Share:

En realidad, ¿necesitamos una “mega cárcel” en el Atlántico?

Tras la visita del Ministro de Justicia la semana pasada a Barranquilla, revivió el anuncio de la construcción de la “mega cárcel” de Candelaria (Atlántico) con 5.000 nuevos cupos, a un costo de $80 millones cada uno, para una inversión de $400.000 millones de pesos. Según se explicó al público, ello buscaría acabar con la grave crisis de hacinamiento que padece nuestro departamento.

En verdad, el nivel general de hacinamiento en la regional norte es -y suele ser- más elevado que la media nacional (hoy, +3%). El Atlántico, en particular, tiene uno significativamente elevado (62,8%), aunque siempre es menor que el de “líderes” como Magdalena (152%) o La Guajira (159%).

¿Qué tan grave es nuestro problema de hacinamiento? Es cierto que, en comparación con otros sitios como Bogotá (12.649), Antioquia (11.268) o Valle (13.962), tenemos muchos menos presos (1.862). Sin embargo, por cada 10.000 habitantes, en el Atlántico hay 6 hacinados mientras que, en Bogotá, por ejemplo, esa cifra es solo de 2.

Esto llevaría concluir que nuestra región es -comparativamente- más hacinada que el promedio. Pero, nuestra situación hoy no es mucho más crítica que la de tantas otras regiones del país. La regional noroeste tiene un hacinamiento muy superior (43,7%) y occidental y oriente tienen niveles muy similares al nuestro. De otro lado, al Atlántico le hacen falta 700 cupos para cubrir a toda su población penitenciaria, mucho menos que a Antioquia (3.477) y Valle (3.283) o, incluso, regiones menos pobladas como Boyacá (1.278) o Santander (1.038).   

¿Qué hace, entonces, que el Gobierno Nacional haya decidido construir una “mega cárcel” para el Atlántico?  

Porque hay algo claro: mega proyecto sí es. Si se realiza conforme a lo anunciado, los atlanticenses quintuplicaríamos los cupos que hemos construido en toda nuestra historia. El Atlántico pasaría a ser de los departamentos con más cupos en todo el país y el municipio de Candelaria, por sí solo, tendría prácticamente los mismos cupos que todos los departamentos de la región, juntos.

El asunto es que, incluso si los planes se cumplen, es fácil anticipar que ello no traería los beneficios esperados. Aunque sorprenda, lo que nos muestra nuestra historia es que la construcción de cupos, lejos de disminuir el hacinamiento, trae consigo un aumento. La década pasada, Colombia construyó más de 25.000 cupos, esto es, aproximadamente 7 cupos diarios. En el mismo periodo, el hacinamiento pasó del 33% al 52%. La razón es simple: por impresionante que fue el ritmo de construcción, el de encarcelamiento siempre le ganó. Mientras que ampliamos en un 41% nuestra infraestructura penitenciaria, aumentamos en un 67% la población.

Pese a la ofensiva punitiva, actualmente los niveles de percepción de justicia son más bajos que en décadas anteriores. Tampoco se registran menos delitos ahora que antes. En cambio, sí gastamos mucho más en el sistema penitenciario, tenemos peores niveles de hacinamiento y enfrentamos más demandas por privación injusta de libertad contra el Estado (al año pasado, superaban 26.000, por valor total de $37 billones de pesos).

Habría que pensar muy bien si los $400.000 millones de pesos que invertiremos en este centro de reclusión son la mejor forma de aprovechar esos recursos. Para ponerlo en contexto: según publicó el Ministerio de Salud, en mayo del año pasado Colombia adquirió un total de 2.817 respiradores artificiales, por un valor aproximado de $229.000 millones. Construir cupos penitenciarios nos cuesta. Pero, más nos cuesta entender que esa nunca es la solución.

El Atlántico necesita cupos, sí; pero, más aún, necesita tecnología e infraestructura en la administración de justicia, inversión en personal y medios forenses, Fiscales que no tengan 700 expedientes en promedio y Jueces que no hagan 6-7 audiencias diarias. Ni un solo peso de la inversión del Ministerio de Justicia se van a ir a esas necesidades ni tantas otras que tenemos en la región. Lo más lamentable, es que tampoco se va a ir en solucionar el hacinamiento.