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La transición del mundo socialista hacia la economía de mercado

Defino la transición del mundo socialista hacia la economía de mercado como el evento histórico más importante del siglo XX y de lo que va del XXI. El mundo socialista es ese espacio del planeta en el cual se empezó a construir el socialismo, según la teoría del cambio social de Marx.

Como se recordará, los aspectos esenciales de ese cambio fueron la dictadura del partido único, la implantación de una ideología exclusiva y dominante, el control por parte del Estado de la producción y la distribución, lo cual dio pie a un sistema de tipo totalitario en lo político y lo socioeconómico.

Este fue el epicentro, excluyendo los matices, que ha iluminado la praxis de las grandes revoluciones, como la rusa, la china y la cubana. Y ha sido el eje de las luchas anticoloniales y antiimperialistas, como en el caso de Vietnam y otros territorios.

Así mismo, fue lo que implantaron los soviéticos después de su triunfo en la II Guerra Mundial en una parte de Alemania, en Europa Central y en otros lugares. Cabe mencionar también a naciones con procesos menos dependientes como Yugoslavia, Cuba y Corea del Norte.

La mayor parte de este mundo socialista ha entrado en una transición hacia la economía de mercado, luego de que ensayara por décadas con los modelos del cambio social de Carlos Marx. Al implantarse la revolución de inspiración marxista había comenzado, desde los inicios del siglo XX, una transición del capitalismo (o de la sociedad de clases) hacia el socialismo o el comunismo, de acuerdo con la visión teórica de Marx.

En la historia se han presentado diversas transiciones, según la forma como los pensadores modelan la sociedad para su estudio. Si asumimos la visión de Marx, se puede hablar de transición de la sociedad comunitaria primitiva hacia el esclavismo, de la esclavitud al feudalismo y de este al capitalismo.

Los revolucionarios pusieron todas sus esperanzas no solo en tumbar el capitalismo sino en iniciar un proceso transicional distinto que acabara con la explotación del hombre por el hombre, con el poder de la burguesía y con todos los demás defectos que le endilgaban a la sociedad vigente, para justificar su opción revolucionaria.

Lo que ha entrado en crisis es precisamente el fundamento de la esperanza de transitar de una sociedad extremadamente desigual hacia otra igualitaria, siguiendo la ruta que trazó Marx. Y esa crisis se presenta porque la Unión Soviética y sus satélites se derrumbaron casi totalmente, como un castillo de naipes.

Además, se desintegró Yugoeslavia y otros países se mantienen en agonía, sobre todo de abastecimiento y calidad de vida, como ocurre con Cuba y Corea del Norte, en tanto que China y Vietnam abandonaron el obsoleto modo de producción socialista para reimplantar la economía de mercado, es decir, el capitalismo.

O sea, el antiguo mundo socialista se ha transformado, no en el sentido del comunismo, como lo previó Marx y lo añoraban sus discípulos, sino en el de la restauración del capitalismo. Apareció en la historia una nueva transición del socialismo hacia el capitalismo completamente inédita.

Esta nueva situación histórica plantea algunas preguntas de fondo, de las cuales se analizarán solo dos. La primera: ¿Por qué los países del mundo socialista entraron en crisis? Y la segunda: ¿Qué efectos ha tenido esa crisis y la transición en curso en la mente de las personas de talante socialista?

Es evidente que la crisis tiene su matriz principal en los aspectos derivados del modelo económico. El modo de producción socialista tuvo desde sus inicios una dificultad mayor en los temas de la producción y distribución de los bienes de consumo y de los servicios.

La raíz de esa dificultad está en la incapacidad casi congénita del modelo para acelerar los procesos productivos y distributivos de bienes de consumo y servicios requeridos por las masas. La causa de este problema está en la organización excesivamente centralizada de la economía, donde el Estado, el partido y la burocracia administran todo, eliminando la creatividad individual y los incentivos que dinamizan los procesos.

La consecuencia de esta organización tan centralizada y poco dinámica es la tendencia hacia la obsolescencia, hacia la modorra económica y la ineficiencia, las cuales provocan desabastecimiento, escasez y maltrato de las mayorías, que son las más perjudicadas con las colas y por el descenso en el nivel de vida, debido a la mala calidad de los bienes y a su pésimo reparto.

Este es un problema que se repite en todos los países socialistas, y fue el asunto económico de fondo que llevó a los chinos y a los vietnamitas a acabar con el modo de producción socialista, tan ineficiente y paquidérmico, para reimplantar y desarrollar la economía de mercado.

