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Chile: escenarios posibles

El pasado viernes 12 de agosto tuve la oportunidad de participar de un taller abierto a la ciudadanía con el abogado, analista de escenarios y líder de opinión en Chile, Jorge Navarrete.

La actividad congregó a cerca de 30 personas que, durante una hora y media, pudimos interactuar a partir de sus interesantes, informadas y pedagógicas reflexiones.

La presentación inicial la orientó a establecer una conexión entre la coyuntura política que vive Chile hoy y su relación con el contenido de la constitución.

Lo primero en discusión se relacionó con las problemáticas que enfrenta el actual gobierno y que se relacionan con tres aspectos fundamentales: una institucionalidad democrática muy deteriorada y que repercute en el funcionamiento del sistema político en nuestro país; en segundo término la situación económica compleja, con altos índices de inflación, no vistos en Chile desde el año 1994, con una reserva económica fiscal no tan holgada como aquella de la que disponía Chile al inicio de la pandemia y con un escenario internacional tremendamente complejo para una economía tan abierta como la chilena; y por último los niveles de violencia que experimenta Chile, no sólo en la marcrozona sur, con el conflicto Mapuche que ha llevado a declarar persistentemente Estados de Emergencia, sino que también en la periferia de las grandes ciudades donde el narcotráfico y el robo son realidades que no pueden normalizarse si queremos generar un pacto social que permita el desarrollo de una ciudadanía activa, en paz y libre de presiones que amenazan desde fuera a la democracia.

Una de las temáticas interesantes abordadas en esta reunión tenía relación con que el Presidente Gabriel Boric no es solo el presidente más joven de la historia de Chile, sino que también es, a lo mejor, el presidente más joven hoy a nivel mundial.

Es el líder de la generación, posiblemente, más exitosa en términos políticos de la Historia de Chile, ya que desde el movimiento estudiantil logró instalarse, en poco más de diez años, en los más importantes cargos de gobierno: accedieron muy jóvenes al congreso nacional, derivaron en sus propios partidos políticos, fueron capaces de generar un tercer referente político que rompió el “binominalismo” entre la centro derecha y la centro izquierda en Chile y, por último, hoy en día son gobierno.

Esta misma reflexión sirvió de fundamento para enviar un mensaje a los jóvenes, que desde la manifestación social y la creatividad a nivel de las pancartas deben pasar a la acción, deben comprometer su voluntad en aquellos espacios que hacen posible los cambios soñados y anhelados.

Resulta ser una muestra tremenda de valentía y de compromiso, dejar el espacio de confort, acceder a la conducción de una institucionalidad en crisis, tomar el testigo, recibir las críticas y, lo más importante, las responsabilidades.

Gabriel Boric, el presidente, representa hoy a muchos que están en su gobierno: fue dirigente estudiantil, accedió en dos períodos al congreso nacional como diputado, ante el estallido social se la jugó por mantener el orden democrático, firmó el acuerdo del 15 de noviembre del 2019 lo que casi le cuesta la expulsión de su partido, se levantó como candidato presidencial, le costó mucho levantar las firmas para acceder a la primaria presidencial legal, en contra de lo que decían las encuestas, le gana al candidato del partido comunista Daniel Jadue; pierde la primera vuelta presidencial y gana por un amplio margen el balotaje ante el candidato de la ultraderecha José Antonio Kast.

Sí, es el presidente más joven de la historia de Chile, pero en su corta trayectoria política ha dado muestras de su compromiso con la democracia, con los acuerdos y un ejemplo para una juventud que debe entender que desde el gobierno, desde la participación política, desde el voto, se pueden modificar de mejor manera y con mayor legitimidad una anquilosada institucionalidad que ha perdido legitimidad ante una ciudadanía que no ve, en el discurso y en las acciones de la clase política profesional, una real preocupación por sus reivindicaciones.

Los primeros meses del actual gobierno han demostrado la inexperiencia de muchos de ellos, los errores cometidos por la ministra Izkia Siches, a lo mejor la mujer con mayor capital político al inicio de este gobierno y que se ha derrumbado de manera dramática en pocos meses, e incluso las declaraciones del, para muchos, ideólogo del actual gobierno, Giorgio Jackson, que generaron más de una polémica al respecto, al plantearse desde un altura moral superior al devenir político chileno de los últimos 30 años.

Esta remozada dirigencia política debe entender que “es otra cosa con guitarra” y que la vida política pública y profesional “es sin llorar”. 

El camino está trazado, hay una hoja de ruta que es el programa de gobierno, enfrentan una coyuntura histórica realmente dramática, pero han asumido el desafío y comprometido su responsabilidad, con el Apruebo o el Rechazo ganando en el plebiscito del 4 de septiembre.

Con relación al proceso constituyente la discusión instalada por Jorge Poblete se orientó a determinar la relevancia que tenía el método en la valoración final del resultado.

El apoyo ciudadano con más de un 80% a favor de una Convención Constituyente elegida democráticamente era el fundamento más palpable al respecto.

