El periodista Jorge Cura con los jóvenes traductores en Kabul, Afganistán.
El periodista Jorge Cura con los jóvenes traductores en Kabul, Afganistán.
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@jorgecura1070

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Mis recuerdos de 10 días en Kabul, ciudad asediada por los talibanes

Las ironías históricas: fuerzas rusas derrotadas por las de EEUU y los estadounidenses ahora desplomados por los talibanes con apoyo eslavo.

Después de volar 20 horas, y de estar dos días en aeropuertos, hemos llegado a Kabul, la capital de Afganistán tras pasar por Bogotá, París y Dubai. Estamos en uno de los tres países más peligrosos del mundo, junto a Irak y Pakistán, y uno de los tres más pobres.

Desde el aire uno comienza a darse cuenta de las dificultades de esta nación que por siglos ha estado en guerra permanente con sus vecinos, conquistadores, y por fuerzas internas que lo ha llevado en varias ocasiones a una desestabilización absoluta.

A más de 30 mil pies de altura se observa lo adverso de su geografía, en la que no pudieron cristalizar sus pretensiones líderes como Alejandro Magno, Gengis Khan e imperios poderosos como el de los persas, mongoles, otomanos, soviéticos y tampoco ha podido ahora la Gran Coalición liderada por Estados Unidos.

Así comenzaba nuestra crónica apenas llegando a Kabul la capital de Afganistán en octubre de 2009, documento que está consignado en el primer capítulo de nuestro libro, “Con los pies en la tierra”.

Fueron 10 días de terror, asediados por el Talibán porque en ese corto tiempo nos acercamos a la muerte en dos ocasiones. En el Hotel Sirene desde donde transmitíamos para Emisora Atlántico tras ser destruido con un carro bomba matando a 40 personas, nosotros habíamos salido media hora antes, y luego en la casa vecina  donde pernoctábamos ingresó un comando Talibán asesinando a 14 diplomáticos orientales vinculados a la ONU.

A pesar de las fuerzas de la coalición nada detenía a las fuerzas del Talibán, como no pudo la Unión Soviética y mucho antes otros poderosos que trataron de conquistar esas lejanas tierras del oriente.

La historia ofrece ciertas ironías, los rusos fueron derrotados con las armas de los Estados Unidos, y hoy el gran imperio americano cae desplomado con un Talibán que se abastece de armas eslavas. Quién lo creyera, pero el mundo da vueltas.

Se estima que esta ha sido la guerra más larga en que se han enfrascado Estados Unidos y sus aliados. Solo el país del norte invirtió cerca de 2 billones de dólares. Pero hay otros costos. 

Talibanes ingresando a Kabul.

- Miembros de las fuerzas estadounidenses que murieron en Afganistán hasta abril: 2.448.

- Militares y policías afganos muertos: 66.000.

- Otros miembros de las fuerzas aliadas, incluidos de la OTAN y otros estados miembro: 1.145.

- Civiles afganos: 47.245.

- Combatientes del Talibán y otras oposiciones: 51.191.

- Periodistas: 72

La pregunta es, ¿valió la pena?

Estados Unidos perseguía dos objetivos desde el atentado a las Torres Gemelas en Nueva York: dar con el paradero de Osama Bin Laden y el Mula Omar, líder de la banda. Logró el primero. Ubicó a Bin Laden en una lejana casona en Pakistán y le dio de baja. Pero fuentes bien informadas señalan que el tuerto líder Talibán habría muerto en Afganistán, no en Pakistán como afirman algunos. Habría muerto por una enfermedad terminal. O sea, Estados Unidos pese a su sofisticada tecnología no logró dar con el paradero de quien cobijó al terrorista más cruel de la historia moderna. 

Peor aún, la herencia del mulá Omar está más viva que nunca, nos informan que uno de sus hijos, el mayor, es el líder del movimiento que negocia desde Doha en Qatar las reglas que impondrá el nuevo gobierno. Qué ironía, el hijo del Mulá Omar ingresará triunfante a la empobrecida Kabul ante los perplejos ojos del mundo.

Talibanes controlando el tráfico vehicular en Kabul.

Y ahora qué?

El avance de los talibanes ha creado una ola de nuevas refugiadas que intentan huir desesperadas de la tiranía talibán. Cerca de un millón de personas han abandonado su hogar en busca de refugio en los últimos meses, según estima la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán. El Ministerio de Refugiados y Repatriaciones calcula que casi el 70% son mujeres y niños.

En los últimos meses de mayor fortaleza militar, los talibanes ya se han ensañado con las mujeres, atacando colegios y matando periodistas. A diferencia de lo que sucedía en los 90, cuando parecían una guerrilla más, su brutalidad ahora les precede.

Mientras duró la presencia de las tropas de Otan en Afganistán, cerca de 3.5 millones de mujeres tuvieron acceso a la educación. Pero el contraste es que se toleró la corrupción política de los denominados señores de la guerra que además manejaban la producción de opio en el país. 

El rápido deterioro de la situación política y militar del país indica que el Estado sigue siendo frágil y sin las instituciones que prometía. La sociedad ha tenido atisbos de progreso, con el avance en la educación de las mujeres y su acceso, aunque todavía limitado, a cargos públicos. 

Una de las tres mujeres gobernadoras del país contaba hace unos días como ella misma tomaba las armas contra los talibanes.

