La llegada a la presidencia estadounidense de Joe Biden promete una aproximación política menos polémica y más prudente.
La llegada a la presidencia estadounidense de Joe Biden promete una aproximación política menos polémica y más prudente.
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EFE

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¿En qué le importa a Colombia Biden?

La guerra contra las drogas, Venezuela y el acuerdo de paz, son algunos de los puntos en los que más podría haber cambios para Colombia con la llegada del nuevo mandatario estadounidense.

Por Rafael Pabón Correa

Año nuevo, presidente nuevo. Las elecciones en Estados Unidos han terminado y Joe Biden, el candidato demócrata, ha derrotado al republicano, y actual presidente, Donald Trump en unas elecciones que pasarán a la historia por ser las de mayor participación en la historia de ese país, así como unas de las más reñidas. Aunque el pronto a ser expresidente no ha aceptado oficialmente la derrota, y ha lanzado acusaciones de fraude electoral de un calibre inaudito para la democracia norteamericana, lo cierto es que tarde o temprano tendrá que abandonar la Casa Blanca, aunque continúe diciendo hasta el último de sus días que le robaron la reelección.

Ante un panorama tan polarizado como el que se vive a nivel mundial últimamente, aunado a la decepción en la política que, de una forma u otra, todos los colombianos llevamos a cuestas, lo más lógico ante los resultados de las elecciones estadounidenses parece ser cobijarse en la apatía. Estados Unidos es, a fin de cuentas, el mismo gigante militar y económico que invade países, impone agendas y condiciona el desarrollo del mundo, es fácil ver que Biden o Trump no cambian eso.

No obstante, como en tantas cosas en la vida, lo importante está en los detalles. Si bien las relaciones de Colombia con Estados Unidos seguirán siendo las de un aliado muy presto a inclinarse a satisfacer los intereses del país norteamericano, es de esperar que muchos de los intereses de la principal potencia del mundo cambien con la llegada del demócrata al poder el 20 de enero del próximo año.

En este orden de ideas, existen tres puntos en la agenda bilateral de Colombia con Estados Unidos que muy probablemente den un vuelco con respecto a lo que se estuvo viviendo durante los cuatro años de mandato de Donald Trump. Los cambios más significativos deberían verse en la política de lucha contra las drogas, en el manejo de la situación con Venezuela y en lo referente a la ejecución del acuerdo de paz firmado con las FARC en 2016.

La guerra contra las drogas, menos glifosato y más soluciones integrales

En la actualidad las fumigaciones aéreas siguen detenidas en Colombia, sin embargo el Gobierno busca reanudarlas.

Durante sus cuatro años en el poder, Donald Trump estuvo obsesionado con el aumento en las hectáreas de cultivos ilícitos de coca en Colombia, el aumento en la producción de cocaína y en el número de toneladas de esta droga que se enviaban a los Estados Unidos. Aunque Colombia solo es un eslabón en la larga cadena de factores que intervienen en el mercado del consumo de droga, la presión del republicano fue una de las razones que más fuerza dio al gobierno de Iván Duque para desechar la política de sustitución de cultivos que comenzó el expresidente Juan Manuel Santos para volver a enfocarse en la erradicación pura y dura.

Apenas el 2 de marzo de este año, Iván Duque y Donald Trump sostuvieron una reunión en Washington en la que el mandatario de Estados Unidos fue muy claro con lo que quería. “Vas a tener que hacer aspersión. Si no haces aspersión, no podrás deshacerte de ellos (los cultivos ilícitos). Así que hay que hacer aspersión”, fueron las palabras de Trump. Sin embargo esto es solo el registro más reciente que tenemos de esta  visión pragmática de la Casa Blanca. El 31 de diciembre de 2019 la embajada estadounidense en Colombia ya había  publicado un comunicado en el que aseguraba “acoger con beneplácito” el proyecto de decreto que el gobierno de Duque había publicado apenas un día antes para reanudar las fumigaciones con glifosato.

De hecho la insistencia de Trump con el tema ha estado presente desde mucho antes de que Duque asumiera la presidencia, en mayo de 2017 el estadounidense le dijo al entonces presidente Juan Manuel Santos que debía reanudar el uso de glifosato, sin embargo, en ese momento el Gobierno del expresidente fue tajante con su negativa a volver a utilizar esta alternativa.

Aunque en la actualidad las aspersiones aéreas todavía se encuentran suspendidas, el gobierno colombiano está decidido a reanudarlas, a la vez que en el Congreso se discute un proyecto de ley para prohibirlas definitivamente. En este sentido, la elección de Joe Biden podría servir para quitarle ímpetu al gobierno de Duque en su afán por reanudar las fumigaciones. Sin el respaldo explícito y directo del líder del país más poderoso del mundo detrás, la batalla política del gobierno colombiano no podrá seguir escudándose en las exigencias de un ‘capataz’ extranjero y tendrán que sostenerse por cuenta propia, algo que no hay que subestimar.

