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¡Junior, hasta cuándo...?

Mientras el director técnico del Deportivo Cali Alfredo Arias coloca en cabeza de sus jugadores la actitud que los llevó a la victoria 2-1 sobre el Junior en el Estadio Roberto Meléndez, el técnico rojiblanco lucía tranquilo pese a la derrota, anteponiendo lo que él considera una buena sensación del grupo en el segundo tiempo.

Alfredo Arias, el uruguayo al frente de los caleños expresó su complacencia por haber superado a un “gran rival que tiene muchos talentos” a los que supieron cortar las ideas en el área ofensiva.  “La clave está en mis jugadores, ellos trabajaron en todo momento con una actitud fija con la intención siempre de ganar”.

Es que no basta tener “tantos talentos” -como se le ha hecho creer a los seguidores del Junior- la mejor nómina del fútbol colombiano. Ese verso repetido tantas veces, se ha convertido en una “falsa verdad” que ningún beneficio está marcando en nuestro conjunto. Por el contrario, el efecto ha sido inverso, toda vez que al entrar al campo de juego a dirimir cada partido, lo hacemos quizás con la convicción de que ya somos vencedores.

Nos han hecho creer que somos superiores al resto de los equipos, que tenemos la mejor y más costosa nómina y que somos los favoritos para ganar títulos. ¡Que seamos la más costosa quizás sea cierto! pero lejos hemos estado de demostrar que tenemos los mejores jugadores. “La mujer del César, no solo debe serlo, sino demostrarlo”, reza un refrán popular. Y, en el Junior tal aseveración se ha quedado solo en eso, creencia de que somos los que realmente no hemos demostrado.

Tampoco es remitirnos a una “buena sensación” que nos pueda haber dejado el equipo en un segundo tiempo como lo dijo Luis Amaranto Perea; se necesita mucho más. A esa cantidad de talento, si es que la tenemos, hay que añadirle una verdadera actitud para demostrar entonces que sí somos los mejores. Mientras tanto seguimos dando muestras de ser un equipo frágil, de juego plano y de fácil sometimiento.

No parece haber un plan B en el cronograma de trabajo del cuerpo técnico. Los rivales nos tienen bien estudiados. Se sabe que al Junior se le puede maniatar y cortar ideas con la fórmula de la presión, con el achique de espacios y dejando que despliegue su toque en propio campo; ese juego parsimonioso e improductivo nos puede hacer ver como dominante, pero cuando se presiona a la defensa rojiblanca y se anticipa al mediocampo, prácticamente se pierden las ideas  y la imaginación y de hecho la ofensiva queda aislada y sin posibilidades.

Ha pasado en los últimos encuentros del Junior y quedó corroborado frente al Deportivo Cali. Porque además el juego juniorista es lento y el tránsito de un sector a otro se torna ineficaz. Las posibilidades de gol se limitan enormemente y los delanteros lucen “huérfanos” por falta de asistencia. A todo esto y por la misma lentitud, los jugadores son fácil presa de los rivales que además lucen más fuertes en la disputa física.  

A estas alturas el técnico Luis Amaranto Perea a quien se le han dado ya un número importante de partidos desde el torneo anterior, no parece haber encontrado una línea titular definitiva, luce dubitativo y sin intención de cambio en el orden táctico. En Junior se perdió aquel juego armonioso de toque rápido y preciso y de vocación ofensiva que mereció hace poco más de un año los mejores comentarios y calificativos. Hace falta ese volante de enganche que le de salida al equipo como lo hacía Víctor Cantillo dejando mano a mano a los delanteros con el arquero rival. 

Hoy en cambio es un equipo de fácil dominio por parte de los rivales, carente de un líder que ordene y muestre carácter en la cancha, que afronte y enfrente situaciones y que sea capaz de discutir cuando haya que hacerlo a árbitros y jugadores contrarios. En fin, luce como un plantel sometido y sin el temperamento de los grandes clubes. Replegado, y fuera de la cancha, su técnico tampoco parece inmutarse dando severas indicaciones como sí se ve a otros técnicos. 

Qué lejos estamos y cómo añoramos futbolistas de talla y verraquera  como Óscar Bolaño, Gober Briasco o Pedro Blanco marcando las puntas, Dulio Miranda y Gabriel Berdugo en la defensa central,  con mediocampistas estilo Julio Comesaña, Héctor Méndez, Jorge Bolaño, Lucho Grau que imponían condiciones y hacían respetar cada espacio de la casa. Si bien son otros tiempos, por lo menos a los de ahora quisiéramos verles el temperamento y pundonor para defender ante cualquier rival. 

Pese a que las estadísticas lo señalan como el equipo de más goles (10) conjuntamente con el Nacional, el de más asistencias y pases y el que más falta recibe, la producción para traducir en puntos es distante.  

Sus referentes: Miguel Borja, Teófilo Gutiérrez, Fredy Hinestroza y Fabián Sambueza lucen enredados en el área contraria. Son contadas las acciones de generación de juego claro y preciso y la efectividad al momento de definir no se ajusta a la producción esperada. Otros de los considerados referentes como Marlon Piedrahíta, Gabriel Fuentes y Freddy Pajoy, que deberían ser soportes de ataque, hacen la fácil, devolviendo el balón a los compañeros de defensa sin arriesgar hacia adelante. Prefieren eludir compromiso y responsabilidades. Solo Viáfara parece ser decidido y atrevido lanzándose al ataque y defendiendo con el ímpetu de jugador amateur.

Jugadas siete fechas del campeonato, el equipo que por conformación de nómina debería estar ocupando las primeras posiciones, perdió la ocasión de vencer a uno de los principales contendores como el Deportivo Cali, no dio el golpe de categoría y el fútbol no corresponde a lo que exige la hinchada. 

Los jugadores están obligados a cambiar de actitud. Sus condiciones futbolísticas deben estar soportadas además por enjundia para defender la causa. Y el técnico Luis Amaranto Perea está urgido de corregir falencias y cambiar el estilo de juego que le permita lograr los resultados positivos que le corresponde y el fútbol armonioso y agradable que el público sigue esperando. De lo contrario sus horas y permanencia podrían estar acortándose aceleradamente.