Los pasajeros vivieron momentos de tensión durante el vuelo de la aerolínea Latam.
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Pasajera samaria relata caótica emergencia durante vuelo entre Bogotá y Santa Marta

La joven vivió momentos de tensión cuando se presentó una emergencia dentro de un vuelo de la aerolínea Latam.

A las 8:05 de la mañana, una joven samaria que viajaba de Bogotá a Santa Marta a cumplir una serie de compromisos institucionales. Pocos minutos después comenzaría una situación caótica para ella y los pasajeros de un vuelo de la aerolínea Latam Colombia 

"Todo empezó a las 8:05 am cuando despegamos del Aeropuerto Internacional El Dorado, en Bogotá. Quince minutos después de un aparatoso movimiento de la aeronave, un piloto con voz entrecortada y temblorosa anunció (a palo seco): "Descenso de emergencia. Los pasajeros se miraban incrédulos, en parte porque ni siquiera la vocalización del piloto permitió entender lo que pasaba". 

Fila tras fila -cuenta la joven- los desesperados ocupantes empezaron a extraer las máscaras de oxígeno que debieron caer automáticamente al iniciar el descenso.  

"De pronto atraviesa el pasillo una de las auxiliares de vuelo con la nariz ensangrentada, el labial corrido  y el rostro descompuesto; preguntando si todos estábamos bien. ¿¿"Bien"?? esta pobre mujer no se había visto en el espejo. Otra de las auxiliares la tomó del brazo y se la llevó al baño, mientras los pasajeros del avión seguíamos con las máscaras puestas sin saber qué pasaba", indicó. 

Este fue el avión que sufrió la emergencia.

Cerca de diez minutos después, -continuó relatando- el piloto (aclarando primero la voz) "indicó que habíamos alcanzado altitud de seguridad y nos disponíamos a aterrizar de nuevo en Bogotá. Los auxiliares recorrieron nuevamente los pasillos preguntando si estábamos bien, sin dar respuesta a las múltiples preguntas de los viajeros (...) Antes de aterrizar nos piden que no toquemos la zona de depósito en la parte superior, donde se guardan los equipajes de mano, porque presentan "recalentamiento".  El interior del avión lleno de humo, los niños llorando, tres o cuatro pasajeros agitados y aparentemente con la presión arterial descontrolada y la auxiliar que sangraba por la nariz (ya limpia y peinada), indicaban que no podíamos salir del avión hasta que instalaran las escaleras para el descenso (minutos interminables por cierto)". 

Al cabo de dos horas esperando en la sala de abordaje, "cerca de las 11 salimos nuevamente para Santa Marta, con los nervios de punta, mirándonos las caras cada vez que ae activaban los altavoces y rezando para que está vez no pasará nada. Me reporto, en tierra: asustada, con dolor de oídos, pero feliz", detalla.

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