Jadis Sebastián Castellar De la Espriella con sus padres, que amorosos y esperanzados en una mano amiga acompañan la recuperación de su hijo.
Jadis Sebastián Castellar De la Espriella con sus padres, que amorosos y esperanzados en una mano amiga acompañan la recuperación de su hijo.
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Cristian Mercado

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“Me siento atrapado en mi propio cuerpo”: niño víctima de bala perdida

Quedó en silla de ruedas, vive en un quinto piso, casi no ve el sol y tuvo que dejar el colegio. La familia clama ayuda para cumplirle un sueño.

A los 17 años, cuando el brío y energía de la juventud brota por cada poro con ansias de dar pasos definitivos hacia grandes conquistas en la vida,  Jadis Sebastián Castellar De la Espriella ve desfilar la suya postrado en una silla de ruedas.

En diciembre próximo el menor debería estar de toga y birrete listo a recibir orgulloso su grado de bachiller, pero nada será así, se lo impidió ese monstruo que en el momento menos esperado puede golpear a cualquiera: la inseguridad desbordada en nuestra sociedad.

Este drama lo vive el niño y su familia desde el viernes 15 de septiembre de 2017, una fecha que, paradójicamente, era de espíritus alegres con un ambiente rebosado de entusiasmo por cuenta de la celebración del ‘Día del amor y la amistad’.

Todo inició a las 5:45 de la tarde, en momentos que Jadis Sebastián, de 12 años entonces, esperaba a las puertas del colegio Sagrada Sabiduría el transporte escolar que lo regresaba a casa. 

De repente, junto a muchos de sus compañeritos, quedó en medio del fuego cruzado entre seis delincuentes y el vigilante del plantel, que trataba de frustrar un ‘fleteo’ contra el esposo de una profesora que había llegado a recogerla.

La institución educativa Sagrada Sabiduría funciona en la urbanización El Parque de Soledad y allí Jadis cursaba 7o. grado.

La refriega sorprendió tanto a la comunidad estudiantil como a los profesores que concluían la jornada semanal, y en medio del caos de quienes corrían hacia todos lados a protegerse de la lluvia de plomo, cayó herido el pequeño Jadis Sebastián.

Fue alcanzado en la cabeza por una bala, que la Fiscalía aún no sabe de qué lado provino, a pesar de cuatro años de investigación.

El proyectil le penetró por el lóbulo derecho con orificio de salida por el lóbulo izquierdo.

“Le atravesó el cráneo y el cerebro, pero lo dejó con vida, eso si con daños neurológicos irreversibles. Los médicos se sorprendieron de la supervivencia”, dijo sobre el estado de su hijo el padre, Jadis Antonio Castellar, de 49 años, visiblemente conmovido a pesar del tiempo.

Recorrido con el niño herido

 Jadis Sebastián Castellar De la Espriella con sus padres.


Con el muchachito herido comenzó un penoso recorrido por la clínica de la Policía, el hospital Universidad del Norte de la calle 30, y la clínica General del Norte, donde finalmente terminó su atención y tratamiento.

“Fueron tres meses que permaneció en cuidados intensivos, inconsciente, apenas nos daban una hora para verlo”, contó la madre Daibis De la Espriella, de 47 años, en medio de un llanto desgarrador al recordar la escena.

Cuando Jadis Sebastián despertó de aquel largo sueño fatídico ya era distinto al que habían conocido sus padres, y se asemejaba al que durante esos tres meses los médicos les fueron describiendo para ir adaptándolos a la nueva realidad del niño: vivo, pero con secuelas insuperables de motricidad.

En efecto, ahí lo contemplaban, despierto una vez más, sin embargo, muy lejos del chiquillo activo y vivaz que era, entusiasta practicante de natación en la Cruz Roja, y estudiante disciplinado que por iniciativa propia aprendía japonés e inglés a través de internet.

Parálisis cerebral, fue el cruel y definitivo diagnóstico científico: el niño había perdido el habla, el movimiento de piernas y brazos, el control de esfínteres y no podía sostener erguida la cabeza.

 Jadis Sebastián Castellar De la Espriella con su mamá, Daibis De la Espriella.

No obstante, en medio de este panorama nefasto Jadis logró retener su capacidad cognitiva de entendimiento, reconocer a personas, comprender lo que le dicen, leer, escuchar y comunicarse al estilo del célebre científico inglés ya fallecido, Stephen Hawking.

“Tenemos un tablero artesanal y el abecedario a un lado, él nos indica con movimientos de vista cada letra y voy armando las palabras de lo que quiere expresar. Es una labor de mucha paciencia”, manifiesta la madre.

