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La ruta de la esperanza 

A raíz de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos hemos visto cómo se ha acalorado el panorama político a nivel mundial. La polarización y las teorías conspirativas salen a relucir, tocando antiguos lunares de la política internacional. Estados Unidos al ser una súper potencia mundial tiene un peso relevante alrededor del globo y lo que suceda allá repercute directa o indirectamente en las demás naciones. 

En Colombia hemos vivido experiencias similares en los últimos años, la polarización que se generó alrededor del proceso de Paz y en las últimas elecciones presidenciales fue catastrófica. La polarización per se no es mala, el debate y el disenso bien llevados siempre serán beneficiosos para una sociedad; lo que es malo, lo nefasto, es ese radicalismo que lleva a querer anular al otro, desaparecer al otro, sin convivir con él. Ese fanatismo sale a relucir generando un desgaste y, a veces, termina lacerando amistades, familias y a colegas. Más que politizar esta columna y tomar una posición a favor o en contra de los distintos personajes, siento que puede servir como un llamado de atención y un grito de esperanza. 

Colombia es un país de regiones, con gente trabajadora y soñadora, pero con unos problemas estructurales graves. La falta de infraestructura, de agua potable, de educación, de puntos de salud, de oportunidades laborales en los distintos rincones del país, hacen que nuestros compatriotas pierdan el rumbo y la motivación. 

Se ha logrado observar cómo cada vez más hay gente joven aportando al país, no solo con ideas, sino con acciones concretas. No hay que participar exclusivamente en elecciones populares para generar un cambio real, hay claros ejemplos que se reflejan en nuestro día a día de cómo los emprendimientos, las medianas y grandes empresas tienen su impacto desde la esfera privada. Necesitamos a personas de sectores diversos, con buenas intenciones, que aporten su granito de arena y den ejemplo con sus acciones diarias. 

Poco a poco vamos perdiendo el miedo a hablar, a expresarnos libremente sin ser juzgados, a poner en jaque a las formas antiguas de concebir la sociedad. El mundo evoluciona y cambia todos los días, y si nosotros no lo hacemos con él nos quedaremos rezagados en el atraso y la opresión. Es esperanzador ver cómo tantas mujeres han roto ese paradigma que las reducía al labor de la casa, sin menospreciar ni demeritar la ardua tarea que desempeñan nuestras amas de casa. Aquí nos enfocamos en la libertad de las mujeres a la hora de decidir lo que quieren para sus vidas, de ese empoderamiento y eficacia que han demostrado. También observamos el protagonismo de nuestros jóvenes y las ganas de generar cambios relevantes en todo el país. 

Necesitamos más ejemplos de superación personal, debemos enfocarnos en las oportunidades de progreso que se pueden generar en las distintas regiones del país, así mismo buscar beneficios tributarios para poder crear empresa y puestos de trabajo. También hay que hacerle un llamado de atención a nuestros líderes políticos, que se unan al sentir de la gente, que nos escuchen y se apropien de nuestras causas. 

La ruta de la esperanza consiste en dejar la polarización y las peleas fanáticas a un lado, consiste en trabajar con personas que piensen distinto a uno y así tender puentes para la transformación de nuestra sociedad. Proteger la propiedad privada, garantizar la educación, la salud, generar empleo, conectar nuestros municipios con buena infraestructura y condiciones dignas. Apoyar a nuestra juventud en sus sueños, a nuestras mujeres en sus derechos, proteger la vida de los activistas, de nuestros animales, salvaguardar el medio ambiente y acabar con la xenofobia y la homofobia. 

Siempre existirán obstáculos y adversidades en el camino, pero mientras tengamos claro nuestro valor como ciudadanos, mientras se respeten nuestros derechos y nos apropiemos de las responsabilidades individuales para provocar cambios beneficiosos, seguiremos por la ruta indicada.