Águilas Doradas y el Boyacá Chicó
Águilas Doradas y el Boyacá Chicó
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Dimayor

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Vergonzoso nuestro fútbol y egoísta lo del técnico de Junior

Análisis de la penúltima fecha de la liga.

De ridículo y hasta vergonzoso ha sido calificado internacionalmente el espectáculo futbolístico presentado el domingo pasado en la cancha del equipo de Rionegro en cumplimiento de la penúltima jornada clasificatoria entre Águilas Doradas y el Boyacá Chicó.

Ridículo por la disparidad de fuerzas entre los rivales. Uno, con sus unidades completas (Boyacá Chicó) y el otro (Águilas Doradas), disminuido numéricamente al contar solo con 7 jugadores en su plantel. Todo ello, por la pandemia del Covid 19 que dejó en inferioridad de condiciones a los antioqueños.

Hay quienes defienden la realización del juego sin tener en cuenta la situación de los aguiluchos y afirman que el partido debió jugarse, tal como sucedió,  porque así está reglamentado de antemano en la Dimayor, y en tales instancias finales de clasificación, no hay tiempo de espera. Pero los hay también y, en este grupo nos encontramos, quienes creemos que el juego debió aplazarse porque primero está la salud humana que el  cumplimiento del calendario.

Si bien está reglamentado el juego hasta con 7 elementos, tampoco podemos desconocer que la situación de Águilas Doradas obedece a una circunstancia extra futbolística como han sido todas las cosas originadas por el Covid que ha hecho modificar el comportamiento de la gente en el mundo.

El segundo calificativo -Vergonzoso- es estimado por el mundo deportivo que no entiende cómo se reglamenta un campeonato sin tener en cuenta situaciones fuera de lo normal, tal la pandemia, que someta, como en este caso, a un club a entrar en contienda en tan alto grado de desventaja.

Desde luego, Boyacá Chicó, el rival de los antioqueños, acoge lo reglamentado y “obliga” desconsideradamente al partido porque debe aprovechar una ventaja en momentos cruciales como es la posibilidad del descenso frente a su más cercano rival en la tabla como lo es el Deportivo Pereira con el que está igualado en el promedio de puntos.

Pero no es extrañar que esto suceda en el fútbol colombiano en el que las cosas lucen muchas veces “patas pa’ arriba”; un ejemplo, también de actualidad, el que se presentó en el partido entre Deportivo Pasto y el Junior celebrado también el domingo último en la ciudad de Pasto. Siendo este un juego que podía resultar definitivo para los dos equipos en busca de su clasificación a los cuadrangulares, no se haya tenido en cuenta la aplicación del VAR. En este encuentro se presentaron varias acciones que pudieron cambiar el rumbo del compromiso: primero, un codazo violento de un defensor pastuso sobre un atacante rojiblanco (Pajoy) en el que resultó lesionado el jugador juniorista en su frente sin que el árbitro Roldán mostrara siquiera tarjeta de amonestación. La aplicación del VAR, hubiera mostrado la acción para expulsar al defensor.

Tampoco una mano de un defensor del Pasto en una acción de ataque de los junioristas y que debió ser castigado con penalti. Dos acciones que hubieran podido cambiar el camino del partido. Y una más en el segundo tiempo con violencia de un rival sobre el jugador Rosero que debió también merecer expulsión. Curiosamente estas acciones en detrimento de intereses del Junior contrasta con otros juegos en el que el VAR ha decidido abiertamente en contra de los costeños.

Este tema referente al juego Águilas- Boyacá con saldo a favor 3-0 para los boyacenses y que ha merecido la crítica nacional e internacional, a tal punto de ser considerado como un espectáculo ridículo, bochornoso y vergonzoso, nos colocó o mejor, ratificó una vez más, le mala organización, planificación y realización de un campeonato de fútbol en el que desde sus máximas esferas se favorecen a unos en detrimento y desconsideración de otros clubes.

Pero tampoco podemos dejar de lado lo que nos corresponde como seguidores de la divisa rojiblanca del Junior. Con un planteamiento técnico en el que el entrenador Luis Amaranto Perea llegó convencido de lograr un empate, considerando que con el punto a lograr se clasificaría a los cuadrangulares.

No de otra manera se entiende que Amaranto Perea conforme una nómina inicialista con 8 jugadores suplentes. Dejando en el banco a estelares como Teo Gutiérrez, Hinestroza, Sambueza, Ditta, Didier y Viáfara.

No creo sea válido el criterio de que se venía de un desgaste físico en el partido de Libertadores frente al Bolívar en La Paz, Bolivia. El Junior ante el Pasto se jugaba posiblemente su última oportunidad y debía aprovecharla con lo mejor de su plantel; por lo menos intentándolo con toda su nómina titular. Un adagio popular dice que primero se desayuna y después se almuerza. Así, entendiendo que lo primero era asegurar la clasificación y con la nómina titular las posibilidades serían mucho más. “Ganemos hoy y después pensaremos en el mañana”, decía un reconocido manager de un equipo de Grandes Ligas. Claro, primero es el hoy, porque el mañana puede ser circunstancial de no jugarse o aplazarse por lluvia o cualquier otra situación extradeportiva.

Por suerte para Amaranto los resultados de otros juegos le permite estar dentro de los ocho clasificados. Pero en la última jornada, América y Medellín, inmediatos seguidores pudieran desplazar al Junior. Es poco probable por la diferencia de goles a favor de los rojiblancos frente a americanos y antioqueños. Pero en el fútbol colombiano estamos y cualquier cosa, por extraño que resulte, puede pasar.

 

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