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Colombia llora

Colombia hoy amanece en medio de la tristeza y la desolación ante un hecho tan deplorable como el que sucedió ayer en Bogotá: el atentado terrorista ocurrido en la Escuela de Policía General Santander que cobró la vida de muchos compatriotas e hirió a otros. Perplejos quedamos todos. Nuestra Nación ha estado sacudida por la violencia brutal del narcotráfico, de las guerrillas, de los grupos al margen de la ley y por una sucesión de eventos desafortunados que golpean el corazón de los seres humanos. Las imágenes del atentado de ayer son dantescas y terminan agudizando el estado de zozobra en el que vivimos los colombianos.

Tal y como lo escribió ayer un respetado colega en sus redes sociales, es imposible no pensar en esos padres, esposos, hijos y hermanos que hoy no podrán besar, abrazar y consentir a sus seres queridos por cuenta de una acción demencial e inhumana. Sea quien sea el responsable del atentado, el daño ocasionado es inmenso, no sólo por las vidas humanas cegadas, los heridos y el profundo dolor que causan a sus familias, sino por la tristeza en la que está sumida el país. Basta ya.

La acción rápida y oportuna del Estado para dar con la identificación y detención de los responsables del atentado es una respuesta que todos los colombianos esperemos, pero no es la solución pues esto va mucho más allá. Hoy fue este atentado y ojalá que no se repita otro pero lo peor es a lo que todos nos enfrentamos a diario. La delincuencia común le está ganando la pelea a la institucionalidad. Todos los días las noticias son recurrentes en relatar que al estudiante o ciudadano lo asesinaron por robarle un celular o porque se opuso a un robo. La seguridad en las grandes ciudades y municipios de Colombia se deterioró y lo peor es que la situación se agudiza en forma vertiginosa.

Crecí en Sabanalarga, en medio de los juegos de cuadra con los amigos. Era normal que los padres se sentaran al finalizar la tarde en las terrazas de sus casas o de los vecinos a conversar. Todos se conocían con todos y el único peligro al que uno se sometía por estar en la calle era el de caerse jugando o sufrir un accidente por trepar un árbol o un tejado. Hoy todo eso cambió. La gente no lo hace por una razón: el atraco. Increíble que las casas hoy en día están llenas de rejas, candados y seguros. La gente de bien encarcelada en su propia casa mientras que los bandidos en la calle permanecen atentos a cualquier descuido para atacar.  

Lo grave de convivir en medio de la violencia es que tendemos a verla como normal, como algo del diario vivir. Este país está lleno de gente buena, con empuje, decente, trabajadora, emprendedora y es por ello que no podemos permitir que unos pocos acostumbrados a ganarse la vida de otra forma acaben con la tranquilidad, la integridad y hasta la vida de los buenos.  

Lo de ayer fue terrible, repudiable y ojalá que nunca más de vuelva a repetir. Colombia merece vivir en paz, lo tenemos todo para lograrlo. Ahora bien, tenemos que ser conscientes que algo está funcionando muy mal en esta sociedad y debemos unirnos para enfrentar todos los flagelos que nos aquejan, en especial aquellos relacionados con la seguridad. El Estado debe trabajar en forma urgente en una verdadera política de seguridad que se articule con todos los organismos que lo integran y por supuesto, los ciudadanos, también tenemos un compromiso para colaborar para alcanzar ese soñado fin de erradicar esa violencia que hoy cobra vidas pero que también socaba las esperanzas de todos. Nuestros hijos merecen un país mejor. Colombia llora pero no se rinde¡.

Comentarios y sugerencias al correo mrtamayo@hotmail.com