Foto de tajamar.
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Cristian Mercado

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Por falta de mantenimiento, el mar ‘devora’ los tajamares de Bocas

En 2004 fue la última vez que el Ministerio de Transporte reforzó estas estructuras vitales para el Puerto de Barranquilla.

José Granados Fernández

“Si usted va hacia la punta del tajamar se da cuenta de cómo está eso deteriorado por allá; allá no está el piso como lo ve aquí: allá son huecos para bajar y subir. Eso prácticamente el río está llegando del lado del mar”.

Omar González lleva 39 años viviendo y ganándose algunos pesos en el tajamar Occidental de Bocas de Ceniza, donde, siendo un adolescente, aprendió a pescar incluso con cometas, bajo el abrasante sol, trepado en gigantescas rocas que formaban la coraza que protegía esta portentosa obra de ingeniería construida entre 1924 y 1935, dentro del mar Caribe, para encauzar el río Magdalena a fin de darle vida al Puerto de Barranquilla.

“Esto lleva años en el abandono y sin tajamares no hay puerto”, sentencia González, sin titubeos, con base a la experiencia que ha ganada por décadas como actor presencial de lo que ha sucedido, de día y de noche, en la megaestructura que hoy luce destruida, en ruina, al igual que el tajamar Oriental, su hermano gemelo, del que hace parte el dique de contracción construido entre 1960 y 1963 para angostar a 512 metros las Bocas de Ceniza, con el objetivo de evitar el crecimiento de la barra de sedimentos en la desembocadura.

“Por eso se queda ahí el sedimento del río, que les tapa la desembocadura, pero ellos dicen que no es así y uno no puede decir muchas cosas de eso. Como uno es pescador, ellos creen que uno no se da cuenta de todo lo que aquí pasa, así que ellos creen que solo sirve lo que ellos dicen”, se queja González.

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Tajamares socavados 

Al igual que Omar, otros veteranos pescadores cuestionan a los “ingenieros de escritorios” que sin inspeccionar los tajamares pretenden garantizar las operaciones en el río Magdalena y el Puerto de Barranquilla.

“Hace años venían ingenieros y operarios del Campamento de Las Flores, revisaban la carrilera del trencito y las traviesas de madera y cambiaban los clavotes de acero con los que anclaban los rieles, pero eso se acabó”, testificaron durante un recorrido de Emisora Atlántico, Zona Cero.com y CV Noticias.

Con apoyo de la Estación de Guardacostas de la Armada Nacional, equipados con cámaras y un dron, llegamos hasta el tajamar Oriental, al otro lado del río Magdalena sobre la margen del Parque Salamanca.

Los equipos periodísticos encontraron que, en efecto, todo en gran parte está destruido. Además de que desaparecieron o se robaron la línea férrea, por donde rodaban los pequeños trenes de Colpuertos para llevar el personal, la maquinaria y las grandes rocas usadas para reforzar la estructura Oriental, los embates del mar también la han socavado.

En el tramo final del dique de contracción -junto al último espolón construido en esa margen- se observan, al menos, tres secciones amplias en las que las rocas ya no existen. La estructura no se ha quebrado porque la playa formado en la parte posterior ha evitado que el mar la arrastre por completo.

Sin línea férrea

La destrucción y el abandono son similares en el tajamar Occidental, al que se llega desde el barrio Las Flores. Si bien la carrilera existe en un amplio trayecto, esta se encuentra igualmente abandonada. Por ella apenas circulan los llamados trencitos turísticos, que operan en precarias condiciones de seguridad.

A medida que uno avanza hacia las profundidades de Bocas de Ceniza observa que los torcidos rieles semejan más el serpentear de una culebra. A lado y lado hay áreas erosionadas abiertas por el mar y el río.

También se observan centenares de gruesas traviesas que quedaron en el aire porque perdieron la base que las soportaba; hay montones de rocas desplazadas de su posición por el golpe permanente, como un martinete, de las olas del mar y uno se encuentra con metros de rieles fracturados o desgastados por huecos abiertos en el acero que ha sido corroído por el salitre.

En La Virgencita, sitio donde quedaba la antigua caseta de los Pilotos Prácticos, más que un lugar de cambuches para pernoctar durante las faenas de pesca, se ha consolidado un tugurio sobre el tajamar, donde se acumula la basura.

La deteriorada línea férrea desaparece justo en ese lugar. Por eso, para llegar a lo que era la ‘piña’, la enorme estructura de rocas contra la que chocaba el mar embravecido, hay que caminar con cuidado por una especie de trocha resbaladiza en la que aparecen más casuchas rodeados por muchas piedras y peñascos, huecos y troncos secos y más basura arrastrada por el río.

Deterioro no da espera 

Funcionarios consultados sobre el abandono de los tajamares admitieron que el último mantenimiento fue hecho en 2004 por el Ministerio de Transporte, es decir hace 14 años. Para estos trabajos usaron barcazas en las que transportaron las rocas y la maquinaria pesada necesaria para depositarlas en las dos estructuras.

Tras aceptar que “es urgente hacer nuevos mantenimientos”, hoy bajo la responsabilidad de Cormagdalena o el Invías, advirtieron que la nueva APP para la Navegabilidad del Río Magdalena, tras el fracaso de la suscrita con Navelena durante la administración de Augusto García en Cormagdalena, tardará unos dos años para ser estructurada, adjudicada y puesta en funcionamiento. “El grave deterioro que tienen los tajamares no aguanta tanto tiempo”, alertó una fuente.

Como obra de ingeniería, los tajamares son tan extraordinaria que pueden apreciarse desde la luna. Cuando fueron construidos cada uno tenía 2.300 metros de largo, pero con el transcurso de los años, por diferentes episodios, han perdido varios centenares de metros en sus puntas. Lo preocupante es que hoy, ante el debilitamiento, el mar puede continuar su destrucción, lo que sería otro factor de riesgo para el Puerto de Barranquilla.

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