Pasean un muerto en ataúd por el centro de Santa Marta pidiendo plata para sepultarlo
Detrás del curioso hecho se esconde el drama de José, que por dos décadas sobrevivió vendiendo agua en la Avenida Ferrocarril. Esta es su historia.
El pasado 18 de diciembre, los vendedores del sector de la carrera quinta con avenida del Ferrocarril, perdieron a un amigo; a un hermano. José Luis Rodríguez Escorcia, falleció tras varios meses donde su salud decayó día a día.
El hombre se dedicaba a vender agua en su tanque blanco a choferes, pasajeros de buses y transeúntes que frecuentaban la zona. Según sus compañeros “tenía alrededor de 25 años laborando como vendedor ambulante” en este sector.
“José Luis era de Concordia, pero según me contaba, se crio con la familia, por el barrio Los Almendros”, asegura uno de sus amigos más cercanos, quien añadió que “según la carta que aparece en la Registraduría, tenía 50 años”.
La historia de José Luis tuvo un sabor agridulce, puesto que con el paso del tiempo, perdió a sus seres queridos. No se sabe si él se alejó de ellos o ellos de él. Coinciden sus amigos en que no tienen información sobre alguien cercano a Rodríguez Escorcia; ni esposa, hijos o hermanos.
Se dedicó la mitad de sus años a vender en el mismo lugar. Allí cultivó amistades que lo socorrieron ese 18 de diciembre, cuando su luz se apagó y partió de este mundo.
“Él ya no quería comer. Se enfermó un día que estaba tomando y ya de ahí iba pa’ abajo; pa’ atrás y pa’ atrás”, manifiestan los vendedores. “Ya él tenía como tres meses de estar desmejorando; tres veces lo llevamos al médico, la última vez le mandaron complejo B, se mejoró, pero después volvió a recaer”, dijeron a Seguimiento.co, en alianza con Zona Cero.
De acuerdo con las versiones, Rodríguez Escorcia estaba afiliado a “la E.p.s. Salud Vida”, que se encargaba de suministrarle medicamentos.
No obstante, el fatídico 18 de diciembre, no pudo continuar la batalla. “Ese día, él nos dijo que se sentía mal; llamamos una ambulancia, pero no quiso venir. Entonces, nos tocó decir que lo había atropellado una moto; ahí sí llegaron y se lo llevaron a Cehoca. Allá mismo murió”.
Varios medios registraron la muerte, y debido a eso, hubo alguien que dijo ser una de sus dolientes. “Cinco días después de haber muerto José, apareció la supuesta hermana y vino con un abogado, preguntando por el seguro de la moto que lo había atropellado. Pero al enterarse en Medicina Legal que eso no era así, se desapareció y no apareció más”, sostienen los amigos.
Su cuerpo reposó en Medicina Legal por 17 días, a la espera de alguien que lo reclamara. Sin embargo, sus compañeros, los vendedores, sabían que nadie iba a ir por él. Por tal razón, tomaron la iniciativa de hacer los trámites necesarios para sepultarlo.
“Todo fue demorado porque él no tenía cédula; no le apareció la familia; todo se volvió trámites y trámites. Además se metió Navidad y Año nuevo y cerraron oficinas. Sumándole que le solicitamos al Distrito para el sepelio y hasta ayer (4 de enero) dieron el cajón”, indicaron.
A ‘Jose’, como le decían cariñosamente, lo recogieron en Medicina Legal con el ataúd que donó la administración distrital. Posteriormente, su cuerpo fue ‘paseado’ por la carrera quinta, para que las personas donaran algo de dinero, y de esa manera poder darle cristiana sepultura.
“Eso que dice la gente, que olía a feo, era mentira. Él estaba congelado allá. Cuando lo trajimos, pedimos plata. Los choferes, comerciantes, hasta gente que no lo conocía, colaboraron”, expresaron conmovidos su grupo de amigos.
Con el dinero recaudado, pudieron enterrarlo dignamente. “Lo velamos aquí en la calle un rato y lo enterramos a las 3:30 p.m. en el cementerio Jardines del Edén, cerca de Neguanje”. Al final, cerca de 20 personas acompañaron a ‘Jose’ hasta su última morada.