Hinchas del Unión Magdalena contemplan las acciones del partido.
Hinchas del Unión Magdalena contemplan las acciones del partido.
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Dimayor.

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¿Más indignación por críticas al Sierra Nevada que por la bomba social con las barras?

Pareciera que dolieran más las palabras de Juan Cruz Real que la muerte de una persona.

¿Dónde está el foco luego de una tragedia? Pareciera que no se ha terminado de aterrizar sobre los gravísimos sucesos ocurrido el sábado en el estadio Sierra Nevada de Santa Marta. Más ha dolido en el orgullo de la administración las declaraciones del entrenador del Junior, que la muerte de uno de sus conciudadanos.

En contexto, minutos después del aberrante acto de violencia sucedido en el minuto 74 en el clásico costeño entre Unión Magdalena y Junior de Barranquilla, el entrenador de los visitantes, Juan Cruz Real entregó su opinión sobre el bochornoso episodio.

En ese momento, unos 20 minutos luego de suspendido el partido, ni Cruz Real ni nadie sabía las consecuencias fatales que vendrían luego el episodio de sangriento trascurrido en el que el barrista de ‘Garra Samaria’, Jesús Manuel De los Reyes Valencia, terminó muerto por varias puñaladas, una de ellas a la altura del corazón.

Aún ignorante de esa infausta noticia, Cruz Real dijo que "es un momento triste para el fútbol. Estas cosas no pueden pasar. Ya había sucedido acá hace un corto tiempo y se vuelve a repetir”, comentó.

Y agregó en medio de su molestia: “me sorprende que una cancha de estas, un piso de este tipo, se use para jugar partidos de primera división (…) la cancha mala, los vestidores con olor a orín impresentable, sin agua. Hay cosas que no se pueden permitir. Esta cancha es injugable”.

Por alguna extraña razón, estas declaraciones bastante secundarias de lo que debe ser el foco de la situación se han transformado en el ‘caballito de guerra’ de la administración samaria que le ha dado hasta valor político a una situación que jamás debería robarse ni un titular en una atmosfera dónde todavía está el luto por el fallecimiento de un joven.

Desde la alcaldesa de Santa Marta Virna Johnson, pasando por algunos de sus colaboradores y hasta opinadores de la materia en tierras magdalenenses, han preferido salir a controvertir sobre las palabras del entrenador, que poco valor tienen en el marco de una tragedia social.

"Señor Juan Cruz Real, DT del Junior, es muy simple; si el campo de juego y los camerinos del estadio Sierra Nevada no estuvieran en óptimas condiciones, Dimayor y los jueces de cada fecha no permitieran que se jugaran ni los partidos del Unión Magdalena, ni los de Valledupar", respondió la alcaldesa en un trino. 

Solo ha servido para seguir avivando una rencilla que fue la que desembocó en un muerto. Incluso, la pelea por los puntos del partido ahora es accesoria.

Unión y Junior, pueden pelear en la comisión disciplinaria, pero el verdadero partido por la vida tiene que jugarse desde la prevención con educación, pasando a las medidas organizativas y policivas.  

Tras los graves sucesos, que aún son materia de investigación, Santa Marta y Barranquilla se apuntan con el dedo como los presuntos responsables de prender la chispa en un barril de pólvora.

Correctas o baladíes las quejas en torno al camerino de visitante, y más allá de las quejas de la Alcaldía que exhibió como pérdida casi irreparable las más de 200 sillas arrancadas en los disturbios, ningún hedor o falta de asientos puede preocupar más hoy en día que las nulas garantías para ver un partido de fútbol en el estadio.

Eso no es algo que se podrá solucionar, aunque al estadio le pongan sillas acolchonadas, los entrenadores visitantes confiesen que respiran con agrado el aroma a rosas en los baños visitantes ni que vengan enviados del Santiago Bernabéu a comprar la gramilla del estadio porque es muy buena.

Y no por la falta de seguridad estructural en las gradas del Sierra Nevada, sino por la ausencia de conciencia.

Acá el clásico en sí, la rivalidad deportiva e histórica entre dos ciudades quedó en segundo plano.

Hay una mancha de profusa sangre que solo se podrá limpiar cuando a ambos extremos del Puente Pumarejo no exista más que la expectativa por un partido de fútbol y no por el temor a una tragedia.

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