Si se revisa con calma la historia de la crisis de la economía socialista, y su transición hacia el capitalismo, está transición no se ha producido mediante contrarrevoluciones violentas sino a través de cambios duros, dramáticos, pero, en general, pacíficos.

Ese tránsito del socialismo a la economía de mercado fue durísimo para las masas en algunos países, pues implicó la eliminación de los logros de la revolución que les favorecían, a raíz de la implantación de un capitalismo salvaje que puso a algunos a añorar el pasado socialista.

En otros casos, como el de China y Vietnam, la transición hacia el capitalismo ha sido mucho más beneficiosa, pues ha mejorado el nivel y la calidad de vida de las masas, al ampliar la base productiva y distributiva de los bienes de consumo y de los servicios, al liberar las fuerzas productivas de las trabas estatales, permitiendo la inversión extranjera, el desarrollo de una economía capitalista y privada que revolucionaron a las sociedades china y vietnamita.

El otro hecho fundamental de la transición no tiene que ver con lo económico sino con lo político. La destrucción del modelo de partido único e ideología única ha dado lugar a diversos caminos, en la región de la crisis del sistema socialista.

En el centro de Europa se avanza con decisión en la vía de la construcción de instituciones democráticas y de elecciones libres. La integración final de Alemania ha permitido desarrollar en el este una economía social de mercado que se integró al proceso democrático que estaba vigente en el oeste.

En otros países, como Rusia y Bielorrusia, dominan regímenes autoritarios en lucha con sectores democráticos. China y Vietnam mantienen su régimen de partido único, pero con una sociedad cada vez más abierta, por efecto de los cambios económicos, la cual presiona fuertemente al Estado para la obtención de más libertades en el plano de lo político y social.

El hecho que nos arroja enfrente la realidad histórica internacional es que el mundo socialista está en una profunda crisis y que ha entrado en una transición hacia el capitalismo. Al contrario de lo que querían Marx y sus discípulos, la revolución no ha continuado para alcanzar el comunismo, sino que se estancó e involucionó, por no escribir que se convirtió en un completo fracaso.

Un fracaso fruto de su incapacidad para garantizarle bienestar a las masas y de su régimen político cerrado, policial, que repetía las viejas prácticas de los peores sistemas autocráticos medievales. Un mundo así, controlado por gente triste e impotente, no puede ser sino un mundo gris y lamentable, como en efecto lo ha sido en todos los lugares en que se implantó el sistema socialista.

El efecto de la crisis del sistema socialista en los creyentes en las teorías de Marx ha sido variopinto. En general, en el plano mundial se ha presentado una especie de crisis del paradigma del cambio social pregonado por Marx. Ya las élites cultas del pensamiento no abogan abiertamente por la dictadura socialista y por una economía estatizada de talante estalinista.

En muchos países se observa poca recepción del hecho de la transición en grupos tradicionales que se mantienen fieles al pensamiento de su maestro, o a lo que ellos creen que es ese pensamiento. La consecuencia de esta actitud es la negación de la nueva realidad, en gran medida porque no la conocen, y en aferrarse desesperadamente a las tradiciones teóricas de su escuela, asumiendo un comportamiento dogmático y hasta fanático.

Más allá de lo que piensen quienes añoran un pasado socialista idealizado, romantizado, el hecho es que la teoría del cambio social de Marx entró en una crisis total, definitiva. Una crisis provocada por su ineficacia y su inoperancia.

Una ineficacia en lo económico y en lo político que debe llevar a pensar con calma los pasos para el cambio social en el presente y el futuro. Quien pretenda cambiar el mundo mediante una dictadura socialista totalitaria, como la que pensó Marx, no hace una invitación a una transformación viable, sostenible.

Si algo enseña la transición del socialismo al capitalismo es que las teorías de Marx están pasando al basurero de la historia por inconvenientes. No porque lo exprese nadie en particular, sino porque lo produjo la historia, la mejor partera de la verdad.

En una situación como la actual queda claro que el socialismo de Marx no es una opción inteligente y sostenible para cambiar la vida. Tampoco lo es el capitalismo salvaje que algunos pregonan, a raíz de la crisis del sistema socialista.

Debemos seguir trabajando por una cultura y una sociedad más democráticas, con instituciones fuertes que privilegien los derechos humanos y la justicia social, con economías eficientes que trabajen, especialmente, para satisfacer las necesidades de todos. El presente y el futuro serán menos traumáticos si sabemos aprender del pasado.  

   El presidente de Rusia, Vladímir Putin