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Con P de populista

En días pasados, Barranquilla recibió a uno de los líderes más importantes del país. Sus partidarios dicen que él ha logrado lo que para muchos antes parecía imposible y, sin duda, se trata de alguien con ideas revolucionarias.

Aquí lo recibió una plaza a reventar, en la que -literalmente- no cabía una persona más. Algunos dicen que el tumulto que se ve en fotos se debe a gente trasladada de otros sitios de la región (incluso, extranjeros). Pero, sea como fuere, lo cierto es que el evento generó mucha expectativa, pues se trata de alguien que habla de forma muy distinta a sus antecesores.

Me refiero, por supuesto, a la visita del Ministro de Justicia a la penitenciaría El Bosque.

Desde allí, pronunció las siguientes palabras:

“Los jueces y fiscales de nuestro país no pueden ser tan exegéticos ni pegados a la norma, si hay elementos suficientes para privarlos de la libertad, actúen, porque tenemos los cupos para poder encarcelar a estas personas".

Creo que lo informaron mal, pues lo que dijo, simplemente, no es cierto. La información pública y la que, día a día, experimenta cualquiera que tenga un mínimo contacto con nuestro estado actual de cosas contradice su premisa.

Hay muchos factores que entran en consideración a la hora de explicar nuestro estado actual de las cosas. Desde ausencia física de espacios, hasta falta de trabajo, estudio y enseñanza de calidad. La corrupción parece afectar a todos los niveles. La carga es incontenible y las condiciones son deplorables. El Estado no puede hacerle frente al asunto y la forma en que se miden los resultados parece demandar milagros de los funcionarios.

Aunque estemos mejor que antes, nuestra realidad dista mucho de ser la que pinta el Ministro. Constantemente ocupamos vergonzosos escaños en las mediciones internacionales sobre derechos humanos y, pese a que hemos traído a todos los expertos, a ninguno hemos escuchado.

Contrario a lo dicho por el presidente del Consejo Superior de Política Criminal, seguimos teniendo una patente incapacidad institucional. La pandemia puede haberlo disimulado, pero no vamos por buen camino. No, desde que confundimos democracia con elección popular y olvidamos que para que funcione cualquier sistema regido por aquella, debe haber algunos asuntos que no estén sometidos a esta.

Cualquiera que sea la causa de nuestra tragedia, lo cierto es que lo que se afirmó en Barranquilla genera una falsa impresión en la sociedad. ¡Cuánto desearíamos todos que fuera cierto lo que dijo! Pero, tristemente, no es así.

Y tampoco es cierto lo de los cupos.