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Intimidades de ‘Valledupar’, el inmortal porro de Andrés Salcedo

Bañada por las apacibles corrientes del mítico y frío Guatapurí, adornada por ese denso paisaje que le prodigó la madre naturaleza y alabada por el torrente poético de alfareros insignes de la canción como Tobías Enrique Pumarejo, Rafael Escalona y Julio Oñate, entre muchos otros, Valledupar resplandece por sí misma en medio de la vegetación.

Año tras año, desde 1968, Valledupar realiza el más célebre y concurrido concurso folclórico de nuestro país: el Festival de la Leyenda Vallenata, evento que consagra al mejor acordeonero, situándolo en el pedestal de rey absoluto.

Valledupar es una de las ciudades más bellas, alegres y cordiales de la extensa llanura del Caribe colombiano. A ella, el locutor, periodista y escritor barranquillero Andrés Salcedo, fallecido a los 81 años, en la mañana del 7 de enero de este 2022, le compuso una corta, pero sentida canción que tituló originalmente ‘Tierra mía’, pero salió a la luz con el nombre de ‘Valledupar’.

En conversación que sostuvimos hace algunos años en su apartamento, en predios de Puerto Colombia, donde vivió sus últimos años con su mujer Vilma Ortega, Andrés Salcedo rememoró los antecedentes de la canción: “En 1962, yo estaba trabajando en La Voz de Barranquilla, pero tuve un inconveniente serio con el dueño y director, Franco Bossa, quien no solo me despidió, sino que les ordenó a los porteros que no me dejaran entrar nunca más”.

Andrés andaba, en ese momento, en los 22 años, y era un joven muy rebelde. Recuerda que justo en el instante en que abandonaba la emisora lo abordó un hombre mayor, que de inmediato se le presentó: “Mucho gusto, soy Manuel Pineda Bastidas; estoy montando una emisora en Valledupar; todavía no estamos al aire. Varias personas me lo han recomendado a usted. ¿Por qué no se va conmigo?”.

Andrés Salcedo

Un mes más tarde, luego de un no inicial, Andrés Salcedo estaba en el Valle, inaugurando los estudios de Radio Guatapurí, dándole el inicio al que considera el año y medio más feliz de su vida, con romances furtivos y abiertos.

“Con orgullo puedo decir que le abrí las puertas al vallenato como género musical; fui el primero en abrirle el micrófono a personalidades del talante de Consuelo Araújonoguera, Gustavo Gutiérrez Cabello y Miguel Morales, por citar solo tres nombres. En ese año y medio que viví en Valledupar, me fue tan bien que casi nadie quería cobrarme. Los peluqueros no me cobraban la motilada y en el bar no pagaba el trago, pues siempre encontraba a alguien que me lo brindaba. En verdad, los vallenatos de esa época eran muy generosos y hospitalarios”. 

Año y medio después de su llegada, Andrés tomó la decisión irrevocable de partir. “Valledupar era el paraíso. Yo estaba próximo a cumplir 24 años y tenía otras aspiraciones. Sabía que si me quedaba, no pasaría nada trascendental en mi vida. Así que un día, sin importarme la contrariedad del dueño de Radio Guatapurí, me fui a Bogotá”.

Al poco tiempo de su arribo a la capital de la República fue contratado como locutor del Noticiero Todelar de Colombia y locutor de planta de la Radio Continental de Todelar. Paralelo a su popularidad, a Andrés lo agobiaba la nostalgia por Valledupar, sobre todo en las noches.

¿Cuándo concibió la historia de la canción?

Fue en esa época, en Bogotá. Mis amigos no eran tanto los locutores y periodistas, sino los músicos. Yo me reunía más con estos que con colegas de la radio. Mi mejor amigo era el compositor y bongosero cienaguero Jesús Lara Pérez, a quien le decían ‘Beethoven’. Por encargo de algunas agencias de publicidad, componíamos jingles comerciales. Uno de esos jingles que compusimos fue el de la Cerveza Dorada, que logró amplia popularidad. Con Lara Pérez, también compuse canciones a cuatro manos.

¿Con qué músicos se reunía, y en qué sitio?

Con Henry Castro, cantante de Lucho Bermúdez, con José Barros, con Jairo Licasale, y con otros que ya no recuerdo. Nos reuníamos en un sitio conocido como el Orines Hilton. Los mediodías yo iba a almorzar al restaurante de Peluffo, un hombre chiquitico, nativo de El Carmen de Bolívar, donde llegaban muchos costeños, entre ellos el propio Lucho Bermúdez.

