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Djokovic: La libertad personal vs bienestar social

Desde hace varias semanas vengo debatiendo intensamente en redes sociales, sobre los anti vacuna y el Covid-19. Un seguidor en Estados Unidos, quien considera absoluto el ejercicio de la libertad personal dentro de una democracia, me defendía un supuesto derecho a “no vacunarse”, como si estuviera en un papel, como si pudiera aislarse del mundo que nos rodea. Este pensamiento en situaciones normales, de bonanza económica, sin guerras, en un estado ideal de la humanidad, donde todo se mantiene constante y perfecto, tendría cierta cabida, le digo, pero en el actual, donde se expande por el aire un virus mortal, hay que relativizarlo.

Igualmente, a través de mis redes con otra amiga de Canadá, quien considera que cobrar impuestos a los no vacunados es excederse, ya que hay suficiente dinero en los Estados para proteger la salud de todos y que cada quien tiene derecho a desarrollar su vida en plenitud y libertad, le dije, en un debate amistoso, que esa libertad podía afectar no solamente una cama de hospital, porque el no vacunado es un cultivo de variantes, que esas nuevas variantes sólo enriquecen a los laboratorios porque provocan nuevas vacunas y que, con tal libertad, se juega al azar con la naturaleza, ya que tal vez, una variante incontrolable podría terminar generándose.

Ni ellos son científicos ni yo tampoco. Así estamos debatiendo en la democracia, sin conocimiento real alguno, si no con opiniones sobre la ciencia y llenos de leguleyadas.

Y ese es el debate realmente de fondo sobre Novak Djokovic, quien fue detenido de nuevo la mañana de ayer, por quebrar las reglas y normas de acceso a un país, al encontrarse no vacunado. La duda surge diáfana ¿Están yendo muy lejos los Estados ante la crisis sanitaria creyendo en la ciencia y restringiendo derechos?

Djokovic pone el debate sobre la mesa, no en Australia, sino en el mundo. En un momento de crisis, que por alguna razón ciertas personas creen superada, las libertades individuales pueden ser restringidas conforme las recomendaciones de la ciencia y la academia. El bien común sobrepasa el interés personal y como en una guerra armada, los recursos, las instituciones y los ciudadanos, nos encaminamos a confrontación, por lo que la solución más pronta a la guerra es la ciencia.

No debatimos si Djokovic tiene derecho a no vacunarse o si Australia tiene la potestad de no dejarlo entrar, esto es lo superficial, debatimos si le creemos a las opiniones y cuentos de ángeles y demonios de una persona o a la ciencia; es la tensión entre el individuo y la comunidad científica y el bienestar social, todo en un estado de calamidad, de emergencia sanitaria, de potestades excepcionales.

Las democracias del mundo están en cuestionamiento. Sin embargo, el sentido común nunca lo ha estado. Las teorías conspiranoicas de tierraplanistas, antivacunas, iluminattis y reptilianos, no tienen prueba alguna de su existencia, pero los científicos y la academia sí.

Ni mis amigos de Canadá ni mis seguidores de EE. UU. son científicos, pero yo tampoco. Por eso, no somos responsables de cualquier decisión que con base en la ciencia se tome. No tenemos la capacidad para confirmar si hay que vacunarse o no. No somos competentes para ello. En este momento histórico, las democracias del mundo han puesto su confianza en la ciencia y la ciencia debe dejar claro a todos los ciudadanos de cualquier parte del mundo una sola cosa: Un solo no vacunado, puede echar por la borda todo el esfuerzo de todos los demás vacunados. NADIE, pero nadie, está por encima de la salud de la comunidad, seas quien seas, en este momento donde hemos puesto nuestra fe en la ciencia. Hay que ponerse el refuerzo, hay que aislar a los no vacunados, hay que continuar con las vacunas, hasta que el Covid-19 sea endémico. Es la primera de varias pandemias que nos asecharán, dicen. Pues aquí hay que dejar sentadas las bases para cuando vengan las otras, actuemos aún mejor.

Muy bien por Australia, mal Djokovic.

El tenista serbio Novak Djokovic.