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¿Héroes o indignos de la pandemia..?

Héroes de la vida fueron llamados desde el comienzo de la pandemia. Aún, casi un año después y tras un saldo doloroso de más de 50 mil muertos en desarrollo de sus servicios, se les sigue brindando aplausos y se les sigue llamando nuestros héroes. Son los miles de médicos que en Colombia  han arriesgado, y más de un centenar entregado sus vidas para salvar la de muchísimos otros en esta larga y tenebrosa lucha frente al Covid-19. Verdaderos adalides frente a la desigual guerra de la salud, que día a día, minuto a minuto, comprometen al máximo su integridad y la de sus familiares bajo el ordenamiento hipocrático que les identifica en su profesión.

Pero hasta allí. Como si los calificativos heroicos, los aplausos y “elogios de voces gubernamentales” fueran suficientes, ellos, nuestros adalides, reciben en cambio desagradecimientos, desdén y olvido mientras se entregan en cuerpo y alma para salvar vidas en hospitales y clínicas. Y mientras cada 24 horas los registros aumentan en contagios y muertes, incluyendo personal de la salud, la voz autoritaria de nuestro mandatario presidencial y sus acólitos de gobierno encabezados por el Ministro de Salud y funcionarios al servicio del Estado, pregonan las intervenciones y el manejo “exitoso” que se le está dando a la crisis pandémica.

Sin mencionar para nada las condiciones casi infrahumanas de los galenos y especialistas que sin  elementos mínimos de trabajo como insumos, ventiladores, camas y sin personal suficiente capacitado hace ingentes esfuerzos intentando arrebatar a  la muerte sus inminentes víctimas.

Tan evidentes estas apreciaciones que en algunas ciudades del país, médicos, especialistas y enfermeras se han  visto obligados a renunciar frente a la desidia y falta de voluntad política gubernamental para subsanar las grandes falencias que colocan en altísimo riesgo la vida de estos profesionales de la salud. En Cali, por ejemplo, siete profesionales de la medicina renunciaron por la falta de pago desde hace más de seis meses; pagos que pudieran servir para solventar necesidades de primer orden en sus hogares.

En respuesta a estas y otras dimisiones que no se dan a conocer por grandes y comprometidos medios de comunicación, se levantan voces desde altas esferas del gobierno condenando y calificando de indignos a los galenos que decidieron apartarse del servicio. Y los colombianos, sometidos al verso diario presidencial, acogemos, creemos y nos atrevemos a replicar frases denigrantes a esos médicos que antes llamaron héroes y ahora calificamos de indignos. Olvidando que ellos también tienen necesidades de hogar como arriendos, alimentación, educación y salud. Y que mientras están en hospitales y clínicas en turnos de 24 y 48 horas seguidas, en sus casas, esposas y esposos, hijos y demás familiares se “mueren” sino por el Covid, por falta de comida.

Lo que debería indignar realmente-como lo afirma un médico especialista caleño-es la corrupción, el dinero que se han robado y siguen robando desde hace largo rato las llamadas EPS que no son prestadoras, sino negociantes de la salud; lo que debe indignar, como aseguran muchos otros especialistas,  es que “un ministro que no parece médico” y al que según se dice, le quedó grande el ministerio, siga escondiendo responsabilidades como las de decir que la compra de vacunas con las grandes farmacéuticas están “protegidas” por un marco de confidencialidad que no puede ser conocida por los ciudadanos. Cláusula confidencial que extrañamente se avala por la Contraloría General de la República.

Indignación por un programa cuyo libreto, acolitado por funcionarios del gobierno desmerece credibilidad, y cuyos dineros de enorme inversión para intentar mantener la imagen de un mandatario cuya gobernabilidad está en tela de juicio, deberían ser invertidos en insumos, implementos y elementos de bioseguridad para los médicos en sus funciones frente a la pandemia.

Eso es lo que de verdad debería indignar y no descalificar a quienes antes llamaron héroes y hoy desmeritan. Indignación debería producir el programa del Presidente Duque en vez de enfrentar de verdad la situación dramática que vive el país, justifica la paquidérmica diligencia para conseguir las vacunas que deberían estar administrándose ya en nuestro país.

Mientras el país sigue sometido por sus mandatarios en la indolencia sanitaria, muchos otros médicos y trabajadores de la salud como enfermeros (as), técnicos, intensivistas, internistas, técnicos en farmacia, de laboratorios, de terapia respiratoria, camilleros y hasta personal de seguridad y odontología siguen colocando en primera línea sus propias vidas sin la atención que merecen.

Los cerca de 200 miembros de la salud que han entregado sus vidas, aunque el Instituto Nacional de la Salud diga que son 103 en las estadísticas de la periodista Diana Cabrera en su artículo publicado el 15 de diciembre, contrastan con los números reales entregadas por ejemplo por Edilma Suárez, representante del gremio médico del país.

En un breve recuento del medico Arias, del Valle del Cauca, en respuesta a una pregunta del periodista Marino  de ¿por qué renuncian los médicos? decía con mucha propiedad: “renuncian porque no les pagan, porque de los 136 mil  trabajadores del sector salud que cumplen funciones en 926 centros médicos de Colombia, solo 46 mil forman parte de una nómina oficial, el resto suscriben contratos sin seguridad sociales ni para ellos ni sus familiares”.

El especialista Julián Zabala, del Hospital Isaías Duarte Cancino, se pronunció en igual sentido  que su colega y afianzó las razones de las renuncias de los médicos. “Mientras el Presidente gana 38 millones de pesos, y los ministros 19 millones y el fiscal, el contralor, el procurador, el defensor, los honorables  magistrados y senadores reciben 34 millones de pesos, los médicos obligados a turnos de más de 24 horas, lejos de sus familias y sometidos a todos los riesgos se les pega 3 millones de pesos. Y ni si quiera les pagan”, acotó el médico Arias.  

“Por eso, señor Presidente, renuncian los médicos; no por falta de solidaridad como usted pregona, sino por falta de dinero”. He ahí la razón.