No obstante, es difícil saber con certeza cuál será la política de Biden con respecto a los cultivos ilícitos en Colombia y al uso del polémico glifosato, simple y sencillamente porque este no fue un tema prioritario de campaña durante el camino hacia las elecciones. Lo que sí sabemos es que el gobierno de Obama, del cual fue vicepresidente, sí que apoyaba las fumigaciones aéreas con el herbicida, y llegó a insistirle a Colombia que lo siguiera usando cuando la Corte Constitucional determinó que no debía hacerlo en 2015. Sin embargo, fuera de este momento no tenemos ningún registro claro del ahínco que Trump sí ha mostrado hacia el tema, probablemente porque este ni siquiera era polémico durante la mayor parte del mandato presidencial de Obama.

En todo caso, es casi seguro que Biden no hará nada para promover o no promover el uso del glifosato, y es posible que incluso llegase a cuestionar su uso. Aunque estemos acostumbrados a esperar lo peor de los presidentes estadounidenses, lo cierto es que los tiempos cambian y –más importante- con los tiempos cambian los votantes.

La gente que eligió a Biden no solo estaba cansada de Trump, también esperan del nuevo presidente un interés mucho mayor en temas de derechos humanos y medio ambiente. Para los demócratas es vital mantener a este electorado contento, porque las posibilidades de que los azules recapturen al americano de centro derecha que fue polarizado por Trump es muy baja a corto plazo. Si Biden no quiere perder a sus fieles progresistas es posible que tenga que preocuparse de que Colombia dé un viro a sus más recientes enfoques en la lucha contra las drogas.

Venezuela, lo mismo o más mesura

.Estados Unidos fue el primer país en reconocer al presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó

Si hay algo que ha marcado la presidencia de Iván Duque es la intensidad con la que se ha manifestado en contra del régimen autocrático en Venezuela. Aunque el expresidente Santos tampoco tenía buenas relaciones con el Gobierno de Nicolás Maduro, sus actuaciones hacia el país vecino estaban más cercanas a la indiferencia. Duque, por el contrario ha sido mucho más fuerte en sus declaraciones sobre Venezuela, calificando a este país de amenaza para la democracia y narcoestado en cada uno de sus discursos en la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Aunque no hay duda de que Iván Duque, como presidente elegido por el partido que fundó Álvaro Uribe Vélez, no necesita de presiones externas para manifestarse en contra de Venezuela, tampoco hay que desconocer que la actitud de Donald Trump con respecto a este país le ha dado un respaldo invaluable, si no es que una presión muy importante. Y es que el Gobierno del saliente presidente estadounidense cambió la posición de su país con respecto a Venezuela de un par de condenas públicas ocasionales a un asunto de política internacional a toda escala.

Casi recién estrenado en la presidencia Trump dijo que “no descarta la intervención militar en Venezuela”, en agosto del 2017. Aunque sus declaraciones no sorprendían, dada la retórica incendiaria del magnate estadounidense, lo cierto es que estas se han seguido de una gran cantidad de acciones significativas en contra del régimen de Maduro.

No se trata tan solo de las sanciones económicas, que ya Obama había comenzado y que Trump aumentó en intensidad, sino de cosas más pragmáticas, como haber sido el primer país del mundo que reconoció públicamente a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela cuando este último se autoproclamó en el cargo a comienzos de 2019. De hecho, es evidente que esta movida no habría tenido ningún sentido sin el apoyo de Estados Unidos detrás.

Sin Trump en la presidencia, Colombia podría ser más libre de asumir con Venezuela la política exterior que le convenga, sea esta de abierto repudio o de un rechazo indiferente. No obstante, lo que es seguro es que Joe Biden mantendrá la misma política de abierto rechazo hacia el régimen chavista, la cual ha dejado saber en repetidas ocasiones a través de sus redes sociales o en declaraciones públicas.

Esto es predecible, Estados Unidos y Venezuela simplemente no son compatibles, además en estos momentos no quedan dudas de que la revolución bolivariana se ha transformado en un régimen totalitarista y son muy pocos los países que observan el beneficio de la duda para con el Gobierno de Maduro. Con Biden lo que se espera es mayor mesura  -es que es muy difícil ser más impulsivo que Donald Trump- y esto también podría tener consecuencias tangibles para Colombia.

El proceso de paz, una nueva oportunidad

Los intereses de Donald Trump iban más bien en contra de la implementación de los acuerdos, Joe Biden puede señalar un giro en este tema.

Durante la contienda electoral por la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump convirtió el término ‘castrochavismo’ en su slogan de campaña para ganarse los votos de los latinos en este país, especialmente en Florida, donde están las mayores colonias de cubanos, colombianos y venezolanos. El término se convirtió en el caballo de batalla de Trump y, al menos en Florida, parece haberle funcionado.