La situación sanitaria ha mostrado un lento progreso, si bien Afganistán sigue siendo uno de los países del mundo donde es más probable morir por enfermedades que se pueden prevenir, sobre todo en el caso de mujeres y niños. 

La libertad de prensa, inexistente hace dos décadas, ha avanzado gracias a la lucha de periodistas valientes, especialmente mujeres jóvenes. Ahora temen por su vida, como contaba una reportera que ha dejado de dar las noticias para huir de su ciudad e intentar salvarse. “Sé que los talibanes vienen a por mí”, escribía hace unos días.

Al igual como ocurre en muchos países de Oriente Medio, en el caso de Afganistán, Estados Unidos interviene con fuerza y tecnología, pero no termina de entender el problema del país. No lo entendió en Vietnam, tampoco en Iraq y mucho menos en Palestina. Donde casi siempre apoya bandos equivocados, gobiernos corruptos, déspotas y violadores de los derechos humanos.

En Afganistán se debe entender el problema de las castas, no es un asunto menor. Donde los Hasara son perseguidos y asesinados. Los Tayikos tienen algunos beneficios, pero los Pastun de religión sunita dentro del islam son los dueños del poder. Cuando las potencias entiendan las creencias e idiosincrasia de los pueblos de pronto podrán de alguna manera intervenir con su poder económico y tecnológico. ¡Antes no!

Ingreso de talibanes a Kabul.

Durante mis 10 días en Kabul mis intérpretes fueron estudiantes de español de una universidad pública. Hoy pienso en ellos, ya deben ser profesionales, tal vez, si están vivos podrían tener más de 35 años. Tenían sueños, viajar a España o Brasil, me comentaban. 

Para finalizar este recuento de cosas que viví en Kabul, les dejo la crónica titulada, “Recordar matanzas eriza la piel de los afganos”. Tal vez es lo que se viene.

Kabul, octubre de 2009.

Frente al estadio de Los Héroes de Kabul hay un campo de fútbol destapado donde un grupo de jóvenes juega un entretenido partido ante la presencia de no más de 20 personas que se ubican encima de la cal en la demarcación de la cancha.

Al fondo, detrás del arco norte, otro grupo le da la espalda a la juventud y se estrella contra una pared para consumir heroína que se vende como pan caliente, a precios accesibles para aquellos que lo han perdido todo, incluso la esperanza.

En su mayoría son adultos. Con el zoom de la cámara de televisión me acerqué lo suficiente, y pude verlos consumir y observar sus caras oscuras, arrugadas y tristes. Es un espectáculo desolador que se puede contemplar en cualquier ciudad del mundo. No es un problema de Afganistán, que por cierto ya tiene demasiados.

Me parece que estas son personas que por su edad estuvieron presentes y activas durante el régimen talibán. Y también pienso que observaron cada viernes, durante más de cinco años, lo que pasaba al frente, en el estadio grande, el que tiene grama, donde no se jugaban partidos de fútbol, sino que servía de epicentro de ejecuciones públicas de los violadores, asesinos, ladrones, adictos a las drogas, alcohólicos y a las mujeres adúlteras.

Cada viernes, después de la oración, la gente atravesaba la calle donde está ubicada la mezquita más grande de Kabul, y luego  de encomendarse a Dios, contemplaba el más sangriento de los espectáculos.

En el centro del campo, como una jugada maestra, los talibanes amputaban las manos de los ladrones, ahorcaban a los asesinos y delincuentes y lapidaban a las mujeres.

Al sentarme en la tribuna de sombra y mirar uno de los pocos espacios verdes que tiene Kabul, sentía en lo más interno de mi ser los gritos de quienes morían ante la orden de los dictadores de turno. Solo bastaba una acusación informal para acabar con la vida de un hombre y con el honor de una familia.

Consumidores de drogas, frente a la malla de seguridad del estadio de Kabul

Fue un régimen que hizo retroceder a la sociedad afgana a los tiempos de la Edad Media. Aquí no fue la iglesia la responsable de tanta infamia, sino las escuelas coránicas (Madrazas) ubicadas en la frontera con Pakistán, donde se forman los talibanes, y de manera equivocada y retrógrada hacen la interpretación del Corán, que debe ser solo amor y compasión como decía el Profeta.

En este recorrido por las congestionadas calles de Kabul hemos hablado con mucha gente sobre el gobierno talibán, y algunos coinciden en señalar que durante ese tiempo hubo orden y respeto.

Se acabaron los crímenes, y la gente se comportaba de manera ejemplar para no caer en las manos de los verdugos, que los esperaban en el centro de la cancha. Ante esa interpretación que le dan algunos, nuestro amigo traductor, Poya Rashid, quien apenas cuenta 20 años y está a punto de graduarse en la Universidad de Kabul como Licenciado en Español, nos despeja dudas con frases bien argumentadas: “Es cierto, llegó el orden, pero perdimos nuestra libertad, nuestra cultura y caímos en el abismo del oscurantismo del cual tal vez aún no hemos salido”. 

Con los pies en la Tierra

El Talibán aún controla gran parte del territorio afgano, sobre todo en las zonas rurales muy a pesar de la presencia de tropas de varios países que conforman la Gran Coalición liderada por Estados Unidos. 

Se estima que el 75% de Afganistán está en manos de los estudiantes del Islam, pese al poderoso armamento que tienen las naciones industrializadas, que tratan de poner en orden este país que aún no encuentra su norte. Es por eso que al presidente Karzai le dicen el Alcalde de Kabul.

 

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