Adolfo Pacheco y Numas Armando Gil.
Adolfo Pacheco y Numas Armando Gil.
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El hombre del espejo y su razón crítica, el homenaje a Adolfo Pacheco cuando cumplió 78 años

Del filósofo y escritor Numas Armando Gil.

En la historia del hombre, el espejo ha sido un símbolo, cuyo significado varía de acuerdo a lo que cada persona se asome a esta superficie, para lo que quiere encontrar.

El espejo nos posibilita una experiencia reveladora y única, la cual es, que nuestra imagen reflejada, se percibe como si fuéramos “otro” que nos observa y juzga. 

Es decir, que el espejo es como un ojo que ve más allá de lo que todos ven, que refleja no solo lo que mostramos,sino también lo que escondemos. 

“Es como el único testigo de nuestro verdadero proceder. Es un cómplice y nos secunda cada vez que actuamos conforme a lo que sentimos y decimos; sobre todo cuando lo que hacemos es correcto”.

Sin embargo ese mismo espejo, que no podemos engañar se vuelve sicario que censura y que condena nuestro mal proceder, aunque pretendemos convencerlo y convencernos de que estamos obrando bien. 

El espejo es un símbolo de autoafirmación; por eso, para el cantante español Joaquín Sabina, amigo de Adolfo Pacheco, en su canción “Noche de boda”, el espejo es el instrumento a través del cual buscamos nuestras propias afirmaciones: “… que todas las noches sean noches de boda/ que todas las lunas sean luna de miel/ que todas las verdades no tengan complejos/ que las mentiras parezcan mentiras/ que no te den la razón los espejos/ que te aproveche mirar lo que miras”.

El filósofo psicoanalítico Jake Lacam, en “El estudio sobre el espejo” argumenta que: el espejo es un fenómeno – umbral, que marca los límites entre lo imaginario y simbólico… en la asunción jubilosa de la imagen especular se manifiesta una matriz simbólica, en la que el yo se precipita en forma primordial y el lenguaje es quien le debe restituir su función de sujeto en lo universal. 

El YO de Adolfo Pacheco, se precipita en forma primordial, utilizando el lenguaje, la poética, que sustituye la función como sujeto, para transformarlo en universal, como lo canta en “El hombre del espejo”.

La vida y la muerte, son lo contrario de la condición humana. Y Adolfo, como un viejo poeta que interroga esa condición, la comenta, y del comentario pasa a la reflexión. 

Es decir, de la intuición pasa al entendimiento y en esta fase de su canto no se va muy lejos de su contorno. Y dice que: “La vida del Palenquero es un sufrimiento” y utilizando el contrario, plantea que “la muerte lo pone alegre y toca el Pechiche”. Sí, la muerte como el único acontecimiento humano verdaderamente filosófico. 

De ahí que la filosofía - como dice Platón - sea una meditación sobre la muerte. El pensador Alemán Martin Heidegger plantea la muerte como la posibilidad de la existencia. Como el fin del ser ahí, es la propia posibilidad, incondicional, cierta y como tal indeterminada e insuperable. La muerte también es considerada como el fin del ciclo de la existencia individual o finita por su imposibilidad de adecuarse a lo universal. 

Pero el cantautor, se mira en el espejo y dice que como es “un cristiano” la muerte “lo pone triste”, lo vapulea, lo transforma en un ser inofensivo; pero haciéndole cosquilla del negro que lleva dentro, nos dice “la vieja me trajo al mundo dicharachero y contento”.

Pero el hombre del espejo, que es su ser real, lo hace cantar, argumentando que en su muerte “no quiere solemnidades". Tampoco me guarden luto y contrario a lo cristiano pide "un coro que suenen las acordeones y las gaitas para el difunto”, que ya no es el hombre del espejo, sino el simple mortal del ser ahí. 

Es la muerte como puro hecho, como el nacimiento; viene hacia nosotros desde el exterior y nos transforma en exterioridad. Y lo más curioso de este cristiano, pide que si “muere quémenme de la cabeza a los pies”. Y de una el hombre del espejo le dice que “él está vivo y que lo quieran porque es un man de buena fe”.

En la segunda parte de la canción, el cantautor se pregunta: “¿Qué Es la gloria?” y responde desde el entendimiento: “es sabernos esa historia” y utilizando de nuevo al hombre del espejo, como razón crítica y elevando su canto hasta el infinito para que todo el planeta tierra lo escuche: pregunta sospechosamente “¿Y quien la hizo?”.

Recordemos que Gloria en terminología bíblica y en la de la escolástica medieval, es por un lado, el honor que el hombre le rinde a Dios. Y por el otro, la recompensa que Dios le da al hombre admitiéndole en el gozo de sí. El pensador Baruch Spinoza plantea que la gloria no es más que el amor intelectual de Dios, ya del alma como satisfacción del ánimo porque esta no se distingue en realidad de la gloria. Es decir, nos las impusieron y así, nos las aprendimos. Porque, “si se mata a un terrorista va al paraíso. Y si un católico lo hace va para el infierno”. 

Esos argumentos nos los aprendimos y son contradictorios. Entonces el hombre del espejo como “Alicia en el país de las maravillas”  lo atraviesa y apela a la razón crítica argumentando: “Entonces cuál es la vaina?. ¿Quién tiene la razón?” ¡La bendita razón! Y pone en forma ejemplar las banderillas al toro, diciendo: “Por eso es que mucha gente no entiende la religión” y cómo ve que ya la razón lo agobió, lo convirtió en un ser racional libre. Mira al hombre del espejo y le dice que se sobrepasó. Y volviendo al mundo real plantea en forma pícara y sin convencer: “No vayan a creer por eso que yo me he vuelto un ateo. Es que aquí y ahora estoy consultando con el hombre del espejo”. 

El cantautor visita al campo santo y habla con sus padres, pidiéndole un consejo para que lo salve de los vicios y lo cubran con su manto porque ya se defiende solo con el hombre del espejo.

Y otra vez el hombre del espejo hace explotar su pólvora filosófica argumentando que el purgatorio es el lugar donde las almas que mueren purgan sus culpas. Dónde están sus amigos muertos como el gran Andrés Landero, su compadre Ramón, y el gaitero mayor Toño Fernández.

Ellos habitan ese lugar y desde la tierra les remite un recado, dándoles saludo a los tres y argumenta contundentemente como un adelanto de las percepciones, presintiendo “que ahorita escucharán sus cantos”. Es decir, el cantautor o El hombre del espejo, le avisó a ese ser de ochenta y ocho años cumplidos que pronto se transformará en exterioridad..  

 

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