Este episodio es solo el clímax de algo que nos habla fundamentalmente de lo que era la principal base electoral de Donald Trump: una derecha más o menos radical a la que todo lo que oliera a comunismo le producía escozor. Quizá por esto Trump jamás manifestó su apoyo a la implementación de los acuerdos de paz en Colombia.

Tampoco hay que ser ingenuos, el proceso de paz en Colombia es un tema de política interna muy importante, mucho más que los otros dos puntos que ya hemos mencionado en este artículo. Con apoyo de Estados Unidos o sin apoyo de Estados Unidos, es obvio que Duque va a seguir su propia agenda con respecto a este tema. Está claro que, sea como sea, Duque tiene muchas razones para no agilizar la implementación de lo que se pactó en La Habana y que se firmó en Bogotá hace cuatro años ya.

No obstante, el gobierno de Trump protagonizó algunos de los golpes más duros a los tambaleantes acuerdos, como la demanda de extradición del entonces exguerrillero y ahora disidente Jesús Santrich en 2019. Más allá de la discusión sobre si los cargos contra Santrich eran válidos o no, lo cierto es que el tema se manejó sin el tacto que la delicada situación posconflicto habría requerido, esto porque el posconflicto no es un tema de interés para Trump.

Necesariamente el tema de la lucha contra las drogas se mezcla aquí. El enfoque pragmático del saliente mandatario en los números duros de la lucha contra los carteles del narcotráfico le ha quitado fuerza al enfoque social de lo pactado en los acuerdos de La Habana. El proceso iniciado por el expresidente Juan Manuel Santos se enfocaba en soluciones integrales a un problema muy antiguo, como la creación de alternativas económicas, la prevención de la reincidencia y la consecución de verdad y justicia; la visión de Trump está más interesada en conseguir bajas de criminales, destrucción de laboratorios, incautación de substancias ilícitas y, desde luego, la erradicación de cultivos.

Si sumamos estos intereses con los intereses electorales, es fácil ver por qué la salida de Trump podría servir para una revitalización del proceso de implementación de los acuerdos de paz. Todo dependerá del enfoque que decida asumir Biden, sin embargo, como en tantas otras cosas, no tenemos conocimiento de una posición explícita del presidente electo con respecto a esto. Para saber qué esperar tenemos que guiarnos con lo que hizo Obama y con temas relacionados.

En este sentido es importante recalcar que el Gobierno de Obama manifestó su apoyo público al proceso de paz en más de una ocasión, a la vez que aseguró que entregaría ayudas financieras para que este llegase a buen puerto, sin embargo, la firma del acuerdo coincidió con el último año de Obama en el poder y las entregas de dinero terminaron condicionadas a los intereses de Trump y sus aliados. Biden podría estar dispuesto a entregar dineros para propósitos diferentes a solo destruir los carteles del narcotráfico.

Aunque no tengamos certezas con respecto a esto, como ya he mencionado varias veces en otros momentos a lo largo de este artículo, la mejor forma de intentar predecir lo que hará un presidente es analizar a su electorado. Biden no le debe absolutamente nada a los ‘anti castrochavistas’, de hecho, es casi cien por ciento seguro que, sin importar qué haga, jamás podrá tener su voto, el partido demócrata no va a ganarse a estas personas en ningún futuro cercano.

A quienes sí les debe mucho son a grupos de sociedad civil a favor de derechos humanos, ambientalistas, grupos de afroamericanos y latinos; en general, grupos de interés con una perspectiva social más progresista. ¿En qué puede influir esto?, es posible que Biden vea una oportunidad en publicitar su apoyo a la consecución de una paz duradera en Colombia, esto puede generar altos rendimientos electorales a muy bajo costo, pues su base de votantes podría apreciarlo mucho y sus contrincantes no lo resentirían, ya que estos suelen estar más preocupados por temas de política interna como la migración o el comercio con China.

Por el contrario, las denuncias constantes de asesinatos de líderes sociales en Colombia podrían terminar costándole apoyo al entrante presidente demócrata, sobre todo si siguiera apoyando una aproximación belicista al problema de las drogas. Así que es posible imaginar un futuro no muy lejano en el que Biden le exigiera a Duque que haga algo con respecto a las violaciones de derechos humanos que se viven en nuestro país, algo que con Trump habría sido sencillamente impensable.

(*) Rafael Pabón Correa es investigador académico, egresado de la maestría en Ciencia Política del Centro de Investigación y Docencia Económica de Ciudad de México, la maestría en Periodismo de la Universidad CEU San Pablo de Madrid y del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Autónoma del Caribe.

Contacto: rafael.pabon.c@gmail.com

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