron.

Por otro lado, además del trabajo con los internos, la Fuerza Pública debe tener ojos en todos lados, empezando por las entradas a las cárceles. Debe existir y cumplirse un estricto procedimiento de ingreso, que cuente con una zona de registro, un escáner corporal y varios filtros para verificar que las personas no ingresen armas, drogas o celulares que permitan a los reclusos continuar delinquiendo desde adentro. 

Si fortalecemos el control interno de los recintos, evitamos que se conviertan en universidades de la delincuencia y se limiten a ser espacios en los que los presos se rehabilitan, mientras purgan sus penas. Para esto, tenemos que apoyarnos con más personal y mejor capacitado en el uso de herramientas tecnológicas, pues resulta importante contar con suficientes cámaras de vigilancia que monitoreen a los presos en todas las zonas.

La estrategia antes mencionada puede robustecer la seguridad que necesita nuestro departamento para acabar con la delincuencia. Humanizando el proceso de resocialización, con orden y disciplina, lograremos que las personas recluidas hoy, puedan adaptarse mañana a la sociedad y encontrar una segunda oportunidad para vivir en un Atlántico en paz, en el que sí hay futuro.

¿Dónde consideras que debería construirse esta megacárcel en el Atlántico? Escríbeme y cuéntame tus ideas @TitoCrissien (Twitter)