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Herencias populistas

Gracias a quien considero mi mentor académico, el profesor Ángel Tuirán, quien asumió la tarea de seguir formando mi intelecto cuando la Dra. Alexandra García partió de este mundo; conocí la semana pasada al autor francés Pierre Rosanvallon. Este profesor de Ciencia Política, se ha dedicado a la riesgosa tarea de teorizar acerca del populismo, nunca desde la cómoda posición que la mayoría hemos escogido de satanizarlo, sino intentado presentar alguna virtud o beneficio que probablemente este dejando a las democracias modernas.

Y es que hemos sido todos testigos hace unos cuantos días de cómo Donald Trump no fue un mero accidente como muchos ingenuamente llegamos a creer. No, este hombre, es el producto y consecuencia de la denominada “ideología ascendente” de nuestra época. Sí, sé que da algo de dolor de estomago leer que el populismo pueda ser considerado eso, pero es una realidad que no se puede continuar eludiendo. El mismo actual Presidente de Estados Unidos es su gran referente, sin embargo, no el único.

Volviendo a Rosanvallon, ¿tiene algún ápice de coherencia intelectual intentar buscar elementos positivos en los populistas?, tal vez. O al menos hace bien en dirigir nuestra atención hacia que necesitamos desde la academia, empezar a entenderlo y teorizar sobré él, sin sesgos, pues el populismo es mucho más que un llano fenómeno político.

El primer ministro británico, Boris Johnson

De paso, nos invita a comprender, que dentro de los populistas hay una amplia diversidad ideológica, de allí la importancia de crear conocimiento a partir de ello, porque el espectro es amplio. Además, Boris Jhonson, Nicolas Maduro, Trump, etc – no son coincidencias. Son una respuesta de una población agotada y hastiada de lo tradicional; que con mejores formas, no ha dado precisamente resultados más plausibles.

El autor habla y de manera firme, sobre lo que él denomina, el “voto populista”, y cómo éste esta ya rotundamente instalado dentro de electores de todas las nacionalidades. Votantes, que también merecen respeto y ser escuchados. De lo contrario, las “populocracias”, de las que habla Marc Lazar seguirán apareciendo, y nosotros asqueados, continuaremos sin el privilegio de entenderlas.

Lo que nos -casi- suplica Rosanvallon, es que por un minuto pensemos en que no pueden estar equivocados en Hungría, en Estados Unidos y en Bolivia.  Y tiene sentido, posiblemente algo estamos haciendo mal, quienes desde el fuero de auto considerarnos demócratas cabales, no hemos hecho el esfuerzo de analizar por qué la población sale a respaldar dichos regímenes.

¿Qué tiene de positivo Donald Trump que genera afectos?; ¿Qué logró Hugo Chávez en su Venezuela bolivariana para que sus adeptos le estén aún hoy agradecidos?; o ¿es que pueden estar equivocados absolutamente millones de personas de diferentes nacionalidades y orígenes tan disimiles? Estas son preguntas y cuestionamientos que al menos deberíamos estar dispuestos a hacernos, sin tacharlos a todos de fanáticos y enemigos de las democracias, adjetivos que yo misma muchas veces he utilizado.