Por ello contar con un dispositivo como el de Stephen Hawking para su hijo es el sueño anhelado y angustiado del padre de Jadis, a fin de que este pueda comunicarse y serle útil a la sociedad.

“Él es muy inteligente, ha estudiado algo por un sistema de internet para personas en su estado, y este método sería la ayuda definitiva que necesita”, manifiesta el papá.

Castellar ha hecho sus propias averiguaciones sobre el equipo, que es de fabricación suiza, y afirma que se puede conseguir en una filial de la fábrica en Costa Rica, a un precio de $57 millones de pesos, mucho menos dinero del que lanzan desde helicópteros para demostrar prosperidad y generosidad.

“El dispositivo computarizado se llama Tobii Dynavox, es de seguimiento ocular, la persona mira las letras y arma palabras para organizar diálogos, la comunicación es mucho más ágil y está dotado de un sistema de voz que amplifica la comunicación”, explica el padre, quien dice que en Ecuador también se puede encontrar.

Esto mejoraría la calidad de vida de Jadis, quien permanece inmerso en una silla de ruedas que además ya no le sirve, pues requiere de una silla neurológica acorde a su crecimiento.

Una vida solo, sin amigos

 Jadis Sebastián Castellar De la Espriella en una foto antes de la tragedia.

La vida del niño transcurre sin amigos, solo, apenas con la compañía permanente de sus padres, la hermana Mayli, que tiene 12 años, y una enfermera que ayuda a atenderlo por cuenta de la EPS.

Su única entretención es la televisión, y fue precisamente un programa de la National Geograpihc que le sirvió para él mismo alertar a los padres sobre la existencia del dispositivo de Hawking.

“Le prometí que lo obtendría, pero es muy costoso para un desempleado como yo. Aún así le dije que estoy consiguiéndolo para no desestimularlo”, señala el padre.

Además de la precariedad de la silla de ruedas sin frenos en la que permanece, Jadis Sebastián se mantiene confinado en su apartamento casi sin recibir el sol.

El inmueble está situado en el quinto piso del conjunto residencial Las Cayenas, sin posibilidad de salir a la calle, o visitar un parque.

“Allá no hay ascensor y bajarlo resulta una tarea titánica, solo lo hicimos una vez que lo llevamos a la clínica y ojalá hubiera visto su entusiasmo al ver el paisaje de la ciudad, eso me emoción y causó dolor al mismo tiempo”, manifiesta la madre, que también clama por una casa en un primer piso que facilite la salida del niño a la calle y poder recrearlo.

El padre recuerda una reciente frase que expresó su hijo mediante el rudimentario sistema de comunicación que tienen en casa.

“Me siento como en un laberinto, atrapado dentro de mi cuerpo, quiero salirme de aquí y seguir adelante”.

Leer eso es muy duro, manifiesta Castellar, mientras trata de enjugar el llanto con la mascarilla de protección que usa para el Covid-19.

Y es que la tragedia que vive Jadis Sebastián también es la de los progenitores, pues igualmente destruyó un hogar feliz.

El papá, Jadis Antonio, tecnólogo en sistemas que laboraba en una empresa que presta servicio a una aerolínea importante del país, fue despedido por sumar varias incapacidades continuas.

Le surgió una crisis nerviosa que todavía padece, derivada del caso que afecta a su hijo, y le suspendieron el contrato laboral.

“Casi me vuelvo loco, me internaron un año en una clínica de reposo y por eso me despidieron, aunque recibo una pequeña pensión por incapacidad”, señala Castellar.

Daibis, la mamá, es estilista profesional y trabajaba en una peluquería infantil.

“Tuve que renunciar para dedicarme por completo a mi hijo”, dice la señora.

Para agravar la situación, Maily, la hermana de Jaidis Sebastián que cursa 7º. grado, ha caído en una depresión profunda al ver lo que este padece, y también se encuentra bajo control psicológico.

Al margen de esta tragedia la familia ha visto como la justicia no alcanzó a los responsables de lo que le pasó a su hijo, y tampoco reciben una atención idónea en salud para atender el niño.

“Finalmente lo que más me interesa en este momento es tocar los corazones de la gente de la ciudad, del país, para que me ayuden a obtener este dispositivo y conseguir la casa, y que la vida de mi muchacho no se detenga”, clamó el abatido padre.

Quienes quieran tenderle la mano a esta familia la pueden localizar en la calle 48F Bloque 18, apartamento 5C, conjunto residencial Las Cayenas, frente a la supertienda Olímpica del barrio Los Robles, por la Circunvalar.

También pueden llamar a los teléfonos 301 2138482 y 300 4517990
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