Más allá de la actuación de figuras disruptivas en el seno de la Convención, de uno u otro sector político, expresó su abierta preocupación por la forma en que el sector mayoritario de la Convención buscó instalar sus puntos de vista, con lo que se habría provocado un golpe doloroso y gratuito a una constitución que se hace cargo, desde su contenido, de las mayores reivindicaciones anheladas por la ciudadanía en chilena de los últimos años: reformulación del sistema político, mejorar la representatividad, comprometerse con una democracia más participativa que puramente electoral, deselitizar la política, instalar los derechos sociales en materias de salud, educación, vivienda, pensiones y cultura, reformar el poder judicial, incorporar la preocupación por los temas ambientales, el plurinacionalismo, la paridad de género, resultan ser elementos insoslayables a la hora de discutir sobre el contenido de la carta.

El próximo 4 de septiembre las opciones Apruebo y Rechazo son igual de legítimas, ya sea Apruebo para reformar o rechazo para una nueva Constitución.

El diálogo político y ciudadano ha instalado y gracias a los movimientos sociales, ya que la elite política fue o se hizo la sorda durante muchos años, la necesidad de reformar nuestra institucionalidad política, acercarla al Chile más real, humanizar el modelo y que se haga cargo de las profundas desigualdades que ha generado, que avance hacia una democracia más inclusiva, que se reconozca el valor de la diversidad que aporta el respeto y reconocimiento de las minorías y que dejemos de mirarnos el ombligo, que superemos una sociedad tremendamente individualista y que reforcemos el pacto social que nos permita superar situaciones que se nos presentan dramáticas y que no podemos normalizar.

Con respecto al resultado del próximo plebiscito, las encuestas apuntan a un triunfo de la opción Rechazo.

En palabras textuales del orador principal del evento, “aún faltan tres semanas y en política se ha demostrado que una semana puede ser mucho tiempo”.

El carácter obligatorio de dicha elección instala dos elementos que pueden alterar y entregar un panorama distinto al que arrojan las encuestas.

Si el día 4 de septiembre un porcentaje alto de los jóvenes entre 18 y 30 años se levantan y votan, las opciones del Apruebo aumentan considerablemente.

En segundo término, si las personas de las poblaciones más pobres, aquellas que muchas veces están subrepresentadas en las encuestas, ya que son aquellos que no contestan el teléfono al momento de las consultas de opinión, van masivamente a votar, nuevamente la opción Apruebo puede verse beneficiada.

Recordemos que, desde la instalación del voto voluntario en 2012, estos sectores socioeconómicos son los que han marcado los niveles más altos abstencionismo electoral.

El proceso de propaganda electoral ha estado cruzado por otro elemento a tener en cuenta a la hora de definir escenarios posibles.

Ambas opciones han casi invisibilizado a los partidos políticos y a la clase política profesional al respecto.

La situación ha sido mucho más dramática en el mundo de la derecha que lo ha explicitado abiertamente y que, su único presidente democrático, ha estado “vetado” de cualquier participación al respecto.

Una figura tan mediática como el presidente Piñera no habría perdido, de mutuo propio, la posibilidad de figurar en un proceso tan trascendente para la historia de Chile.

Al otro lado de la vereda el tema no es mejor y en ambas opciones se ha priorizado la participación de los movimientos sociales y la visibilización de los temas más controversiales a partir de experiencias de los ciudadano “de a pié”.

Los sectores políticos tradicionales están conscientes de dicha realidad.

El estallido social del 18 de octubre de 2019 hizo una crítica transversal a los partidos políticos: ninguno de ellos salió ileso de la crítica ciudadana; su representación en la convención Constituyente, en especial para los partidos más tradicionales, fue desastrosa; las rectificaciones hechas por el Servicio Electoral de Chile demostró que los partidos tenían una cantidad considerable de “militantes zombis” y producto de las rectificaciones hechas sus números bajaron de manera dramática, demostrando que menos del 10% de los chilenos reconoce militancia y, si a ello le solicitáramos militancia activa, claramente que dicho número expresaría un mayor dramatismo.

Desde esta realidad y en la problemática de los escenarios futuros ¿cuál favorecerá más a los partidos tradicionales?, ¿El triunfo del Apruebo o del Rechazo? Difícil de dilucidarlo, creo que lo que será determinante en la definición de dichos escenarios es, sin lugar a dudas, el resultado del plebiscito y las diferencias que se marquen entre una u otra opción.

Un triunfo estrecho para cualquiera de las opciones asegurará que el debate constitucional se mantendrá, incluido el nivel de conflictividad, de noticias amañadas y falsas, que han enlodado el proceso.

Hoy parece imposible proyectar un triunfo holgada para cualquiera de las opciones.

¿De ganar el Rechazo los partidos tradicionales retomarán el protagonismo perdido a manos de la ciudadanía y de las organizaciones sociales? ¿De ganar el Apruebo se instalara, contemporáneamente a la discusión de las leyes de instalación de la nueva carta, una discusión para generar acuerdos más amplios en temas referidos a sistema de gobierno, plurinacionalismo, “precio justo” en las expropiaciones, entre otros? ¿De ganar el Rechazo se respetará el mandato ciudadano de que el proceso sea liderado por una convención cien por ciento democrática? ¿De ganar el Apruebo, el gobierno del presidente Boric será más eficiente a la hora de instalar su programa de gobierno? Sin duda que estas no son las únicas preguntas y menos los exclusivos escenarios posibles, son una muestra más de la complejidad del fenómeno político, donde, a diferencia de cualquiera otra ciencia, el objeto y el sujeto de estudio están íntimamente conectados.