Comedor del Colegio de Las Compuertas.
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José Granados Fernández

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Colegio de Las Compuertas, donde estudiar es inhumano

Luego de 3 años de promesas incumplidas, la construcción de la nueva sede, contratada por $6.789 millones, sigue sin terminar.

Por José Granados Fernández
Twitter: @JoseGranadosF

Después de semanas de intensas lluvias, desde muy temprano el calor arrecia. A pesar de todas las adversidades, pasadas las 7:30 de la mañana, comienzan las clases en la Institución Educativa Agropisícola Las Compuertas.

De la jornada matutina no están todos los 125 alumnos de primaria. Es entendible debido al desestimulo que existe por el abandono, las mentiras y las promesas incumplidas, pues en los últimos tres años, en un área estrecha de unos 500 metros cuadrados, han estudiado en “paupérrimas condiciones”, como lo califica el rector Edgardo Espiter López, mientras que a escasos 92 metros siguen paralizadas las obras de la nueva sede que en 2019 contrató el cuestionado Fondo Adaptación por $ 6.789 millones.

En 4to de primaria, la profesora Mariam Majjul les explicaba a sus 11 alumnos lo que iban a estudiar en la primera hora de clases. Como no hay privacidad, por las ventanas se veía a una vecina que lavaba la ropa en la calle y utilizaba el enmallado verde del colegio como tenderete para secarla.

Así es el día a día en este pequeño y desvencijado colegio en el que están matriculados 257 estudiantes que viven en Las Compuertas y las veredas Los Chivos, Palma de Vino y La Ceiba. Tiene 12 salones construidos con paredes de madera prensada, muchas de ellas con huecos, y techos metálicos tan apolillados que en cada aguacero “son coladores”.

En la mitad de una calle y en una de las aceras del barrio Porvenir está la precaria sede del Colegio de Las Compuertas.

Siete de las mal llamadas aulas de clases, con pisos de madera, fueron construidas en una de las aceras del barrio Porvenir de tierra compactada con piedras chinas; las otras cinco, ¡quién lo creyera!, fueron construidas en la mitad de una calle y hoy están abandonadas después de que los padres de familia, enfurecidos, las destecharon pues era “imposible estudiar ahí por el inclemente calor” y porque en cada aguacero sus hijos terminaban “con el agua en los tobillos”.

La rectoría es en un 95% una bodega; no hay patio de educación física ni sala de profesores; como el comedor no funciona, lo utilizan para arrumar pupitres. Tampoco hay sala de informática. Muchas veces los alumnos deben salir a pedir agua para beber.

Uno de los efectos que ha dejado el abandono es la deserción escolar que este año llegó al 15%. Los alumnos se fueron a estudiar a Villa Rosa donde hay un mejor colegio. Por eso cada año son menos los que se gradúan como bachilleres con énfasis en agropisicultura. En 2021 fueron apenas 12.

En medio de ese mundo de lo absurdo, la seño Aura Cantillo, antes de comenzar la clase a sus 10 alumnos de 5to de primaria, que jugaban con un pequeño ajedrez, afirmó: “…no son salones de clases, son galpones”:

 

 

La docente Aura Cantillo prepara la clase para sus alumnos de 5to de primaria que juegan ajedrez.

Ese mismo sentimiento de abandono expresan los estudiantes de 4to. que desean mudarse a la prometida nueva sede porque, insisten, cuando llueve se mojan dentro de los salones y deben “correr a guardar los libros y las libretas para que no se dañen”; o porque cuando hace calor, como sucede la mayor parte del año, sienten que estudian “metidos en un horno”.

 

 

El rector Edgardo Espiter recuerda que en 2010, después de la catástrofe invernal por el boquete que el Canal del Dique abrió en Santa Lucía, la escuela quedó destruida. La mudaron al lote El Limón, donde funcionó el liquidado Instituto Nacional de Adecuación de Tierras. La construyeron con maderas y techos metálicos. En 2019, cuando Fondo Adaptación firmó el contrato con el Consorcio Arcocí Atlántico para la nueva sede, mudaron la escuela para el improvisado sitio donde se encuentra hoy y reciclaron el material para los salones inhumanos.

“Se supone que era algo provisional, porque el colegio nuevo lo iban a entregar el 8 de diciembre de ese mismo año, 2019. Hoy, tres años después no tenemos nada, el avance es del 57%”, lamenta Espiter.

Las obras siguen paralizadas en la nueva sede. Hace tres años Fondo Adaptación debió entregarlas.

José Canedo, presidente de la junta comunal de Las Compuertas, informó que las últimas promesas de Fondo Adaptación las escucharon hace tres meses, cuando les anunciaron que llegaría un nuevo contratista a terminar el colegio, “pero todo fue pura boquilla”, porque los trabajos siguen paralizados. En esa región del sur del Atlántico esperan que el Consorcio Arcocí les pague a los trabajadores que contrató, de lo contrario no dejarán seguir la obra.

 

 

Al sentir que no tienen dolientes y que son discriminados por la Alcaldía de Manatí y la Gobernación del Atlántico, entidades que, a su juicio, “deberían mejorar las condiciones locativas, porque no se sabe cuándo terminarán la obra nueva”, el rector explica que permanentemente deben hacer ajustes o recortar las jornadas escolares porque el calor que agobia a los estudiantes y los 13 docentes hace imposible dar clases. “Es indigno e inhumano”, afirma Espiter López. Pidió al Gobierno Nacional que investigue por qué Fondo Adaptación tres años después no ha terminado la obra.

 

 

Si bien el nuevo colegio de Las Compuertas es una obra nacional, Emisora Atlántico y Zona Cero solicitaron, hace una semana, información a la Secretaría de Obras del Atlántico que le hace seguimiento a la construcción teniendo en cuenta que la educación es responsabilidad de la administración departamental. Quedaron en que entregaría la información, pero al final no hubo respuestas sobre los atrasos y el nuevo contratista.

Mañana miércoles será la clausura del año escolar. Alumnos y docentes ensayaban canciones de Navidad con la esperanza de que en 2023 llegará el mejor de los regalos: la nueva sede de la Institución Educativa Agropisícola Las Compuertas, en el amplio terreno de 2.573 metros cuadrados, con 15 salones que tendrán techos para aislar el calor, laboratorios, sala de informática, baños, salón de convivencia - auditorio, cancha múltiple y comedor. Ojalá que así sea porque hoy las instalaciones a medio construir solamente sirven para que apasten doce carneros.

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