¿Cuál fue el proceso inicial de ‘Valledupar’?

Primero tararee la melodía, y sobre esa melodía escribí la letra. Hoy, cuando la escucho con la madurez de los años, veo que está sobrecargada de adjetivos. Comprendo que es una letra escrita por un joven romántico, emocionado.

Además de la ciudad, ¿hubo alguna mujer que lo inspiró a componer esa canción?

Por supuesto; era una mujer linda, estaba casada, y se llamaba ‘Sonia’. No podía mencionarla porque la nuestra era una relación clandestina. Coincidencialmente, por esa época estaba sonando fuerte el porro Sonia, interpretado por la cieguita Lucy González, con el Combo Orense de Antolín Lenes. En ese porro, un estribillo dice así: Siendo jardinero regaría la rosa/ rosa tú bella Sonia, flor del Magdalena… y en mi porro yo digo: Valledupar, coqueta y vanidosa, yo volveré para cortar tus rosas… Es decir, tomé ese elemento que estaba en el canto de moda de Lucy González para dar una señal.

Al momento de terminar la canción, ¿en qué intérprete pensó para grabarla?

Con la canción escrita a puño y letra, en una hoja, empecé a montarle guardia a Lucho Bermúdez. Desde el principio, tuve la certeza de que esa canción estaba hecha a la medida de una orquesta grande. Y Lucho Bermúdez era el indicado. Él no almorzaba con frecuencia en el restaurante de Peluffo, pero yo sí iba todos los días, con la canción en el bolsillo, y la esperanza de encontrarlo ahí. Un día lo vi, estaba almorzando, y exclamé para mí: ¡Epa!, ¡esta es mi oportunidad! Llegué a su mesa, le hablé de la letra. “Muéstramela”, me dijo el maestro, sin dejar de comer. Tras leerla, su respuesta fue corta, pero certera: “Me gusta la melodía y la letra. Llévasela a mi saxofonista Efraín Herrera para que le haga los arreglos completos para la orquesta”. 

¿Siguió el consejo del maestro Lucho?

¡Claro que sí! Esa misma tarde busqué a Efraín Herrera, pero no lo encontré. Al día siguiente lo ubiqué en el Orines Hilton, y le di la letra. El hombre hizo los arreglos para 18 músicos; me cobró y le pagué.

¿Qué vino después?

Varios días después le entregué la letra de ‘Tierra mía’, con los arreglos, a Lucho Bermúdez. Él la guardó y me hizo firmar un contrato con su editorial Rima. Al poco tiempo se fue de gira por el exterior, donde duró más de tres meses. Supe después que, estando en Buenos Aires, grabó la canción con su orquesta. Mi pieza no apareció con su título original que era ‘Tierra mía’, sino ‘Valledupar’. Lucho lo grabó con la voz del cantante del grupo argentino de música popular Los Wawancó. El nombre del cantante no lo recuerdo.

¿Cuándo salió a la luz pública?

Eso fue en 1966, si mal no recuerdo.

¿En cuál L.P. fue publicada?

El álbum se titula Cosas de Lucho, y salió en el sello CBS.

¿Cómo le pareció la grabación?

Me encantó el arreglo que le hizo el maestro Efraín Herrera. Está bien marcado el golpe sabanero.

¿Cuánto recibió por regalías la primera vez?

Las primeras regalías por ese tema las recibí en 1979 porque yo me había ido del país en 1967. Fueron 400 mil pesos que me pagó en su oficina Lucho Bermúdez, durante un viaje que hice a Colombia.

¿Cuál de las versiones que se han grabado de su canción le gusta más?

La de Juan Piña con Los Hermanos Martelo. Juancho le dio la dimensión de clásico a ese porro que tal vez no hubiera trascendido cantado por otro. También me gusta mucho la que grabó el Supercombo Los Tropicales de Venezuela, con la cantante Doris Salas.

¿Cómo le pareció la versión de Poncho Zuleta, acompañado por el acordeón de Franco Argüelles, en el álbum conmemorativo de los 400 años de ‘Valledupar’?

Pienso que ese tema no se adapta al tumbao vallenato. Es como ponerle un vestido que no le cuadra.