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Los niños como instrumentos de venganza machista: El espantoso caso de Olivia y Anna

Sólo un maldito, marcado por el rencor, la furia y el daño que tal vez otros le infligieron, puede usar a sus hijos como objeto de venganza en contra de su ex amada.

En qué momento alguien descifra o construye estos celos enfermizos, este acto de propiedad de la vida de un ser humano, inmiscuido en los conceptos de “esposa” “hija”, “matrimonio”, “casados”, en qué momento confunden esa enfermedad psicótica con el amor.

En qué momento de su plan, vengarse de ella, encuentran como posible opción destruir a su propia prole; cómo maquinan torturarlas, matarlas, separarlas, cómo pueden desaparecerlas, a sus dos hijas, a las que lo ven como padre, a las que le confiaban ciegamente su protección.

Tomás Gimeno, divorciado de Beatriz Zimmerman, es el repugnante sujeto del que hablamos. A veces adopta otros nombres, actúa en otras localidades, en otros países, bajo otros roles y amiguismos, pero siempre, bajo un modus operandi similar.

Anna, de 1 año, junto con su otra hermana Olivia de 6, estaban desaparecidas desde el 27 de abril del año en curso. Su padre, las recogió en cumplimiento de las famosas “visitas” parentales y no las devolvió.

Este asqueroso tipo de 37 años, pasó por su hija Anna a la casa de su ex esposa. Después, pasó por su otra hija, Olivia, al colegio donde estudia la menor. Llamó a su ex esposa y la amenazó con desaparecer, con esfumarse, lo tenía pensado, advirtiéndole que no las volvería a ver.

Al día siguiente activaron los protocolos de búsqueda de niños desaparecidos y salieron en búsqueda del bote, con un robot e interceptando los datos de geolocalización del delincuente. Pero nada sirvió.

Tiempo después, Olivia, una niña de 6 años, fue encontrada al sur de Tenerife, España, en una bolsa a 1.000 metros de profundidad, atada al ancla del bote del que partieron con su maldito padre.

Antes de aparecer el cadáver de la niña, la madre desesperada, publicaba su caso en redes sociales, advertía de las posibles locuras de su ex marido, clamaba por protegerse a ellas y a sus hijas, ante un loco que al parecer, estaba obsesionado con ella; como muchos aquí, estos delincuentes pasan inadvertidos por las autoridades, logran hacer parecer a la madre como otra feminista loca, otra gritona escandalosa, otra mujer sin razón alguna de su queja, otra que aún no lo supera.

En la semana del hallazgo, la madre aún conservaba la esperanza de que su ex marido no fuera tan salvaje, tan atroz, tan asqueroso, pusilánime, maldito y desgraciado. Pero no, su hija estaba en esa bolsa, muerta, su bebé había sido asesinada.

En Colombia, esto ocurre permanentemente. Madres que conociendo lo desquiciadas que pueden ser sus ex parejas, buscan en las redes sociales el apoyo que una institucionalidad mediocre les niega, con pocas herramientas y humanidad, debido a sus infinitos formalismos y trabas.

Esos delitos mal redactados adrede, como que el abuso de custodia es inoperante, como que las denuncias por secuestro simple no sirven, como que la desaparición tampoco aplica, porque cada caso se convierte más en una adecuación silogística y no en la protección de los niños; que cómo así que les toca pagar un abogado, que como así que no hay forma de activar su búsqueda, que estás sola contra un demente, que, por la lentitud y formalidad de la justicia, tiene a su mayor aliado vestido de toga, de Estado, disfrazado de entidad pública.

En Colombia, la ley se las pone difícil a las madres que buscan proteger a sus hijos; cualquier corruptillo de quinta puede manipular autoridades de medios cargos para evitar rescates, dilatar procesos con tinterillos sin ética que se compran por unos pesos, apoyarse en políticos de turno que pagan favores, generando retardos en los procesos.

Y así van, padres que raptan a sus hijos, madres y familiares desesperados que buscan es la protección de los más débiles, de los más indefensos.

Para recordar un caso distinto, pero igual de atroz, Sara Sofía Galván estuvo una semana como titular de primera plana de los medios nacionales y regionales, una semana en el centro del escándalo y así, lo que duran un par de velas en quemar su cera, lo mismo toma para nosotros como sociedad, olvidar el daño que sufren nuestros niños.

Si queremos mejorar como ciudadanía, como seres humanos, empecemos beneficiando a los niños que hoy serán el mañana, con operativos de prioridad para la protección de los menores, con el Estado a su servicio para salvaguardar sus derechos fundamentales, porque la protección de los niños es más importantes que capturar narcos, que atrapar corruptos, ladrones o malandros; porque si le diéramos el lugar de mayor importancia a nuestros niños, seríamos una mejor sociedad; pero no una importancia textual o formal, como siempre hacemos, sino una de facto, en la realidad.

Cada vez más gente ve menos informativos, porque noticias como ésta, generan decepción en la humanidad. “El ser humano está llegando a niveles retorcidos sin retorno”, me decía hace poco una amiga.

Démosles prioridad a nuestros niños, en todo sentido, que al menos eso hagamos bien, que al menos eso sí sea una regla, las demás vendrán por añadidura.