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¡Espejito, espejito!

Narciso era un ‘man’ pintoso, con gran aceptación tanto en el público femenino como el masculino; pero era bien picoso y no le paraba bolas a nadie.  

Había una ninfa, llamada Eco, bien tragada de él, que la castigaron por su intensidad con él y quedó, como lora, repitiendo las últimas palabras de todo lo que se dijera. Así que no podía decirle ni mu a Narciso.

Una mañana, Narciso se fue al Malecón y ella como buena intensa, lo siguió. Cuando él preguntó: ¿Hay alguien aquí?, Eco respondió: Aquí, aquí.  Narciso le gritó: ¡Ven! Eco salió empeliculada a abrazarlo y Narciso la abrió como la yuca. La toxica de ninfa, cayó en la depre y lo único que le quedó fue la voz.

Como Narciso se creía ‘Juan la V’, los dioses lo castigaron y su condena fue enamorarse de sí mismo. Cuando vio el tronco de bollo que era, al ver su reflejo en el río Magdalena, se tiró y se ahogó y no precisamente de la risa.  Y, de acuerdo con la leyenda griega, con adaptación costeña, ahí donde cayó el ‘man’, nació una flor de narciso.

En las últimas columnas les he hablado del amor propio desde varios aspectos, y en esta ocasión, quiero hablarles de ese amor hacia uno mismo que excede los límites y empieza a afectar varios aspectos de la vida social, familiar, laboral, etc.

Dentro del campo de la salud mental se le conoce como Trastorno de la Personalidad Narcisista (de ahí la leyenda antes narrada), también conocida como Narcicismo.

De acuerdo con la psicología, las personas con este trastorno, se caracterizan por tener una necesidad de admiración y falta de empatía; es decir, lo que le pase a los demás no les importa o no les interesa. Esta conducta puede aparecer en las primeras etapas de la vida adulta.

¿Cómo identificar a un narcisista?

Exagera sus logros y talentos, espera que los demás lo reconozcan como superior sin contar con los éxitos obtenidos. Tiene una necesidad excesiva de admiración.

Fantasea con una vida de poder, belleza o amor ideal limitado.

Se cree especial y único y sólo puede relacionarse con personas especiales o de alto estatus.

Se aprovecha de los demás para su propio beneficio.

No tiene empatía, no está dispuesto a reconocer o a identificarse con los sentimientos o necesidades de los demás.

A menudo envidia a los demás o cree que estos sienten envidia de él.

Su comportamiento es arrogante y de superioridad.

Un estudio dirigido por el psiquiatra e investigador Stephan Ropke, demuestra que esta condición está relacionada con una anomalía cerebral y un déficit afectivo: “Nuestros datos demuestran que el grado de empatía está en correlación con el volumen de materia gris en esa región en la que los pacientes con narcisismo muestran déficit”, afirma.

El doctor Bruce Stevens propone una clasificación de la personalidad narcisista en nueve tipos. Este trastorno tiene un mismo problema: la búsqueda desesperada de la fuente de amor a sí mismo:

1.- El dependiente: No es capaz de quererse y cuidarse a sí mismo y se centra en dar amor a los demás para así conseguir su aprobación. Siente una gran necesidad de ser amado y jamás está satisfecho. Resulta asfixiante para su pareja.

2.- El amante especial: Idealiza el amor y a la persona amada, a quien no ve realmente como es. No toleran ninguna imperfección de su pareja. Son muy vulnerables a cualquier ofensa y arrastran heridas de relaciones anteriores.

3.- El poderoso: Ama el poder y lo expresa humillando y aterrorizando a sus empleados. Arrogante, desprecia a sus subordinados. Lo único que le importa es su éxito. Su pareja suele ser una persona atractiva que exhibe como un trofeo.

4.- El cuerpo: Es muy común en esta época. Su imagen es lo más importante y su autoestima está unida a esa imagen. Necesita ser reconocido por su belleza para sentirse alguien valioso.  Se obsesiona por el cuerpo perfecto. Su centro es su físico y piensa que es la solución a todos sus problemas.

5.- El furioso: Se irrita con facilidad, no sabe manejar sus emociones. Tiende a ver malas intenciones en las acciones de los demás. Debajo de esa rabia, oculta sentimientos de tristeza, vergüenza o desesperación.

6.- El estafador: Utiliza a los demás con su encanto personal. Las normas morales no las aplica para sí mismo. Le divierte y disfruta engañar a las personas.

7.- El fantasioso: Algunos adolescentes, pueden identificarse con mundos de fantasía de sus video juegos, evadiendo su realidad, que le parece fastidiosa y no les gusta enfrentar.

8.- El mártir: Su identidad está basada en un hecho doloroso del cual es víctima. Se centra en sí mismo y en su propio dolor, que nunca llega a superar y no tiene tiempo para nadie más. Evade la realidad.

9.- El salvador: Dice frases como: “Solo yo puedo ayudarte”, “solo yo puedo cambiar”. Es probable que su trabajo esté relacionado con ayudar a los demás. Sin embargo, siempre pide algo a cambio, como sexo o dinero.

Stevens, cuando hizo esta clasificación, también aclaró: “Sentirte identificado con algunos de estos criterios no significa que padezcamos de ese trastorno de personalidad, un porcentaje de obsesivos, quizás algo narcisistas o hasta algo histriónico, sean cual sean no debemos de entrar en un estado de preocupación siempre y cuando no nos afecte en ninguna de nuestras áreas de funcionamiento laboral, social, familiar, etc.”.

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