Protestas contra los bombardeos en Siria.
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EFE

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Estado Islámico: lo menos importante en la guerra de Siria

Después de que Turquía derribara un avión ruso en su frontera con Siria, las tensiones entre ambos países recuerdan que en territorio sirio hay otros intereses por encima de la lucha contra Estado Islámico.

El pasado 24 de noviembre una bola de fuego encendió los cielos de Siria y se precipitó sobre el suelo como un presagio de muerte. En la frontera que comparte este país con Turquía, un bombardero ruso fue derribado por un caza turco.

Para un país acostumbrado a los bombardeos constantes, al fuego y a la muerte desde hace ya cuatro años, el nuevo incidente esconde, sin embargo, una preocupación más acuciante: el incómodo recordatorio de que en Siria había guerra antes de Estado Islámico y la seguirá habiendo incluso después de que el grupo terrorista sea derrotado.

Los atentados terroristas del 13 de noviembre en París dieron a las potencias occidentales -Estados Unidos, la Unión Europea y demás miembros de la OTAN- el clima de favorabilidad pública que necesitaban para intensificar sus acciones en Siria, en un momento en el que Rusia y sus aliados empezaban a tomar preponderancia sobre el terreno bélico.

Si la guerra en este país de Medio Oriente obedece principalmente al interés por suprimir a Estado Islámico, en cuanto a la amenaza que representa para la seguridad de los ciudadanos del mundo, resulta difícil explicar cómo sigue habiendo confrontaciones cada vez más directas entre los países de la OTAN y la coalición rusa.

La respuesta a esto se remonta al origen del conflicto, en medio del fervor de lo que se conoció inicialmente como ‘la primavera árabe’. La dictadura de Egipto había caído y el germen de esta revolución se extendió, casi al mismo tiempo, hacia Siria y Libia.

En ambos países la revolución fue un fracaso y, en el caso sirio, quedaron dos facciones enfrentadas: el régimen de Bashar al-Asad y los rebeldes sirios, de entre estos últimos surgiría Estado Islámico.

Incluso esta explicación resulta una simplificación del asunto, entre los rebeldes sirios se cuentan decenas de facciones distintas y orígenes diferentes, sin embargo, se podría afirmar que, en términos generales, Occidente apoya a los rebeldes y Rusia apoya al régimen.

La mayor parte de las acciones militares que suceden actualmente en suelo sirio son confrontaciones entre unidades de estas dos facciones. Calificar las acciones de uno u otro grupo como ‘buenas’ o ‘malas’ no resulta tan simple como calificar a Estado Islámico de amenaza mundial, por ello es comprensible que los políticos de los países con intereses en Siria estén llevando la discusión al campo del terrorismo.

No obstante, no hay que olvidar que ya desde antes de que se estableciera Estado Islámico como lo conocemos actualmente -en 2014-, Occidente y Rusia se estaban enfrentando indirectamente en suelo sirio. Perseguían intereses distintos entonces, y esos intereses no han desaparecido con la amenaza terrorista.

El caso del ataque de Turquía a Rusia es un recordatorio de esto. Los turcos aseguran que el bombardero ruso Su-24 violó su espacio aéreo y que le advirtieron al menos 10 veces durante cinco minutos que diera media vuelta, antes de que un F-16 de la fuerza aérea de Turquía lo derribara.

Rusia asegura que en ningún momento su bombardero entró en territorio turco y que siempre voló en el espacio aéreo sirio. Este incidente supuso la primera muerte de un ruso en Siria, pues uno de los dos pilotos que iba en la aeronave murió mientras descendía en paracaídas tras eyectarse, a manos de los rebeldes sirios, que les dispararon en tierra.

El piloto que pudo ser rescatado aseguró, en su primera intervención para los medios, que “ni siquiera había amenaza de entrar en Turquía”

Si bien la verdad tras el hecho, que ha generado gran tensión entre ambos países, esté lejos aún de esclarecerse por completo, queda claro que el eje del problema entre ambos países gira alrededor de intereses muy alejados al solo hecho de combatir a Estado Islámico.

Rusia ha acusado a Turquía de favorecer el contrabando de petróleo, una de las principales fuentes de financiamiento de los terroristas, acusación a la que también se ha sumado el régimen sirio.

”Turquía lo hizo, derribó el avión militar ruso porque sigue patrocinando a aquellos terroristas, y también porque la Fuerzas Aeroespaciales rusas en el transcurso de cinco días destruyeron más de mil tanques de petróleo de contrabando transportado de Siria a Turquía”, aseguró el canciller de Siria Walid Al Muallem.

De ser cierto, Turquía se estaría beneficiando de un negocio que mueve cientos de millones de dólares. Analistas del Concejo de Relaciones Exteriores calculan que Estado Islámico controla la producción de unos 44.000 barriles de petróleo en Siria y 4.000 en Irak, lo que les reportaría ganancias de un millón de dólares al día.

Aunque creer la versión rusa de los hechos por completo pueda resultar poco menos que ingenuo, lo cierto es que Turquía tiene sus propios intereses en territorio sirio y eso no se encuentra oculto. Los combatientes turcomanos, guerreros sirios de ascendencia turca que han residido en este territorio desde hace cientos de años, han recibido apoyo militar y financiero por parte de Turquía desde hace varios años para derrocar al régimen de Bashar al-Asad.

De hecho, Turquía ha dicho que derribó al avión ruso no solo porque violó su espacio aéreo, sino también como “una medida de protección para nuestros hermanos turcomanos de los bombardeos rusos”.

Si el mundo está de acuerdo en reconocer que Estado Islámico controla un floreciente mercado de petróleo ilegal ¿existe alguna razón para creer que las otras facciones que controlan territorios en Siria no tienen acceso a sus propios recursos petroleros? si Turquía recoge ganancias del petróleo que pudieran contrabandear los rebeldes bajo su manto, no hay ninguna razón para suponer que Rusia no saca su propia tajada de las exportaciones que realiza el régimen.

Mientras las páginas de los medios de comunicación se llenan cada vez más de alusiones al terrorismo, todas las razones que originaron el conflicto empiezan a sumirse en las sombras. La guerra parece, en la actualidad, cada vez más justificada. A pesar de que Estado Islámico no sea principio ni fin de la disputa, se han convertido en la principal excusa para continuarla.

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