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Cuando nadie me ve…

“Cuando nadie me ve puedo ser o no ser

Cuando nadie me ve pongo el mundo al revés

Cuando nadie me ve no me limita la piel

Cuando nadie me ve puedo ser o no ser

Cuando nadie me ve…”

Esta hermosa canción del cantautor español Alejandro Sanz resume lo que guardan como un tesoro los seres humanos; lo que son en la intimidad, cuando nadie los ve. Muchas veces su comportamiento es muy distante de su esencia.

¿Y por qué ocurre? Esta es la pregunta del millón de dólares (desde que esta moneda subió se ha vuelto más atractivo hablar en estos términos). Volviendo al comportamiento humano, sociólogos y psicólogos afirman que el hombre ha sido estereotipado como un ser insensible, básico, dominante, fuerte y competitivo frente a las mujeres.

En un interesante artículo de la periodista Vega Fernández Calvo es abordado el concepto de fragilidad masculina: “La masculinidad es un constructo social, una construcción en un tiempo y un espacio. Se basa en la tradición de asociar a los hombres con un estereotipo perfectamente definido. Lo cual puede acabar en actitudes misóginas, homófobas o que promuevan la violencia. Incluyendo así, la agresión sexual y la violencia de género”.

La fragilidad masculina se refiere a todas las actitudes que se han construido del modelo machista y patriarcal que les exige a los varones a esconder sus emociones y sus miedos y se le da validación a mostrarse insensibles, independientes y superiores.

La periodista en su artículo señala que: “El varón tiene que hacer un gran esfuerzo para sostener este estereotipo exigido. Lo cual muchas veces, pone al mismo frente a un callejón sin salida. El problema surge cuando, al sentir amenazada su masculinidad, ataca. Acción muy bien ponderada dentro de este estereotipo de macho”.

La realidad es que este modelo se ha convertido en una carga muy pesada para algunos hombres que en ocasiones tienen muchas dificultades en su vida sexual porque sienten que son los responsables que la mujer experimente orgasmos, que no puede perder su erección, que no debe eyacular tan rápido, que no debe ser tan romántico y al final están tan tensionados, con tantos requerimientos en su cabeza, que no disfrutan su intimidad.

El ideal es que los hombres asumieran su masculinidad con total libertad, sin limitar sus emociones y sentimientos. Por lo tanto, se hace necesario en el modelo de crianza tanto de padres como madres sean más flexibles desde la niñez, porque es una etapa decisiva en la que se forjan valores y conductas determinantes para el libre desarrollo de su personalidad.

Vega afirma que estos valores masculinos aceptados, tradicionalmente, conforman la fragilidad masculina y están presentes en nuestra sociedad hace miles de años. Cuando los homos sapiens, a través de la fuerza, ejercían el dominio y el control.

“De hecho, los homos sapiens más exitosos eran los que podían luchar y cazar. Los más fuertes. Por lo que, en esos tiempos, los rasgos más deseables en un hombre probablemente incluirían la agresión, la crueldad y la fuerza física”, afirma la periodista.

Las sociedades modernas han experimentado un cambio de actitud y de pensamiento que no aplaude estos antiguos comportamientos masculinos. Por supuesto, que hay culturas y sociedades más arraigadas en el modelo patriarcal que cada vez se aleja de la realidad de la vida actual.

La masculinidad frágil, de acuerdo con Vega, hace referencia a la idea en la que todos esos atributos que definen al hombre son cuestionados en el momento en que alguien no cumple con uno de ellos: “Lo frágil de la masculinidad reside precisamente en la necesidad de demostrar constantemente la potencia masculina”.

La periodista menciona algunos ejemplos que exponen la fragilidad masculina:

No llevar el bolso de su esposa o novia.

Evitar el contacto físico con otros hombres.

Asumir el rol de conductor siempre en la familia.

Burlarse de un hombre que no come carne.

No usar ropa rosada o fucsia porque es exclusivamente para mujeres.

Solo por curiosidad, ¿Respondió que si a la mayoría de los ejemplos?  Estas son algunas situaciones que en su vida normal podrían ocurrir y que demuestran claramente, la necesidad y el deber de educar a nuestros hijos en valores como la igualdad, el respeto y la libertad.

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